El hogar y la familia II
En la primera parte de este tema, se ha hecho hincapié en la necesidad de evitar todo comienzo de desarmonía en el hogar, adoptando como norma de conducta, el diálogo razonado, indispensable para un hogar armónico.
Continuando en la exposición del tema, analicemos ahora algunos otros aspectos, tales como el lenguaje y ademanes en las relaciones familiares, y sus efectos.
De grandísima importancia para la armonía en el hogar y en la vida de relación, es el lenguaje: palabras y frases suaves, así como los ademanes.
¡Cuántos matrimonios fracasan ya desde el comienzo mismo, por una palabra hiriente o frase despectiva, que hieren las almas sensibles; contribuyendo inconscientemente a ir marchitando el amor conyugal, que debe mantenerse siempre, para la felicidad en el hogar!
Algunas personas hay que, para demostrar su desagrado por algo, reaccionan con ademanes bruscos, evidenciando con ello su baja condición, su ordinariez, que hieren profundamente las almas sensibles. Condición ésa, que los padres pueden contribuir a evitar, con una educación adecuada y buenos ejemplos a sus hijos, especialmente en la infancia, que es la edad de mayor receptividad.
Toda palabra dura u ofensiva, produce un fuerte impacto en las almas sensibles. Y si esa palabra o frase es proferida por la persona amada, o por algunos de los hijos ya mayores, el efecto es perturbador.
Sólo las personas vulgares y ordinarias, pueden caer tan bajo como para proferir palabras duras o frases que puedan lastimar, o ademanes bruscos, que le asemejan al bruto. Es de personas dignas y bien educadas, no caer en esa degradación, ni echar en cara los defectos del cónyuge, ya que nadie es perfecto. Y si en un momento de ofuscación aconteciere (que debe evitarse por todos los medios), es de obligación, expresar el error cometido, y pedir disculpas y perdón por lo ocurrido, desoyendo la “voz” del orgullo que tratará de interponerse.
Necesario es hacer hincapié en la necesidad de controlar la emotividad, poniendo en práctica diaria la palabrita mágica, armonizadora:
¡ CALMA! ¡¡ C A L M A !! ¡¡¡ C A L M A !!! ¡¡¡ C A L M A !!!
Para la paz y armonía mental-emocional, es completamente necesario evitar todo comienzo de discusión y disputa.
Y si por el estado de ánimo alterado de una de las partes no hubiere posibilidad de diálogo en el momento, aplazar el objeto-motivo para otro momento más propicio.
Sin detrimento de la personalidad, el cónyuge más sensato y prudente tomará la iniciativa en el ceder y en el callar; porque, quién sepa ceder a tiempo, demostrará mayor sensatez y superioridad moral, superioridad que ejercerá siempre con amor.
Dijo el Maestro: “Bienaventurados los mansos”
Siendo la feminidad expresión de dulzura y delicadeza, por lógica corresponde a la mujer manifestar esos bellos atributos, tomando la iniciativa en el ceder y en el callar, en los momentos que surja cualquier dificultad.
Como sabemos, la ternura es más propia de la naturaleza femenina, con lo que puede suavizar y hasta aminorar el temperamento agresivo de la naturaleza masculina.
Por ello, la mujer que sabe ceder y sabe callar a tiempo, mantendrá la armonía en el hogar y conquistará el aprecio y respeto de su marido y demás miembros de la familia. Y esa unión conyugal se fortalecerá más y más, a medida que los años pasen.
No me refiero a un callar pasivo, sino a un callar prudente.
Y la mujer que no sabe callar y no sabe ceder, debe aprender a hacerlo, debe ejercitarse en esa práctica, a fin de crear ese hábito maravilloso; pues, de lo contrario, su matrimonio puede naufragar, y ella sería la más perjudicada.
A más de lo expuesto, necesario es tener en cuenta que, tanto las palabras como los ademanes, así como los detalles de la vida familiar, se graban en la mente de los hijos, especialmente en la infancia, e influirán en su futuro.
Los altercados entre cónyuges que no hay armonía, pueden producir traumas psíquicos en los hijos, en diversa intensidad.
Y ampliando un poco en este aspecto de los hijos, los padres jamás deberán contradecirse delante de ellos. Cualquier diferencia de opinión, deberá analizarse a solas, en una modalidad razonada; pero, ambas deberán respetar las decisiones que una de las partes haya tomado en relación con los hijos.
Si la madre indicó una tarea determinada, por ejemplo, el padre no deberá contradecirla ni indicar lo contrario en modo alguno; pues sería desautorizar a su consorte y las consecuencias serían perniciosas. Y lo mismo corresponde a la madre.
Y algo que todo padre y madre debe saber, es que, todo hijo es un ser espiritual que viene a ese hogar con el propósito de progreso, mediante una educación apropiada.
Y es responsabilidad de los padres dar esa educación. Educación, va más allá de la cultura académica.
Las incomprensiones, tan frecuentes en algunas familias, tiene su origen en el egocentrismo de sus componentes. Generalmente, no tratamos de comprender a aquellos con quienes convivimos, sino de que nos comprendan. No sabemos o no queremos escuchar, esforzándonos, sin embargo, en que nos escuchen. Y con ello, adoptamos inconscientemente, una actitud de intransigencia que nos impide razonar; llegando así, a la incomprensión y falta de entendimiento entre los miembros de la familia.
Y a los jóvenes adolescentes, digo: con vuestros mayores, dialogad en calma y razonadamente, ya que mucho o algo podréis aprender de sus experiencias. No os dejéis influenciar por snobismos o tendencias de mentalidades juveniles inmaduras que, en su irreflexión o inferioridad pretendan induciros a tomar una actitud de rebeldía hacia vuestros padres que, salvo algunas excepciones, pueden enseñaros el fruto de sus experiencias, si a ellos os acercáis. Respetad a vuestros padres, ya que también a padres llegaréis a ser.
Seamos comprensivos, y no nos aferremos nunca a nuestro punto de vista, para no ofuscarnos; porque, esa actitud nos conducirá a la intransigencia generadora de desarmonía. Escuchemos y analicemos siempre las razones de la otra parte, esposa o esposo, y de aquellos con quienes convivimos.
Aprendamos a ceder. El más inteligente, el más sensato es, aquel que sabe ceder a tiempo en el comienzo de cualquier divergencia, aun cuando considere tener la razón o estar en lo cierto; ya que, la verdad de la cosa en cuestión, habrá de conocerse y verse con claridad, horas o días después; con lo qué, la parte que haya sabido ceder, será la más gananciosa.
Adoptando una actitud mental de observación y control de la emotividad, podremos evitar muchos disgustos, que son perjudiciales para la salud y la armonía necesaria en el hogar, y de ese modo mantener viva la llama del amor conyugal y familiar, indispensable para un hogar más feliz; así como afianzar la unión de esas almas que, en su eterno camino de ascensión espiritual vienen unidas en familia.
Necesario es conocer que, son muchísimas las familias que sus componentes vienen unidos ya desde vidas anteriores: ya por lazos de amor, ya por lazos de odio. Y que, en este último caso encarnaron con el compromiso y propósito de trasmutar ese odio en amor, a través de los lazos de la sangre y convivencia familiar.
Sabemos que, la gran mayoría de las uniones conyugales son reajustes de viejos desajustes en vidas pasadas, y en muchos casos, enemigos o litigantes que, la Ley une por medio de los lazos de la carne, para que en esa unión del diario vivir en los intereses comunes, vayan creando ese acercamiento espiritual necesario.
Por ello, hemos de hacer todo el esfuerzo posible para mantener la armonía en el hogar, por medio de la comprensión mutua, que lleva a un ceder prudente. Y de ese modo vaya surgiendo el amor espiritual, que conduce a la armonía plena de las almas. Armonía que va sublimando el Espíritu de los cónyuges y demás miembros de la familia, para alcanzar los planos de felicidad en la otra vida, y continuar ascendiendo en la escala evolutiva.
Muchos son los espíritus que encarnan unidos en familia, para el reajuste de viejos desajustes y errores. Y cuando ese reajuste no llega a efectuarse en la encarnación actual, por rechazo de alguna de las partes del compromiso hecho antes de encarnar, esas vicisitudes volverán a presentarse en vidas humanas posteriores, que pueden ser más difíciles. Por ello, necesario y conveniente es superar, ahora, toda desavenencia.
Si alguno de vosotros tiene por compañera o compañero – esposa o esposo – a un ser dificultoso o incomprensivo, no dejéis de hacer todo el esfuerzo posible para ayudarle en su evolución; aun cuando tengáis que desafiar opiniones o prejuicios ambientales (de familiares o amistades), ya que de ese modo superaréis la prueba que os corresponda. Debéis saber que, a la hora de la muerte física, cada uno seguirá al plano espiritual que le corresponda por su grado de evolución. Y que, si os mantenéis unidos por el amor, continuaréis unidos en la vida espiritual.
No olvidéis que, venimos a la vida humana para realizar (interna y externamente) y para aprender a superar aquellos aspectos que nos impiden continuar la ascensión espiritual. Y que todo atraso en esta realización, por desidia, es de sufrimiento para el Espíritu, especialmente después de la vida humana.
De urgente necesidad es, revisar nuestra conducta en los aspectos citados. Necesario es cambiar de actitud mental y afectiva hacia una mayor comprensión en las relaciones conyugales, así como entre todos los miembros de la familia; a fin de mantener la armonía indispensable en las relaciones del hogar, y así contribuir a que, el hogar sea un refugio de paz y amor, y de progreso espiritual.
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Concluimos esta exposición, pidiéndoos que, no permitáis, jamás, que la desarmonía comience en vuestro hogar.
Vosotros, que estáis ya en el comienzo de las superaciones, que habéis comenzado a transitar por el camino de la ascensión espiritual; proponeos firmemente, ya como esposos, ya como hijos y hermanos, a evitar toda desarmonía en el hogar, todo enfado, que perjudican la salud del cuerpo y del alma, amargan la vida y producen un envejecimiento prematuro.
Y lo más importante es, que retardan el progreso espiritual que, como bien sabéis ya, es el verdadero objeto de la vida humana.
Con sentido amor fraterno,
El hogar y la familia II por: Sebastian de Arauco
El hogar y la familia II forma parte del segundo curso del conocimiento espiritual escrito por Sebastian de Arauco.