FE Y RAZÓN

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Fe y razón

En cualquier realización humana, se requiere de algo que impulse a la voluntad hacia la consecución de su objetivo, y ese recurso es la fe.

El mundo está lleno de casos extraordinarios en los que una poderosa fe ha sido capaz de salvar obstáculos considerados casi como imposibles; por ejemplo, muchos disminuidos físicos que han sabido con sacrificio sobreponerse a sus deficiencias, como es el caso de Alexei Romanov de 15 años, nacido en la ciudad rusa de Kazan, fue abandonado por su madre en un hospital cuando era un recién nacido, carece de manos, sin embargo ha aprendido a tocar perfectamente el piano.

Todos los seres humanos poseemos dos tipos de fe: una innata, acumulada en el devenir de las diversas existencias y otra adquirida, que la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, en función del interés y esfuerzo. Por tanto, la fe no se la puede considerar como un don divino o una cualidad especial para algunos privilegiados, porque todos disponemos de los gérmenes para desarrollarla.

Desde otro punto de vista, podríamos clasificarla también en otros dos grupos, como sería la fe dogmática y la razonada. La primera acepta a ciegas conceptos o ideas ya establecidas, generalmente por las tradiciones religiosas; la segunda aunque pueda admitir algún hecho que se le pueda escapar de la comprensión actual, se apoya básicamente en el conocimiento de las leyes naturales o divinas, para nada caprichosas, contradictorias u obscuras. Siempre con argumentos sólidos que sostienen el edificio de sus convicciones utilizando el raciocinio y la lógica.

Ahí se encuentra una de las claves. Sustituir creencias por convicciones. Apoyarse en la ciencia que cada día se aproxima a los grandes postulados espirituales. Poseer la seguridad a través del raciocinio y la experiencia del camino por donde transita, como el viajero que sólo puede otear aquello a donde alcanza la vista, sin embargo es consciente de lo que al final de su trayecto se va a encontrar. No duda, no vacila, comprende las dificultades necesarias para alcanzar el fin propuesto. En pocas palabras, “no necesita ver la meta porque sabe y comprende que es lógico que la vea al final del camino.”

Por contra, con la falta de fe la persona: “No busca los medios de vencer porque cree no poder vencer.” Continuando con el ejemplo anterior, sería una demostración de falta de claridad, con paso vacilante, quizás a la espera de que alguien razone y comprenda por él, cargue con su cruz y lo lleve por el camino cuando esto es imposible. Nadie puede transferir su carga a otro, puede recibir ayuda que le impulse, pero el camino lo debemos recorrer por nosotros mismos, de lo contrario ¿dónde estaría el mérito? ¿Cuál sería la enseñanza de vida si es otro el que nos realizara el trayecto?

“Si tuvieres fe como un grano de mostaza…” (Mateo: 17-20)

No obstante, la misericordia de Dios trabaja constantemente. Existen infinidad de casos de personas que han recibido, de un modo u otro verdaderos regalos, pruebas de la felicidad final, de aquello con lo que se van a encontrar si cumplen con su cometido en la vida física. Son casos de aquellos que soportan una carga muy pesada que al sujeto le proporciona mucha angustia y sinsabores, como puede ser una dolencia física o moral, que oprime al individuo produciéndole un desgaste psicológico y moral difícil de sobrellevar. A estos gladiadores de la vida, al rescate casi siempre de deudas del pasado, además de la ayuda espiritual que poseen, en algunos casos reciben por distintas vías, regalos de luz, como pueden ser los testimonios de aquellos que han vivido y narrado sus experiencias cercanas a la muerte (ECM); por regla general, se ven como transportados a un lugar extraordinario, desconocido en nuestro mundo, por lo que es muy difícil de describir, algo que se podría asemejar a un Edén, un Paraíso.  Al mismo tiempo sienten un gozo inefable, se ven envueltos en un Amor profundo e incondicional, una dicha momentánea que recarga las pilas, refuerza la fe en Dios y en el porvenir.

Otras veces son visiones espirituales espontáneas, de seres de luz o familiares queridos ya desencarnados dando ánimos. Otras veces son sueños muy vívidos, con un contenido muy similar a las experiencias ya explicadas, también con una carga emocional y sentimental muy fuerte. Todo ello, como una inyección reconfortante que refuerza las convicciones del “viajero” temporalmente encarnado en una materia.

Debemos recordar que somos “chispas divinas”, simientes que invariablemente se convertirán algún día en árboles frondosos y majestuosos. Lo Alto lo sabe y aguarda. El proceso evolutivo nos encamina siempre, no tiene prisa. Respeta nuestro libre albedrío para que descubramos por nosotros mismos; equivocándonos, cayendo para levantarnos y volver a caer, así sucesivamente hasta consolidar lo aprendido. La lección aprendida y las cualidades desarrolladas con la experiencia ya no se pierden jamás. Siempre sumando y creciendo sin cesar en todos los ámbitos; a veces, haciendo hincapié en unos aspectos evolutivos, para posteriormente desarrollar otros.

Por el contrario y en base a la reencarnación y a las consecuencias de nuestros actos anteriores, muchos espíritus reencarnan con un déficit de fe en Dios y todo lo relacionado con la espiritualidad, a consecuencia de su orgullo y vanidad manifiesta en otras vidas. Generalmente fueron personas de ciencia o intelectuales que despreciaron lo que consideraron creencias vulgares, incluso alimentando el materialismo y la nada futura, creando un perjuicio a muchas personas que valoraban sus opiniones como altamente cualificadas. Otros, peor aún, fueron autoridades religiosas que no hicieron honor con sus actos a la elevada misión de ejemplificar aquello que predicaban. Estos espíritus, se encuentran al desencarnar con la contrariedad y la vergüenza por sus actos y también al descubrir la verdadera realidad de “la vida después de la vida”. Muchos de ellos se ven abocados, en su futura existencia,  a un vacío espiritual contra el que tienen que luchar constantemente. Son algunas clases de escépticos o aquellos que suelen decir: “Envidio tus convicciones, tu seguridad en algo Superior; me gustaría creer pero me cuesta mucho”

Por lo tanto, hemos de ser analíticos, pensar por nosotros mismos, pero sin caer en el otro extremo, en un empirismo absoluto o un razonamiento total, porque no todo se puede comprobar ni razonar. Como cita el ilustre Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la propia razón desconoce”. El cuerpo físico es un filtro muy denso que nos limita extraordinariamente, sobre todo si tenemos en cuenta el nivel evolutivo de nuestro planeta. Es por ello que no podemos pretender conocer a Dios u otras cosas trascendentes con total profundidad, algo que pertenece a seres ya desprendidos de la materia y de un nivel de conciencia mucho más elevado. No obstante, facilita la comprensión espiritual el trabajo interior, aquellos que se esfuerzan por controlar sus pasiones y defectos, que piensan y viven por y para el bien. De ese modo, se sintonizan con los planos sutiles, ampliando el campo de comprensión, elevándose sobre las percepciones exclusivamente materiales.

Teniendo en cuenta todas esas circunstancias, es cuando adquiere mayor relieve la célebre frase de Jesús: «La fe mueve montañas», porque cuando se es capaz de desarrollar esta cualidad, los obstáculos se superan con mayor facilidad, puesto que el objetivo que se persigue se tiene presente en todo momento, observando los traspiés y dificultades de la vida como meras pruebas transitorias que de ningún modo deben de entorpecer la seguridad en la meta final.

El Espiritismo como hemos apuntando en tantas ocasiones, nos puede proporcionar los medios necesarios para satisfacer las dudas e inquietudes que nos permita afrontar todas las dificultades que el destino nos puede deparar con calma y confianza, sabiendo él porqué y para qué de la vida y la necesidad de pasar por las pruebas como elementos de aprendizaje. Alcanzando los objetivos que nos propongamos, sabiendo cuáles son nuestras limitaciones, y teniendo en cuenta la aportación tan valiosa que podemos recibir del plano espiritual superior para que nos ayuden durante la travesía para alcanzar el progreso tan ansiado.

 

Fe y razón por:    José M. Meseguer

© 2016, Amor, paz y caridad

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