Cuanto fue tu sufrir madre querida
por mitigar mi mal, por darme vida;
por mi lecho, rondabame la muerte
con su guadaña trabaja y se divierte
el sabio con su gran conocimiento,
se olvida de la ley de mi destino
que me marca otra vida, otro camino,
con libre libertad del pensamiento.
No es guarida, es un mundo, una morada
que nuestro Dios nos tiene preparada,
donde la muerte quería recluirnos;
es un Mundo do vamos a instruirnos;
recogiendo la luz tan deseada.
Por eso, madre mía, te aconsejo
que dejes de sufrir porque te dejo;
que la vida es un mundo material,
es el sufrir constante, es el puñal
que mata igual al joven como viejo.
Eso decía a su madre atormentada,
triste, lloroso, el alma desolada,
por la separación del hombre-niño;
no ha de faltarle madre, mi cariño
aunque de mi te encuentres separada.
El ángel tutelar, el que me guía,
me dice que te diga, madre mia,
que es preciso que deje mi envoltura
y se quede en la triste sepultura;
y yo a gozar de Dios con alegria.
Me dice que la Muerte, no es tal muerte,
es una evolución y es una suerte
para aquél que está limpio de pecado;
pues tengo mi camino ya marcado
limpio, seguro, franco y sonriente.
Me dice, que te diga que no llores;
que, al morir, me pongas unas flores
como incienso, sobre mi sepultura;
donde estara mi traje, mi figura,
la que me hizo sufrir tantos dolores.
Pero mi alma, mi yo, tu hijo querido
cuando salga del lecho dolorido,
estará en otro mundo ya redento;
en la mansión de Dios, sano y contento
por estar de mis faltas redimido.
Me dice que te diga que, a tu lado,
estará siempre aquel que has adorado;
como ángel tutelar, sera tu guia
mitigando tu mal con la alegría
de todo aquel que esta perfeccionado.
No llores mas, que me hacen mucho daño
tus lagrimas; pues hace mas de un año
que tus ojos no cesan de llorar;
es preciso que empieces a gozar,
desterrando el rencor y el desengaño.
Pero no puede ser; es tal la herida
que esta separación ruda y sentida,
ha de hacer en tu noble corazón,
que se pierde el sentido y la razón
y otras veces, también pierden la vida.
Pero es preciso tener un lenitivo:
pensar que no me he muerto, que estoy
vivo sin nada que me impida mi progreso;
pues la muerte es la libertad del preso
dejando de la tierra el ser cautivo.
Llora, sí; pero llora de emoción
por tener la completa convicción,
de que voy a gozar y ser tu guia;
recoger este beso en mi agonía
que es la mejor plegaria y oración.
Hacia Dios vamos todos; a esa gloria;
conseguida en la tierra la victoria,
allí estara tu hijo, madre amada,
contemplando la luz de la alborada
y escribiendo una pagina en mi historia.
RAMÓN
* * *
Poesía dictada el día 30 de mayo de 1.933, por un espíritu, -nieto de Ramón Esquembre-, a las 24 horas de desencarnar, dedicada a su madre afligida. Recibida mediúmnicamente por RAMON ESQUEMBRE MARCOS.