Hay un último aspecto básico y esencial que es preciso destacar para finalizar el desarrollo de esta sección. ¿Qué nos dice la nueva humanidad a todos aquéllos que, admitiendo su venida y transcendencia, intentamos trabajar y luchar por preparar al hombre para afrontarla?
Ante esto, una única idea viene a nuestra mente: responsabilidad y compromiso espiritual ineludibles. Si realmente comprendemos que estamos en el «final de los tiempos», si nuestras convicciones nos indican que el camino de la evolución está llegando a un punto crítico en nuestro planeta, y que nosotros hemos bajado con una misión concreta y específica en este final de ciclo, no nos queda más remedio que aceptar esa responsabilidad e intentar cumplirla, porque sin duda alguna ella constituye el objetivo principal de nuestra existencia en estos momentos.
Pensemos pues, qué tremendo error puede existir en nosotros si dentro de la tercera revelación que vendría en el final de los tiempos como dijo Jesús, no solamente hacemos caso omiso de ese tiempo crítico sino que nos atrevernos incluso a rechazar esa responsabilidad.
El rechazo a este compromiso supone nuestra renuncia a la tercera revelación y lo que ésta significa, y al mismo tiempo nos hace renegar de la obra de aquél que envió el Consolador Prometido. Con esta actitud estamos pues rechazando la obra del Maestro, y esto supone para nuestro espíritu la negación del compromiso preencarnatorio, situación ésta que será para nosotros motivo de remordimiento durante siglos si no logramos cumplir con esta responsabilidad.
Por ello es lamentable comprobar cómo dentro de la comprensión de este importante compromiso, existen miles de personas y grupos sobre la Tierra, cuyas actuaciones distan mucho de demostrar la veracidad de aquello que dicen comprender, pues simplemente queda para ellos a nivel de conocimiento, sin la puesta en práctica y la entrega total y absoluta hacia una misión de envergadura que ésta conlleva.
No se puede llevar este mensaje a nuestra humanidad si en nosotros no existe primero el convencimiento interno y la vivencia de que realmente es así. Cuando hemos llegado a este punto, nuestras miras se vuelven más amplias, nuestro horizonte se amplía y se identifica con las metas establecidas por lo Alto, y es entonces cuando nos encontramos dispuestos y preparados para ultimar esta obra según está previsto desde arriba.
Así pues, la obra del Consolador Prometido, es la obra del Maestro Jesús en este final de los tiempos; todos aquéllos que así lo entiendan y estén convencidos de ello, deben ponerse a trabajar firmemente en este objetivo con el fin de cumplir fielmente lo que se espera de nosotros. De esta forma conseguiremos engrandecer nuestro espíritu con la conquista del amor al prójimo, y al propio tiempo ofreceremos a la humanidad el auténtico mensaje y contenido esencial del espiritismo, cual es la redención del hombre en este final de los tiempos.
A.LL.F.