Mahatma Gandhi[/infobox]
Esta frase de Gandhi, anticipa en varias décadas el germen peligroso en el que la sociedad se ha instalado; al abandonar los principios esenciales de las responsabilidades y deberes que todos tenemos en la convivencia en sociedad.
Hoy día nuestra sociedad tiende a prescindir de todos aquellos conceptos que conlleven compromiso, esfuerzo y responsabilidad en la asunción de las consecuencias que nuestros propios actos generan.
Lamentablemente, las modas sociales, las faltas de liderazgos ejemplares en todos los órdenes; religiosos, políticos, sociales, espirituales, etc. y el hedonismo imperante que moviliza la conducta humana en la única búsqueda del placer inmediato, sin reparar en las consecuencias de nuestras actuaciones, nos están llevando a una sociedad desestructurada en cuanto a los principios esenciales de la condición humana.
El hombre; si por algo debe caracterizarse, ha de ser por vivir en sociedad respetando los derechos de los demás, desde unos principios éticos que le hagan comprender la necesidad de que todos asuman sus deberes y responsabilidades; exigiendo igualmente sus derechos, pero no sin antes ejercer y asumir sus propias obligaciones.
Estamos viviendo la encrucijada de la confusión entre lo “correcto y aparente” por un lado, y en este sentido, vivimos en una sociedad donde la imagen sustituye a los acontecimientos reales con mucha facilidad. Lo que los medios presentan se confunde con la realidad; ya que parece que aquello que no aparece en los medios audiovisuales no existe.
Vivimos ante el reto constante de necesitar ejercer nuestro discernimiento para no dejarnos contaminar con aquella visión de la realidad que los que crean opinión y ofrecen información intentan que creamos.
Esto, propio de todos los países sin excepción; es el mayor ataque a nuestros derechos y libertades desde la época de las tiranías anteriores a la revolución francesa. Apenas nos damos cuenta, pero somos víctimas, muchas veces inconscientes, de la propia inercia y rapidez de los acontecimientos.
Corremos el serio peligro de abandonar nuestra condición humana de seres libres, responsables y con capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto; para pasar a convertirnos en individuos alienados; disminuidos en nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos aquello que es veraz, correcto y acorde con nuestros principios de aquello que atentan directamente contra nuestra propia libertad de pensamiento y actuación.
Muchas voces, sociólogos y psicólogos sociales, están advirtiendo del problema con antelación. Lamentablemente nos cuesta darnos cuenta de la utilización de la que estamos siendo objeto en todas las partes de este planeta; dónde nuestro juicio, nuestra capacidad de libertad y nuestros derechos esenciales de vida y elección están viéndose constantemente amenazados por el materialismo imperante y las corrientes de opinión que, sibilinamente, nos inducen a aceptar sin análisis ni discernimiento alguno lo que es “correcto” de aquello que no lo es o está fuera de la moda del momento.
Siempre el hombre ha luchado por sus derechos y libertades desde la razón y la responsabilidad; pero en una sociedad alienada como la actual, es verdaderamente difícil mantenerse libre en cuanto a conductas, pensamientos y actuaciones se refiere.
Nos marcan el camino de lo correcto, nos indican que debemos y que no debemos pensar, nos obnubilan con los placeres efímeros de una realidad que difícilmente podemos alcanzar; y mientras tanto vamos perdiendo a pasos agigantados libertad, derechos, capacidad de raciocinio y voluntad propia.
¿Cómo combatir esta sociedad hedonista que todo lo ensucia y enmascara? Sin duda mediante principios personales y asunción de responsabilidades y deberes. El hombre libre es consecuente de sus actuaciones, saber firmemente cuales son sus derechos y obligaciones, y tiene la capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto; sin que esto suponga aceptar las modas o corrientes que la sociedad alienada intenta imponer como pautas de conducta.
Conquistemos nuestra libertad desde la responsabilidad y el discernimiento. Es el mayor logro que podemos alcanzar en esta sociedad desquiciada por equivocar el foco que conduce a la felicidad; sociedad que la busca en los placeres inmediatos, en el acaparar bienes y fortunas; sin percatarse que la verdadera felicidad se encuentra dentro de uno mismo. Siendo responsables de sus propios actos; aceptando sus vicisitudes y contratiempos con fortaleza y voluntad. Llevando a los demás un ejemplo claro y diáfano de los mejores principios de igualdad, libertad y fraternidad que sólo se conquistan desde el respeto mutuo entre los individuos que forman esta sociedad.
Reflexionemos sobre la sociedad en la que nos vemos inmersos; defendamos con todas nuestras fuerzas los principios que nos humanizan y nos alejan de la animalidad irreflexiva a la que nos llevan las bajas pasiones. Fortalezcamos nuestro interior con la respuesta sosegada y firme ante las dificultades; sin rebelarnos ante los contratiempos. Afloremos de nuestro interior esos recursos internos que todo hombre posee y que muy pocas veces utilizamos al no recurrir a nuestro discernimiento y voluntad.
La voluntad, el raciocinio y el libre albedrío nos diferencia de los animales; seamos conscientes de esta situación y luchemos con fuerza porque nada ni nadie pueda arrebatarnos nuestra libertad y nuestros principios éticos y morales.
Antonio Lledó Flor
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