CONSTRUYENDO UN CARÁCTER

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Construyendo un carácter

Construyendo un carácter

 

“Educar consiste en formar al ser humano en hábitos positivos”

Esta definición de educación, como tantas otras, pone en evidencia la importancia de los hábitos en el desarrollo psicológico y personal de los seres humanos. Pues bien, si ya es de suma importancia y trascendencia la educación formal de valores positivos y éticos, de buenos ejemplos, etc., para el buen desarrollo del ser en su etapa de infancia y juventud, no es menos trascendente desde el punto de vista espiritual bajo la amplitud que se nos ofrece al comprender la pre-existencia del alma y su trayectoria milenaria.

La psicología nos confirma que el desarrollo de la futura personalidad, equilibrada o perturbada, emocionalmente estable o desarmonizada, viene fuertemente condicionada, entre otros aspectos, por la educación recibida durante el periodo infanto-juvenil, por las características socio-económicas, familiares y de relación, por las creencias y por todo lo que rodea el ambiente donde nos desenvolvemos, todo lo cual aprendemos como esponjas imitando cuando somos de corta edad.

“Los buenos hábitos formados en la juventud marcan toda la diferencia”

Aristóteles  – Filósofo Griego, s. III a.C.

La acción genera el hábito y este, mediante automatismo y repetición, constituye una naturaleza diferente que se incorpora a la conducta. Esa naturaleza hace referencia a cómo son esos patrones de conducta, de manera que si son pensamientos, acciones o sentimientos perturbadores de baja condición moral o de inexistencia de valores éticos, nuestros hábitos formarán un carácter de esa misma naturaleza. Por el contrario, si nuestras acciones son de desarrollo de la voluntad y de valores morales, si nuestros pensamientos se dirigen al bien y a la obtención de una vida equilibrada y saludable, nuestro temperamento se irá construyendo de forma segura y firme, creando en nosotros y a nuestro alrededor las condiciones de armonía y bienestar de una conducta recta y una conciencia limpia.

“El éxito real en la vida se basa en los patrones de una conciencia libre de conflictos, armonizada con los ideales que buscamos”.

Divaldo Franco – Libro: Liberación por el Amor

Son estos hábitos o patrones los que, además de formar nuestro carácter, permiten los sentimientos adecuados para una vida armónica. El enfoque del conocimiento que la ley de la reencarnación nos ofrece amplía sustancialmente la comprensión de la importancia de los hábitos adquiridos.

De ahí que en las primeras etapas de las vidas físicas, cuando todavía permanecemos bajo la anestesia de la reciente encarnación, sea mucho más fácil educar e impregnar en el carácter del niño los hábitos positivos, corrigiendo las tendencias y pulsiones del carácter equivocado que su ancestral herencia y atavismo trae incorporado de vidas anteriores. En la Grecia clásica, filósofos como Platón, explicaban su concepto de las ideas innatas, o del recuerdo del alma, afirmando que: “aprender es recordar lo que ya se sabe”. Con ello daba a entender que muchas tendencias, hábitos, instintos y habilidades son propias del alma inmortal y son susceptibles de modificar y corregir a través de una educación adecuada si se considera que pueden ser perjudiciales en la formación del carácter del niño.

Actualmente, la moderna psicología confirma las tesis de Platón al afirmar que nuestro inconsciente profundo guarda celosamente el archivo de las experiencias anteriores, no solo las de las etapas prenatales o de infancia, sino también las de vidas anteriores.

Todo ello tiene su confirmación en las prácticas de TVP (Terapia de Vidas Pasadas) o de regresión de la memoria, donde se comprueba que el recuerdo de actos emocionalmente impactantes en la vida de la persona  (una muerte traumática, un suicidio, etc.) permanecen a pesar del transcurso de las vidas físicas, condicionando incluso la psicología de la persona en vidas posteriores, cuando cualquier recuerdo espontáneo hace aflorar del inconsciente el sentimiento de aquella emoción perturbadora, llegando a ocasionar traumas, fobias y manías (neurosis) que le impiden una vida mental o emocional equilibrada.

Además, este conocimiento pone en evidencia la importancia de los hábitos adquiridos en vidas anteriores cuando estos son perturbadores. Esos patrones de conducta en los que nos refocilamos en el pasado suelen aflorar en el presente mediante varios mecanismos de recuerdo o resonancia, a saber: los reflejos condicionados, los automatismos y los reflejos inconscientes son los mecanismos de los que se vale nuestra alma para aflorar la conducta automática de esas acciones que, repetidas en el pasado, crearon un patrón de conducta que de nuevo aflora, se manifiesta y nos condiciona porque forma parte de nuestro carácter que no hemos sabido o querido modificar.

Reeducarnos es uno de los objetivos de la vida para alcanzar el progreso que necesitamos en busca de la felicidad; por ello, en esa oportunidad que la vida nos brinda en cada existencia, es el momento adecuado de invertir los hábitos perniciosos, deprimentes o esclavizadores que nuestros vicios, defectos y pasiones descontroladas forjaron en nuestro carácter a base de repetirlos una y otra vez.

“El hábito de pensar y actuar correctamente es indispensable para una vida digna. La gratitud debe presidir los hábitos del ser humano para formar un carácter purificado por los actos que realizamos.”

Divaldo Franco – Libro: “Liberación por el Amor”

Como todo comienza en la mente, el pensamiento se convierte en el motor dinamizador que permitirá esa transformación. Un cambio que primero ha de operarse en nuestra forma de pensar, valorando la inmortalidad del alma y la transitoriedad de la vida, la importancia de esta última como oportunidad de progreso y la necesidad de aprovecharla en la búsqueda de la felicidad que se construye interiormente a base de paz, serenidad y satisfacción personal por el cumplimiento del deber y responsabilidad ante nuestros actos.

Cuando comenzamos a pensar de esta manera, vamos cristalizando a nuestro alrededor las condiciones; vamos forjando las causas de nuestra reeducación del carácter, y lo que comienza en el pensamiento se materializa en la emoción, sublimada en el sentimiento, para posteriormente formar la nueva realidad interior que se plasma en el exterior a través de nuestra nueva conducta.

Otro aspecto importante ligado a la formación de hábitos positivos que construyen una conciencia recta es la gratitud por todo lo que la vida nos ofrece y que no somos capaces de valorar convenientemente: La salud, la alegría, la libertad de conciencia y pensamiento, el cariño, el afecto, la honradez, la oportunidad de vivir, sentir, relacionarnos, aprender y crecer, etc. son aspectos que enriquecen la vida y le dan sentido.

Un hábito o patrón negativo solo se invierte o se corrige pensando, habilitando y actuando en sentido contrario a su naturaleza, y a base de esfuerzo, voluntad y repetición. Pongamos un ejemplo, cuando somos avariciosos o egoístas, el hábito contrario es la generosidad y la caridad. Si nuestra tendencia, acciones y pensamientos se encuentran revestidos de esta deficiencia moral, la única forma de corregirlo es trabajar en el bien con altruismo, pensando en las necesidades de los demás, adquiriendo hábitos de esfuerzo y ayuda al prójimo desinteresadamente, y esculpiendo esos patrones en nuestro carácter. De esa manera, el egoísmo se va diluyendo y vamos desarrollando el hábito contrario. 

La certeza de que nuestro temperamento se forja con los hábitos nos obliga a esforzarnos por mejorar cada día aquellos aspectos de nuestro ser interno que no son acordes al bien y al equilibrio mental-emocional. Pues con este esfuerzo alcanzamos lo mejor de nosotros mismos; conseguimos una conciencia armónica, sintonizada con los ideales de la libertad, el amor y la razón de ser que nadie puede quitarnos, al ser atributos íntimos del alma y etapas del proceso evolutivo que deberemos conquistar para nuestra felicidad.

Construyendo un carácter por: Redacción

©2021, Amor Paz y Caridad

«La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo».

«Reflexiones sobre el amor incondicional» (1998), Mahatma Gandhi

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