Educación para la muerte: lema de las 9ª Jornadas Espíritas del Mediterráneo, en las cuales se consideró la necesidad de introducir tan delicado tema en las aulas, tal y como se lleva a cabo la educación sexual. Es, en efecto, un tema delicado, por cuanto ambos conceptos han sido considerados tabú y se han obviado deliberadamente como si fuera un problema inexistente. El primero por un falso pudor que ha llevado a cometer numerosas equivocaciones, precisamente por desconocimiento y por una férrea represión, y que hoy, como estamos viendo, se han relajado las costumbres (a mi modo de ver).
La segunda, la muerte; ni siquiera se ha pensado, ni se piensa en ella cuando llegamos a este mundo y vamos creciendo. Festejamos uno por uno los años que vamos cumpliendo, y nadie nos ha enseñado que cada año que cumplimos es uno menos que nos queda para llegar al final que, ineludiblemente, llegará. Así pues, sí: educación para la muerte es necesaria; pero una educación para los adultos; enseñarles que no se vive eternamente; que no existe nada que nos asegure el futuro, y que cuanto nos afanemos en poseer: dinero, poder, influencias, fama…, aquí se quedará, nada de ello nos podremos llevar al otro mundo, que es donde sí se vive eternamente y donde nada de aquello es necesario. Que estamos aquí con la finalidad de mejorarnos moralmente para el mundo que nos aguarda al final del paso por la Tierra; enseñar que la muerte no existe, porque seguimos viviendo; porque el alma o espíritu solo abandona el cuerpo, que es el que perece; enseñar a tener esperanza, a tener fe en ese futuro cierto; enseñar a contemplar la muerte física como una realidad natural, que forma parte de la vida en el planeta; y que, según las leyes de Dios, todo se transforma, nada muere; enseñar que se debe abordar el tema sin miedo, que cuando se tenga que hablar de ello se haga con toda naturalidad; y si nosotros lo hacemos así, los niños, que solo necesitan ver y oír para imitar, irán adquiriendo esos conocimientos sin ningún esfuerzo. Es mi propia experiencia: en uno de los artículos que he escrito comenté que, a los seis años, hice una pregunta y una reflexión que, por supuesto, en aquel momento no tenía idea de que lo era. La pregunta fue: “¿Qué es un espíritu?”. Obtenida la respuesta, mi reflexión: “Entonces, cuando yo me muera seré un espíritu”.
Una niña de seis años había aprendido, a fuerza de escuchar, que un día habría de morir, y aunque no tenía el conocimiento exacto del fenómeno, saber que este no existe no le procuraba ningún temor ni inquietud.
Hoy, con muchos años, puedo asegurar que ir creciendo sin olvidar nunca lo que somos; de dónde venimos y hacia dónde vamos; no dejar pasar nunca la oportunidad de aprender, dándole a la vida material la importancia que realmente tiene, todo ello nos proporciona una nueva dimensión de cómo es y de cómo deberíamos vivirla.
Aprender desde pequeña lo que es en verdad la muerte ha hecho que ahora, cuando se la siente más cercana, se la espere con serenidad y sin temor.
Después, la vida sigue.
Educación para la muerte por: Mª Luisa Escrich
© Amor, Paz y Caridad, 2019