Continúo la exposición del pasado mes tratando ahora de hacer un esbozo de lo que a mi minúsculo entender significa el equilibrio para el desarrollo de nuestra personalidad.
Como ya expliqué, el equilibrio viene por el predominio de la fuerza y las cualidades del espíritu, de la conciencia, sobre los instintos y tendencias de la materia. Equilibrio por tanto es sinónimo de autocontrol, templanza, madurez, humildad, objetividad, imparcialidad, justicia, cono cimiento, percepción del trasfondo de las cosas, etc., etc., porque podríamos citar innumerables cualidades ya que en realidad el equilibrio es consecuencia del progreso de la personalidad humana, pero progreso nivelado de valores, ya que si desarrollamos valores intelectuales en gran medida y por contra escaseamos de valores espirituales contraemos un desequilibrio en nuestro carácter que denotará una mente fría y calculadora carente de sentimientos delicados, por poner un sólo ejemplo.
Entiendo por tanto que el equilibrio es saber desarrollar nuestra personalidad de modo que la suma de nuestros Valores no desequilibren nuestra personalidad. Trataremos de aprender cuanto esté a nuestro alcance, pero siempre y cuando esto tenga un valor práctico, nos sea útil en nuestra vida diaria y pueda expresarlo y manifestarlo, ponerlo en práctica, entonces no acumularemos conocimientos sin sentido, sino que terminarán de comprenderse en la experiencia de la vida.
Es mejor y más sencillo para el progreso de nuestra personalidad, de nuestro espíritu, ir adquiriendo la escala de valores desarrollándonos poco a poco, sin traernos desequilibrios de aptitudes, es preciso entonces mirar en nuestro interior y ver de que pie cojeamos para poder ponerle la solución rápida y práctica. La comodidad es el mayor enemigo del equilibrio, por tanto, es donde más nos cuesta, donde precisamente nos tenemos que esforzar porque ese es uno de nuestros puntos flacos y debemos atajarlo.
Al equilibrio no se llega fácilmente, y es más estoy convencido de que las personas equilibradas, a las que aparentemente vemos sosegadas, en calma, dueñas de sí mismas, prudentes, pacientes, llevan por dentro una vida interior intensísima, que nosotros no podemos apreciar, pero que sus sentimientos, sus pensamientos, su cerebro es un continuo procesar de detalles, emociones, razonamientos para afinar en cada momento y situación la actitud, la palabra, el gesto, la opinión más acertada de que sean capaces por su grado evolutivo.
Por tanto, vemos que para estar en calma, en paz consigo mismo, para dominar las situaciones, nuestra conciencia, nuestro ser interno, sin embargo, no está quieto, está siempre activo, vigilante para mostrar su autoridad absoluta, para demostrarse que es dueño de sus más ínfimas vibraciones y emociones y sensible a los demás, sin lo cual no se completa porque son el complemento de su vida.
La persona equilibrada lo es en virtud de sus semejantes, siente que tiene una deuda con la sociedad, por lo cual tiene que estar siempre dispuesta a dar lo mejor de sí a los demás, a los cuales nunca pide, siempre da, porque es en el ofrecer y el compartir en lo que encuentra su razón de ser.
La persona equilibrada es moderada, busca en todo el término medio, ese término medio que para la gran mayoría es tan difícil de coger, andamos de un lado a otro de la balanza, como suele decirse «o nos pasamos o no llegamos», sabe situarse en ese punto medio, no se hace destacar, ni tampoco se esconde de nada, no rehuye ninguna situación, suele discernir sin embargo, la forma de afrontar cada circunstancia y por eso prácticamente destaca porque es justo, ecuánime y con él siempre sabemos a qué atenernos, siempre sabemos dónde lo podemos encontrar, porque no se va hacia los extremos, y por ello con él siempre vamos a encontrar una respuesta sabia y sensata.
La persona equilibrada es también emprendedora, amante de las realizaciones, de la actividad, gusta de estar ocupada en empresas nobles, capta con facilidad las necesidades ajenas y normalmente se halla involucrado cooperando con aquellos grupos y asociaciones que ayudan a los más necesitados, tanto del cuerpo como del espíritu.
De aquí les viene en gran parte la paz que sienten consigo mismos, de saber que han cumplido con su misión al tratar de cubrir no sólo sus necesidades sino de paliar en lo posible la gran necesidad material y espiritual en que vive gran parte de nuestra humanidad.
Una gran virtud en las personas equilibradas es la comprensión, que les lleva a un gran respeto y tolerancia hacia los demás, por lo que generalmente optan por decir las cosas con el ejemplo. Odian tener que dar queja a los demás debido al gran respeto que sienten por el libre albedrío ajeno, por ello son capaces de perdonar y de soportar lo insoportable, hasta que llega un momento en que no ven otro remedio que dar cumplida cuenta de las incorrecciones que observan, ya sea hacia ellos ya sea hacia otros, según los casos para dar fin a una situación molesta o errónea y aprovechan esa oportunidad para enseñar al que no sabe lo que no deben volver a hacer.
Y así podríamos citar numerosas virtudes que acompañan a las personas equilibradas, porque son estables, amantes de la paz y de la justicia, del bien y de la fraternidad, y claro está, con estas premisas y con esa escala de valores, bien podemos imaginar cada uno de nosotros cómo es ese ideal de equilibrio que deseamos alcanzar.
F.H.H.