El mes anterior nos ocupábamos de cuál sería la actitud que habría de conseguir el hombre nuevo para poder formar parte de la Nueva Sociedad que se avecina, recalcamos la necesidad de un cambio interno a fin de alcanzar las vivencias que se necesitan para afrontar con éxito la sociedad del mañana, atesorando ya hoy las cualidades que serán precisas, siendo ésta la única forma de poder transmitir a los que nos rodean la esperanza de un futuro mejor.
Ahora bien, estas características y cualidades que hemos de atesorar implican un riesgo: la incomprensión del resto de la sociedad y el rechazo de muchas personas. Este tipo de inconvenientes deberán ser afrontados con la sólida y firme base del convencimiento interno, apoyado en una fe razonada que dirija conscientemente todas y cada una de nuestras actuaciones.
Sólo de esta forma podremos sobreponernos a las incomprensiones de los demás, que sin duda entenderán como falto de sentido un cambio espiritual en nuestras vidas que nos lleve a atesorar las cualidades morales que hoy día se encuentran en desuso en nuestra humanidad.
El riesgo que implica afrontar las dificultades que se nos presenten, será sin duda recompensado por una mayor fortaleza espiritual, que irá desarrollándose en nuestro interior a medida que vayamos superando los obstáculos. No nos engañemos; siempre que acontece un cambio brusco a la humanidad, gran parte de ella se resiste a admitirlo, puesto que ello implica replantearse de nuevo su concepción sobre la Vida, y esto no es siempre del agrado de todos.
Por ello, las personas que afronten la decisión de ser portavoces de este cambio que se avecina, que no les quepa duda que tarde o temprano estarán sometidos a la aceptación de unos y la crítica de otros. En esos momentos críticos, será necesario hacer acopio del equilibrio interno y fortaleza necesarios que nos permitan actuar con la ecuanimidad suficiente, sin dejarse llevar por el acaloramiento del momento y serenando el ánimo lo preciso, para entender que no todas las personas que nos rodean están en condiciones de comprender este cambio y por consiguiente nuestra actitud.
Llegará un momento en que sin proponérnoslo, los acontecimientos pondrán de manifiesto las verdaderas intenciones de todas las personas, y entonces podremos llevarnos la sorpresa, al comprobar cómo algunas personas, que creíamos preparadas y en condiciones, se encuentran a años luz de entender nada de lo que se avecina, y por el contrario, debajo de su envoltura material anidan todavía deseos egocéntricos fuertemente arraigados. Y a su vez, muchos de aquellos que pueden pasar ante nosotros ignorados por su sencillez y modestia, se descubrirán con la grandeza de la humildad en sus corazones, habiendo atesorado de antemano la necesaria predisposición de este nuevo orden social, donde lo verdaderamente importante será la adquisición interna del amor al prójimo.
De aquí se deduce, la importancia y la gran responsabilidad que tenemos todos aquellos que afrontando con decisión esos momentos, sepamos situarnos en el lugar preciso. De nuestra actuación dependerá en gran medida el que unos se inclinen hacia un camino u otro, y por ello es tremenda nuestra responsabilidad.
En los momentos de mayor tensión habrá que hacer acopio de serenidad, tolerancia y comprensión, para que este ejemplo ilumine el camino a seguir para los indecisos. Aquellos que por un gesto, una palabra, un ejemplo o una mala conducta puedan inclinarse hacia un lado u otro.
Seamos capaces de afrontar este papel con la decisión que se precisa y con el fuerte convencimiento interno que debe presidir todos nuestros actos. Estas dos cualidades serán imprescindibles en la sociedad del mañana, pero hay que hacerlas hoy realidad en nuestros corazones, a fin de ayudar a descubrir a los demás en qué consiste la verdadera fortaleza espiritual.
Afrontando inconvenientes, será sin duda el paso obligado de los decididos a pregonar la Nueva Sociedad hasta que ésta sobrevenga, de ello podemos estar seguros.
Pero manteniendo la fe y la esperanza en ese mañana no tan lejano, tenemos la fuerza suficiente para superar los obstáculos y salir airosos de los mismos. No nos importará el qué dirán ni la incomprensión hacia nuestra actitud por parte de los demás, ya que en todo momento seremos conscientes del futuro prometedor que espera a este planeta y que para muchos todavía constituye una quimera.
Propongámonos pues, atesorar firmemente el convencimiento interno y la determinación necesaria que nos lleven con paso firme y seguro a conquistar los logros que desde hace muchísimo tiempo están previstos desde el mundo espiritual para todos los hombres de buena voluntad.
N.A.L.