El Hogar y la familia
- Análisis de los hogares desarmónicos y sus causas.
- Superación de esas causas para convertir el hogar doméstico en un refugio de paz y amor.
Considerando la importancia que el hogar doméstico tiene en la vida humana y en el proceso evolutivo del Espíritu, presentamos al análisis de vuestra razón algunos argumentos sobre las relaciones en el hogar.
Todos anhelamos tener y vivir en un hogar feliz, que sea un refugio de paz después del trajín del diario vivir a que estamos sometidos en el mundo de hoy.
Pero, ¿qué hacemos para ello? Poco o nada.
Y salvo excepciones loables, hacemos lo opuesto a tal objetivo.
¿Por qué? Por la actitud egoísta de anteponer nuestro “yo” (amor propio, orgullo, y en algunos casos capricho) en las relaciones del hogar; todo lo cual induce a esos estados de intransigencia perturbadora de la armonía indispensable para que el hogar sea un refugio de paz y amor.
Y esto último no es una quimera, sino una condición de vida que está al alcance de quien quiera conquistarla. Porque, sólo conquistándola podrá disfrutarse.
La primera condición para un hogar feliz es, mantener la armonía entre los componentes del hogar, especialmente entre los esposos, que son la fuerza rectora y guía de la familia; ya que, un hogar desarmonizado carece de paz, y es a la vez un foco de atracción de vibraciones negativas y de seres invisibles de baja condición, y que son causa de trastornos afectivos entre los componentes del hogar.
Y para que haya armonía en el hogar, de absoluta necesidad es, aprender a amar, que es un dar de sí, de bondad y comprensión hacia todos los componentes de la familia.
Si cada uno de los miembros de la familia trata a los otros como desea que le traten, no habrá enfados ni reprimendas, no habrá lugar para desavenencias, tan perjudiciales para la buena armonía en el hogar.
De gran amargura es, ver el gran número de hogares familiares desarmonizados, consecuencia del egocentrismo y la falta de delicadeza en las relaciones conyugales.
Da pena ver como personas que se tiene por educadas en la sociedad humana, actúan en el hogar con falta de delicadeza, y en algunos casos con dureza, creando con ello un ambiente de desarmonía perturbadora.
Variados son los motivos productores de desarmonía en el hogar, como son los ademanes bruscos, las palabras agrias, las intransigencias, etc.; pero, la causa principal radica en el egoísmo de las partes o cónyuges, y a veces por algún otro familiar. Porque, el egoísmo con su secuela de: amor propio, vanidad, orgullo, afán de dominio, autoritarismo, etc.; es generador de desarmonías y desdichas entre los cónyuges y demás miembros de la familia.
Demostrado está, que no hay egoísta feliz, ya que la felicidad y el egoísmo son incompatibles.
Fácil es apreciar que, la mayoría de las desarmonías en el hogar, tienen su origen en la actitud egocéntrica que mantiene el esposo o la esposa, o ambos; por ignorancia de su propia condición, que puede modificarse observando los efectos de los propios sentimientos y reacciones.
Y esa actitud desacertada, va generando un desencanto entre los cónyuges, debilitando el amor conyugal, por lo qué, necesario es evitar todo comienzo de desarmonía en el hogar.
Las desarmonías suelen comenzar por divergencias sobre pequeñeces en el diario vivir o por falta de delicadeza en el trato diario que, con la repetición, va creando una atmósfera psíquica de desarmonía ambiental, de funestas consecuencias.
Cuando una de las partes quiere hacer prevalecer su criterio sin considerar el de la otra parte, comienzan las desavenencias. Y aquí, está el peligro; porque, con esa actitud desacertada, está emitiendo vibraciones negativas que atraen hacia ese hogar a entidades maléficas del mundo invisible, azuzando a las partes con sus vibraciones mentales desequilibrantes; convirtiendo a los esposos, padres, hijos y hermanos, en instrumentos de esas fuerzas negativas del mal.
¿Podéis imaginar lo que eso significa?
Si pudieseis ver esa escena grotesca, os espantaría.
Además, debéis saber que, esos estados afectivos de desarmonía, trascienden más allá del aspecto humano. Continúan en la vida postmortem, con grandes sufrimientos; ya que, según podéis apreciar por el capitulo que comienza en la página 132 del libro “Tres enfoques sobre la reencarnación”, pasamos a la vida del Más Allá con la misma actitud mental y afectiva que tengamos antes de ese paso.
Por ello muy necesario es, estar alerta y evitar todo comienzo de divergencia, practicando el diálogo razonado, aprendiendo a escuchar y analizar las razones de la otra parte.
Esto es también aplicable a los jóvenes de ambos sexos, entre sí y en las relaciones con los padres. Porque, dado la influencia de las nuevas ideas mal interpretadas, los jóvenes en el desconocimiento de su inmadurez psicológica, tratan de imponer su criterio juvenil a sus padres que, si bien casos hay con cierto grado de razón, los más carecen de ella. Y muchos jóvenes adolescentes argumentan que sus padres no les comprenden. Y ello es cierto en algunos caso; pero, yo les pregunto, ¿tratan ellos por su parte, de comprender a sus padres? La mayoría no, y se apartan de sus padres, en vez de acercarse a ellos y aprender de su experiencia.
Si queréis tener y disfrutar de un hogar donde reine la paz y la armonía, imprescindible es que os propongáis, desde ahora mismo, hacer todo el esfuerzo posible en contribuir a la felicidad de la otra parte y demás miembros de vuestro hogar, superando el egoísmo y el amor propio; y pronto comenzaréis a sentir en vosotros mismos una sensación más agradable de la vida, sensación que la armonía mental-emocional produce. Y esto no es tan difícil. Haced la prueba, comenzando hoy mismo al llegar a vuestro hogar, y esforzándose en mantener esa sintonía.
Cuando la esposa ponga todo su empeño en evitar todo comienzo de divergencia y el esposo haga lo mismo; cuando ambos se propongan firmemente a no permitir desavenencia alguna entre ellos, antes bien ceder en sus derechos (y aquí está el punto más difícil, por el orgullo y amor propio, que demuestran inferioridad de carácter), cuando cada uno de los cónyuges trate de hacer feliz al otro en todo sentido, y esto no es tan difícil; ese hogar irá siendo impregnado de vibraciones de armonía, y la paz reinará en ese hogar.
Aun cuando sencilla, ésta es la fórmula maravillosa para la felicidad conyugal y del hogar. ¿Difícil? No, no es tan difícil si os proponéis con determinación firme.
Si ansiáis la paz en el hogar, bien vale la pena hacer el esfuerzo.
Con el fin de conocer un poco más sobre el origen de las desarmonías en el hogar, analicemos brevemente otros aspectos, a fin de conocerlos y evitarlos. Vamos a referir sobre las discusiones porfiadas y sus consecuencias.
La causa que más contribuye al desencanto y enfriamiento en las relaciones conyugales son, las discusiones o disputas que enardecen o excitan la emotividad.
Si queréis mantener ese encanto, esa atracción mutua, esa admiración, ese deseo de acercamiento que llevó al matrimonio a aquellos de vosotros que estáis casados, y que también llevará a las jóvenes parejas a unirse para la formación de un hogar que añoran, pleno de felicidad, indispensable es, evitar toda discusión en el comienzo mismo de cualquier divergencia, por pequeña que sea. Tomar esa decisión y mantenerla, es importantísimo; pues, es en el comienzo cuando hay que atajar el mal.
Las discusiones o disputas en el hogar, son altamente perjudiciales en todo sentido, porque excitan la emotividad. Y ésta incide y ofusca la facultad raciocinativa de la Mente e impide razonar. Y las personas muy emotivas, llegan a perder el control de sus reacciones, con los consiguientes perjuicios.
Pero, a más de eso, ese estado de descontrol psíquico, produce desarmonía mental-emocional y gran derroche de energías, a la vez que un desequilibrio en el sistema glandular, o glándulas de secreción interna, como el hígado, páncreas, bazo, pituitaria y otras, alterando su funcionamiento; con el consiguiente perjuicio para la salud. Además, afecta en alto grado al sistema nervioso; ya que el magnetismo generado en esos momentos de disputa, incide en las neuronas, con la consiguiente pérdida de energías nerviosas.
Como en las discusiones y disputas, la mayoría no sabe controlarse, suelen salir palabras ofensivas o frases (y generalmente acontece, aunque mucho depende de la educación de las partes) que lastiman la sensibilidad de las personas sensibles; porque las frases hirientes y palabras duras, hacen impacto en la facultad del alma humana, alterando la serenidad; con lo que se va produciendo un desencanto en los cónyuges, que poco a poco va debilitando el amor conyugal, tan necesario para la vida en común y para su progreso espiritual.
Y cuando hay niños pequeños, esas escenas, así como las palabras y frases pronunciadas en esos momentos de descontrol, se graban en la mente de los niños e influirán mucho en su vida. Ante esta responsabilidad, meditad los que sois padres.
Todas, o casi todas, las discusiones desagradables y enfados en las relaciones de familia, comienzan por nimiedades, pequeñeces de la vida diaria en común.
Y es ahí, en el comienzo, donde hay que controlarse, no dando a las cosas más importancia de la que realmente tienen.
Nunca habrá desavenencias, si cada una de las partes está determinada a poner su parte para evitarlas. Y la parte más inteligente, la más sensata, será la que sepa ceder en el comienzo, evitando con ello males mayores.
Y en las jóvenes parejas, las discusiones y enfados caprichosos, van produciendo un desencanto que, poco a poco, va matando el amor conyugal. No hay hogar feliz, donde los esposos tengan el mal hábito de discutir.
Y la grandísima mayoría de las separaciones conyugales, se deben a la funesta costumbre de discutir (disputar), lo que puede y debe evitarse con el diálogo razonado.
¿Habéis visto el aspecto desagradable que ofrecen dos o más personas discutiendo acaloradamente? Penoso, ¿verdad?. Pues, en ese espejo, debemos mirarnos.
Diversos y variados son los aspectos y motivos que pueden llevar a la discusión y ésta a degenerar en disputa acalorada, si las partes no se controlan en el comienzo.
Las causas principales suelen ser: educación deficiente, falta de delicadeza, vulgaridad, quisquillosidad, amor propio, orgullo, falta de control sobre la emotividad y…
egoísmo. Porque, el egoísmo es exigente, absorbente, dominante, amargando la vida de quien lo alimenta, y de quienes están a su lado.
Las personas egoístas, son incomprensivas e intransigentes con todo aquel que no piense y actúe como ellos quieren, con lo cual van creando un estado mental y afectivo de egocentrismo y aislamiento psíquico, que irá amargando sus vidas.
En toda divergencia de opinión, necesario es razonar. Y para razonar, imprescindible es mantener la calma. Controlarse en el momento mismo del comienzo de cualquier divergencia.
Repito, la parte más sensata, la más prudente, deberá ceder; evitando con ello, males mayores. No importa que considere tener la razón; quien la tenga, se verá posteriormente. Pero, quien aprenda a ceder, mantendrá la armonía en el hogar, que es lo más importante.
Puede que alguno considere que ello va en detrimento de su personalidad; muy por el contrario, irá adquiriendo superioridad moral, por la fortaleza que en sí va desarrollando.
Controlarse en el comienzo o cuando se ve venir el problema, es la técnica más eficiente a emplear por toda persona sensata, todo aquel que se tenga por civilizado, quien espere gozar de paz mental-emocional y salud.
Y para razonar en todo diálogo, necesario es mantener la calma y controlar la impaciencia.
¡ C A L M A! ¡¡C A L M A!! ¡¡¡C A A A A A L M A!!!
Esta palabra pronunciada o mentalizada lentamente, lentamente, al comienzo de cualquier contratiempo, impaciencia o incomodidad, tiene una fuerza magnética, mágica, que la Mente imparte a la facultad emocional del alma humana y actúa como freno sobre los impulsos.
Y aplicándola esta palabra mágica con frecuencia, se establece el hábito; con lo que se consiguen resultados sorprendentes. No lo dudéis.
Ponedla en práctica en todo momento de impaciencia o preocupación, y pronto apreciaréis sus magníficos efectos. Todo está en adquirir el hábito. Y una vez adquirido, éste actuará automáticamente.
Proponeos con determinación firme, a no enfadaros y controlar los impulsos, haciendo uso frecuente de este vocablo mágico:
¡¡¡C A A A A A A L M A!!!
Y muy pronto comprobaréis los resultados.
El amor conyugal es análogo a una planta floral que, cuidándola con esmero puede dar y da hermosas flores que embellecen el ambiente.
Así mismo, el amor conyugal cultivado con esmero, embellece la vida del hogar y hace la vida agradable; pero, cuando no se cultiva o maltrata en el diario vivir, languidece y muere.
Así pues, para tener paz y armonía en el hogar, indispensable es cuidar con esmero el amor conyugal, que es un dar de sí y nos conduce a la comprensión.
Mantener la armonía, evitando toda disputa y palabras impropias, practicando siempre el diálogo razonado, por medio del cual se hallará siempre la solución.
Ya que, de este modo, la facultad raciocinativa de la Mente, puede entrar en acción, lo que es indispensable para la solución de los problemas, superación de las circunstancias y vicisitudes cuales sean. Por el contrario, con las disputas que excitan la emotividad y turban la razón, dificultan la solución.
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Os pido analizar y meditar sobre los argumentos expuestos, que pueden ayudaros a conquistar la paz y la armonía en el hogar, indispensable para una convivencia feliz y progreso espiritual.
Con sentido amor fraterno,
El hogar y la familia por: Sebastian de Arauco