Amalia Domingo Soler, nació en Sevilla el 10 de noviembre de 1835. Es una de las figuras más preclaras del Espiritismo español. A los diez años empezaba a escribir hermosas poesías y que, como dice en sus Memorias:
«Figurándome que en Madrid tendrían más éxito mis escritos, y al mismo tiempo que el trabajo de la mujer era mejor retribuido que en Sevilla, me trasladé a la Corte donde, en realidad, trabajando vivía mucho mejor que en la capital andaluza. Pero tanto trabajé de día y de noche que mis ojos se negaron a seguir, fijamente horas y horas mirando la labor, y entonces comenzó para mi una serie no interrumpida de sufrimientos y de humillaciones inexplicables.»
Durante aquel cruento calvario de diecinueve años, llevado con indecible heroísmo, del que la sacó con vista el doctor Hysem, médico homeópata quien, como oculista, hacia curas asombrosas, tuvo la ocasión de oír hablar de espiritismo y hasta quien la leyese algún número de la revista madrileña ‘El Criterio’. Desde aquel día, dice en sus Memorias, «no descansé hasta encontrar una familia espiritista que tenia las obras de Allan Kardec; se las pedí prestadas, y muy poquito a poco, y con mucho trabajo empecé a leerlas o, más bien dicho, a estudiarlas.»
Despertó entonces en ella el afán de tener todas las revistas que se publicaban en España. «Comencé mandando a ‘El Criterio’ una poesía, y entonces recibí una carta muy atenta del vizconde de Torres Solanot, con un ejemplar de su obra: ‘Preliminares del Espiritismo’.
«Inmediatamente envié otra poesía al director de ‘La Revelación’, de Alicante, y me contestó a vuelta de correo, ofreciéndome las columnas de su revista.
«Pasaron algunos meses, y estando una noche en la Espiritista española se habló del aniversario de Allan Kardec, y el vicepresidente de la sociedad, don Alejandro Benisia, me miró fijamente, se acercó a mi y apoyando su dedo índice en mi frente se volvió a sus compañeros y les dijo con gravedad: -En la próxima velada que se le guarde un turno a Amalia Domingo, que dentro de esta cabecita hay mucho guardado, que a su tiempo dará abundante fruto.
«Aquella noche formó época en mi vida: el 4 de abril de 1874 entré a formar parte en las filas de los propagandistas del Espiritismo; desde aquella noche, cuantas veladas literarias ha celebrado la Espiritista española, en todas ellas ha resonado mi humilde voz; mi pobreza y mi modestísima posición social ya no sirvió de obstáculo para intimar con aquellos hombres eminentes y aquellas mujeres distinguidas.
«Fernández Colavida me mandó la colección completa de su revista, las obras de Allan Kardec y una carta cariñosísima. Cuando yo me vi dueña de los libros de Kardec (por los que tanto había suspirado) mi alegría fue inmensa.
«Como mis ojos se resentían mucho de aquel abuso de trabajo, me aconsejó mi médico que tomase baños de mar, y como de todas partes me ofrecían o me brindaban los hermanos con sus respectivos hogares para que reposara por algún tiempo de mis fatigas, acepté el de una familia espiritista de Alicante que me envió dinero para el viaje.
«Al llegar a Alicante fui muy recibida por todos los espiritistas, encontré lo que yo no podía esperar, pues no creía que en tan poco tiempo pudieran ganarse tantas voluntades.
«Don Manuel Ausó, presidente de la Sociedad espiritista alicantina, hombre muy sabio, doctor y catedrático muy respetado y admirado de todos, me sentaba a su lado y decía a sus compañeros: -Si Amalia sigue mis consejos hará mucho bien a los desgraciados y a si misma. Si expiatoria es su existencia, misión hermosa, puede cumplir en medio de sus sufrimientos; en trabajar en la propaganda del Espiritismo está su redención. Yo la envidio, porque irá mucho más lejos que yo. ¡Cuánto puede adelantar si no se detiene! ¡Cuánto puede progresar si comprende su deber!
«Yo le escuchaba con el mayor asombro, porque no podía comprender lo que me aguardaba el porvenir. Veía que mis ojos siempre me amenazaban con el tormento más horrible: ¡la ceguera!… Vivir de las dádivas y de la protección de los espiritistas lo rechazaba mi espíritu en absoluto; pues nunca he creído que debía vivirse a la sombra del ideal filosófico o religioso que el hombre defienda.
«El ser digno, me decía yo, antes que todo debe ganarse su sustento, y después de atender a las primeras exigencias de la vida terrena, el tiempo sobrante que lo emplee en lo que más grato le sea. Yo soy muy pobre, debo procurar el conservar la poca luz de mis ojos, vivir de ella, y después haré lo demás.»
Su entrevista al día siguiente con don Luis Llach, presidente de «La Buena Nueva», de Gracia, en cuya casa estaba instalado dicho centro, ofreciéndola una habitación exclusivamente para ella, porque tanto él como su esposa e hijos tenían empeño en que se decidiera a vivir en su compañía.
Una tarde, a primeros de mayo de 1871, entró Luis en el cuarto de Amalia, acompañado del editor espiritista don Juan Torrents, diciéndola: -Amalia, Torrents conviene conmigo que hace mucha falta un periódico espiritista, dedicado a la mujer, donde no escriban más que mujeres; y para mediados de este mes saldrá el primer número, así, ya está enterada; escribe el articulo de fondo, habla a tus amigas Matilde Fernández y Cándida Sanz y verás que semanario haréis tan interesante; saldrá los jueves.
A sus reparos y objeciones replicó Luis: «ponle el título que te parezca al nuevo periódico.
– «La Luz del Porvenir».
– ¿Ves? Ya el título promete.
– Pero ¿y si lo denuncian? ¿No comprendes que yo no sé dirigir un periódico? Una cosa es colaborar y otra ordenar y escoger los originales.
– Tú no te inquietes por las denuncias que pueda tener ‘La Luz ‘, tú no tienes más que escribir. Torrents pone la parte material y yo haré la propaganda y proporcionaré suscriptores, con que trato hecho. Ahora no ganarás nada, porque todo serán pérdidas; cuando el periódico cubra gastos entonces Torrents te pagará lo que pueda.
«El 22 de mayo salió el primer número de ‘La Luz del Porvenir’. Tras algunos años, en mayo de 1884, el editor espiritista don Juan Torrents me cedió la propiedad del periódico ‘La Luz del Porvenir’ que llevando cinco años de publicación, tenía, puede decirse, su vida asegurada, puesto que cubría gastos; y desde aquella fecha vengo publicando ‘La Luz ‘ sufriendo las consecuencias de ser, como dice el refrán, cabeza de ratón en vez de cola de león.
Fernández Colavida, que tan activa parte tuvo en el Congreso Espiritista Internacional celebrado con motivo de la Exposición Universal de 1888, desencarnó el 1 de diciembre del mismo año.
«A la hora convenida, dice Amalia, llegué a casa de Fernández, acompañada de Luis, y al saber varias señoras que yo iba al cementerio se unieron al duelo, me acompañaron y me rodearon cuando leí mi poesía ante el cadáver de Fernández.
«Los lectores de ‘La Luz ‘ saben muy bien que mi voz fue oída, encontrando eco en muchos espiritistas y que a los dos años de haber dejado la tierra el Kardec español se trasladaron sus restos a la tumba que, en el cementerio libre de Barcelona, guardará siempre las cenizas de Fernández.
«Poco me resta que añadir al relato que llevo escrito; he seguido publicando «La Luz del Porvenir», con muchísimos apuros luchando con el imposible del no tener; y a no haber sido por el noble desprendimiento de un espiritista, al que no conozco personalmente, mi pobre «Luz» hubiera desaparecido del estadio de la prensa.
«Gracias a él, gracias a su generosidad, aún existe ese consuelo de los desgraciados; esa «Luz» que tanto estiman y con tanto afán esperan en las Penitenciarías.»
El 30 de abril de 1909 desencarnaba también Amalia Domingo Soler en Barcelona.
Extracto del libro resumen del V CONGRESO ESPIRITISTA INTERNACIONAL, celebrado en Barcelona del 1 al 10 de septiembre de 1934.