Amados míos, no creáis a todos los espíritus, mas probad si los espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se levantaron en el mundo. (San Juan, la Epístola, cap. IV, V I).
He aquí un tema que plantea una seria situación que puede producirse, y que de hecho se plantea con mucha frecuencia a través de la mediumnidad: el engaño al que pueden someternos los espíritus burlones y de baja condición moral y espiritual.
Los espíritus juegan con ventaja respecto a nosotros, ellos nos ven mientras que nosotros no podemos verlos, pero no se quedan sólo en eso, sino que además estudian, según sea nuestra personalidad, hasta qué grado de engaño pueden llegar.
De este modo, si ven que somos personas que creemos firmemente en las comunicaciones, con buena voluntad, pero poco instruidas y por lo tanto, poco acostumbradas al análisis crítico y concienzudo de las comunicaciones, encuentran en nosotros el terreno más apropiado para llevarnos a engaño, eso si, con suma sutileza, haciéndonos creer además que lo que se está recibiendo son mensajes dé gran importancia.
¿Y cuál es la estrategia que utilizan para poder engañarnos constantemente sin que nos percatemos de ello?
Es muy sencillo para ellos: en medio de unas pocas verdades, que suelen vestir con palabras rimbombantes, nos llenan el oído pero no ofrecen contenido alguno que pueda apoyarse en la lógica y en la razón y que esté sustentado por ideas y argumentos serios.
Otras veces, siendo los espíritus burlones conocedores de la curiosidad que anima a los asistentes a estos trabajos, y a sabiendas de lo que «quieren escuchar», aprovechan muy bien esta oportunidad para «regalarles el oído» enlazándolos, diciéndoles que van por buen camino, que todo va bien, que van acompañados por una gran luz, incluso llegan a hacerles «regalos espirituales» y les dan premios, y siempre tienen a su alrededor a espíritus protectores de una gran elevación. Todo en definitiva bien arropado con mensajes que no les conducen a la mejora de su comportamiento y al estudio de las leyes de la vida, ya que incluso llegan a decirles que no necesitan conocer nada más que lo que ellos les transmiten.
Que error tan grande, creer que los espíritus superiores van a venir a ensalzar nuestro orgullo y vanidad respondiendo a los intereses personales y pueriles que podamos tener. Pensemos por un momento ¿qué espíritus podemos esperar que acudan a un trabajo de mediumnidad al cual se asiste como medio de entretenimiento y con la sola curiosidad de esperar que comuniquen espíritus familiares y conocidos?
Debemos comprender que según sea la animosidad de los asistentes y de su preparación, así serán los espíritus que acudirán, porque los espíritus de elevación no pierden el tiempo con los curiosos, y con todos aquellos que no persiguen su deseo de conocerse mejor para poder perfeccionarse.
Antes al contrario, mientras los hermanos de cierta evolución rechazan el hecho de comunicar en esta clase de reuniones, en las cuales no van a poder intervenir positivamente, los espíritus poco evolucionados se complacen y se sienten atraídos hacia las mismas, porque en ellas pueden hacer y deshacer a su antojo, y nadie les puede impedir adueñarse de estas comunicaciones, con lo que ellos disfrutan al comprobar con que facilidad nos pueden engañar y hacernos perder el tiempo.
Y en esto tiene también una gran responsabilidad la persona que tiene la mediumnidad, porque un buen médium nunca se prestará a hacer trabajos de este tipo, ni dejará que espíritus burlones puedan actuar por su materia confundiendo a los asistentes.
Pero si este médium carece igualmente de conocimientos y sólo persigue su propio protagonismo, entonces los espíritus de baja ralea encuentran los mejores ingredientes para ocupar el puesto de los protectores y convertir el trabajo en lo que ellos quieran.
Es muy común que en ciertas comunicaciones los espíritus se identifiquen por su nombre y aunque este no es un hecho que no pueda ocurrir, sin embargo, es una situación que sólo obedece a circunstancias en las que sea necesario aclararlo, pero no es normal que los espíritus, en los trabajos bien desarrollados se identifiquen. ¿Por qué? Porque seria una tontería para ellos y una vanidad para nosotros, y por esta sencilla razón omiten su nombre, pues lo importante es el contenido que traen y no su identidad.
Debemos conocer que cuanto mayor sea el grado de evolución espiritual de los hermanos que vengan a comunicar, tanto más prescinden de dar su nombre, pero sin embargo, por el modo de expresarse y por el contenido que ofrece, que siempre será provechoso y oportuno para los asistentes, podemos figurarnos de la categoría de la entidad que se está dirigiendo a nosotros.
Pero ocurre con las personas que nos gusta que comuniquen espíritus de prestigio y renombre históricos, y las comunicaciones están plagadas de espíritus que dan identidad de santos, personajes célebres, vírgenes y hasta del propio Maestro Jesús el cual se prodiga en multitud de comunicaciones, lo cual es una aberración espíritamente hablando.
Y nos basta con oír que se trata de un espíritu de esta categoría para creerlo sin prestar ningún análisis a lo que está diciendo. Nos deslumbra con un mensaje bonito, bien adornado y se dirige a los asistentes expresándoles que van por el buen camino. Pues bien en muchos casos, el sólo hecho de dar su nombre es suficiente para darnos qué pensar y plantearnos la seria duda porque lo más probable es que pueda ser un espíritu engañoso.
Debemos de comprender que los espíritus superiores, en su sencillez y humildad no precisan dar su nombre, les basta con ofrecer su mensaje, que llevará el sello de la sencillez y la síntesis exenta de adornos y palabrería, y dejarán a un lado su protagonismo y cualquier otra pretensión. Ese protagonismo y el ánimo de imponer su mensaje es propio de los espíritus inferiores, que además toman el nombre de los superiores porque de lo contrario nadie tendría en cuenta sus palabras.
F.H.H.