DAR

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Dar
Esta sencilla palabra no tiene rodeos y encierra un gran contenido, en el dar es donde se demuestra el grado de desprendimiento que de uno mismo se tiene en favor del bien común, lo que equivale también al grado de amor; o su ausencia muestra todo lo contrario, el grado de apego que tenemos hacia los bienes materiales, lo que consideramos nuestro, es decir la medida de egoísmo que rige nuestro rumbo en la vida.
Porque dar no es sólo el sentido que encierra fríamente la palabra, dar es un gesto, es la voluntad y la intención, el sentimiento que se pone con el mayor cariño y deseos de ayudar. Es algo que nos nace del fondo del corazón. Por eso dar halla su valor en ese sentimiento noble y limpio que se pone y que no tiene precio.
 
Siempre tratamos de darle un significado espiritual a los análisis que hacemos dentro de esta sección. Y como siempre, no nos quedamos con el aspecto material de las palabras. El significado que hallamos cuando hablamos de dar, no es el de dar cosas, sino el de darnos en alma y corazón. De dar una parte de nosotros cuando nos relacionamos con los demás, en especial cuando tratamos con personas necesitadas en cualquiera de los aspectos que pueda ser. Si damos un trozo de pan sin más, por la obligación moral que sentimos de atender a los necesitados, está bien, pero desatenderemos a esa persona en su parte interior que necesita algo más en el fondo, aunque lo primario sea el alimento. Pero si damos con el trozo de pan algo más, si damos nuestra comprensión, esta persona lo recibirá agradecida, tocada en sus fibras más sensibles y quedaremos en su recuerdo como un bálsamo que le ayudará a sobrevivir con más dignidad y con más ansias de luchar para seguir con su prueba o destino con mejor ánimo, le habremos dado la causa para seguir viviendo sin aborrecer su miseria y su desgracia.
 
“No hay hombre tan pobre que no tenga algo digno que dar”. Son palabras de Lope de Vega, que confirman lo que estamos diciendo. Dar no es privilegio de los ricos, éstos pueden dar parte de su dinero, ayudar en el aspecto material, pero dar amor, ayudar con el trabajo, dar cariño, ofrecer una sonrisa, socorrer en un momento dado, acompañar en la soledad, incluso enseñar, educar, y mil detalles más, es algo que sólo lo pueden dar aquellos que posean estas cualidades, indiferentemente de su condición social.
 
La felicidad no se puede comprar a ningún precio, ni se puede dar tampoco, a menos que se tenga un corazón alegre, jovial y optimista que sepa transmitir las ganas de vivir, que ayude a superar los momentos angustiosos, que se dé a sí mismo, dando a los demás la satisfacción que se siente cuando se es querido de verdad, y se está seguro de que se puede contar con alguien que es sincero y que nunca le va a echar en cara lo que de ayuda haya podido ofrecerle.
 
Cuando logramos darnos de verdad, de corazón, es cuando en realidad estamos progresando, es cuando hacemos las cosas por los demás igual que si lo hiciéramos por nosotros mismos, es también entonces cuando la persona lo siente así y se ve henchida de felicidad al poder decir, tengo algo que vale la pena de verdad, no tengo bienes materiales, ni riquezas, pero tengo algo que no se puede comprar con todo el oro del mundo, tengo amigos sinceros, me siento rico, me siento el hombre más feliz porque  he sido honrado con la dicha de saber que me estiman y me aprecian de verdad.
 
Pero hay una cosa que entorpece estos buenos sentimientos y deseos de ayuda que nuestro espíritu nos lanza y que nos señalan el camino correcto para elevamos espiritualmente, y esto sucede cuando dejamos que nuestra mente intervenga, cuando después de escuchar la voz de la conciencia y el corazón, le damos vueltas a la cabeza y dejamos que ésta intervenga, es entonces cuando surgen las pegas, y ya no nos parece tan buena la idea, nos excusamos, nos sale el egoísmo y la comodidad, el orgullo y los defectos materiales, que siempre acechan, y muchas veces estos nos ganan la partida y no nos dejan hacer lo positivo, lo correcto y la ayuda al semejante.
 
Cuando hacemos las cosas por cubrir el expediente, por hipocresía, con mala cara, es una lástima porque hemos perdido una oportunidad de cumplir con la palabra de Dios, con la enseñanza del Maestro Jesús “Haced a los demás lo que quisierais que hicieran con vosotros” y demostrar que estamos en el camino del amor, en el camino de la evolución que nos enseñan las leyes espirituales. ¿Qué comprensión de las Leyes Universales demostramos si no somos capaces de damos cuando se nos presenta la ocasión?
 
En el dar de esta forma, es donde encontramos la verdadera felicidad, quien no ha puesto esto en práctica no sabe de lo que estamos hablando, pero el que ha dado con sentimiento, el que se ha entregado a los demás desviviéndose por ellos, ha sentido la plena satisfacción interior del espíritu que se ha realizado sin egoísmo, sin miramiento hacia sí mismo y se ha visto embargado por sorpresa de un sentimiento de paz y de dicha inigualable, que no se parece en nada a las satisfacciones que se pueden lograr a nivel material. Las satisfacciones a nivel material pronto se desvanecen y quedan en nada, no ayudan a vivir con alegría. Las satisfacciones espirituales nos dan fuerza, alegría, optimismo, nos cargan las pilas para  salir un nuevo día pletóricos de entusiasmo para cumplir con nuestras responsabilidades diarias y con la sana intención de servir de ayuda y de apoyo a nuestros semejantes, y nos da también fe para superar las dificultades y valor para emprender empresas difíciles.
 
“Dad y se os dará” dice el evangelio, que más claro lo queremos, sólo nos falta convencernos, hacer nuestra esta frase tal como lo ejemplarizó el Maestro. Porque ahí nos está diciendo que dando es la forma más rápida de enriquecernos, seremos ricos de amor, de caridad, de humildad, de valores que no se pierden sino que se engrandecen en el mundo espiritual y que nos compensarán de forma insospechada cuando el Padre nos llame en el otro lado y nos diga esto es lo que has ganado en tu estancia en la Tierra con tus obras, mientras otros querrían trabajar y cobrarlo en la Tierra, tú con tu trabajo desinteresado, con tu ayuda abnegada, por darte a ti mismo en tus acciones has subido en tu grado de evolución, goza ahora de la dicha del plano que has alcanzado y sigue trabajando.
 
Esto es algo que sólo lo podremos apreciar cuando dejemos nuestra materia, pero ahora tenemos la satisfacción interna que nos transmite nuestro espíritu cuando hacemos algo por los demás, como lo marca la ley, dándonos a nosotros, si aún no hemos sentido esta felicidad es porque aún no lo hemos practicado, porque algo en nuestro interior nos impide ponerlo en práctica y nos está haciendo perder el tiempo sin duda alguna.
 
© Amor, paz y caridad
 
Dar no significa simplemente despojarse de cosas, sino enriquecer al otro con los propios valores.
B.T
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