ÚLTIMA   APARICIÓN   DE   KATIE   KING Y SU FOTOGRAFÍA CON EL AUXILIO   DE LA  LUZ   ELÉCTRICA

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Habiendo tomado una parte muy activa en las sesiones Mlle. Cook y habiéndome salido muy bien el tomar numerosas fotografías de Katie King con auxilio de la luz eléctrica, he pensado que tendría interés para los espiritistas la publicación de algunos detalles.


William Crookes

Durante la semana que ha precedido a la partida de Katie, ésta ha dado sesiones en mi casa, casi todas las noches,  a fin de que yo la pudiera fotografiar a la luz artificial. Preparándome, pues, a este efecto cinco aparatos fotográficos completos. Consistían éstos en cinco cámaras oscuras, una del tamaño de placa entera, otra de media placa, otra de cuarto y dos cámaras estereoscópicas binoculares, todas las cuales debían estar dirigidas a un tiempo sobre Katie, cada vez que ésta se colocase para obtener un retrato. Empleáronse cinco baños sensibilizadores y fijadores, y se limpiaron de antemano gran número de cristales, dispuestos a servir, para que no hubiese ni vacilación ni retardo durante las operaciones fotográficas que ejecuté yo mismo, asistido de un ayudante.

Mi biblioteca sirvió de gabinete negro: tenía una puerta con dos hojas que comunicaba con el laboratorio; quitóse de sus goznes una de estas hojas y en su lugar se colocó una gran cortina para permitir a Katie entrar y salir con facilidad. Aquellos de mis amigos que se hallaban presentes, estaban sentados en el laboratorio, frente a la cortina, y las cámaras oscuras estaban colocadas un poco más atrás de ellos, dispuestas a fotografiar a Katie cuando saliese, y a reproducir igualmente el interior del gabinete, cada vez había tres o cuatro exposiciones de cristales en las cinco cámaras oscuras, lo que daba a los menos quince pruebas por sesión. Algunos se rompieron al desenvolverlos, otros al regular la luz. A pesar de todo, tengo cuarenta y cuatro negativos, algunos regulares, algunos ni buenos ni malos y otros excelentes.

Katie encomendó a los concurrentes que permaneciesen sentados y se atuviesen a esta condición: únicamente a mí no se me compelió en esta medida, porque desde hacía algún tiempo ella me había dado permiso para hacer lo que quisiera, tocarla, entrar y salir del gabinete casi siempre que me acomodase. Muchas veces las he seguido al gabinete y las he visto a veces, a ella y a su médium  al mismo tiempo; pero lo más general era no encontrar más que a la médium aletargada, y descansando en el suelo:  Katie y su vestido blanco habían desaparecido instantáneamente.

Durante estos seis últimos meses, Mlle. Cook ha hecho numerosas visitas a mi casa, y algunas veces  ha permanecido en ella una semana entera. No traía consigo más que un pequeño saco de noche, que no se cerraba con llave; durante el día estaba constantemente con madame Crookes, conmigo o con algún otro miembro de mi familia, y como no dormía sola, no ha tenido ocasión alguna de preparar nada, ni siquiera de un carácter incompleto, que la pusiera en disposición de poder hacer el papel de Katie King. Yo mismo preparé y arreglé mi biblioteca como igualmente el gabinete oscuro, y habitualmente Mlle. Cook, después de haber comido y conversado con nosotros, se encaminaba derecha al gabinete y, a petición suya, cerraba yo con la llave la segunda puerta, guardando en mi poder la llave durante toda la sesión; entonces se bajaba el gas y se dejaba a Mlle. Cook a oscuras.

Al entrar en el gabinete Mlle. Cook se tendía en el suelo, apoyada la cabeza en una almohada y no tardaba en aletargarse. Durante las sesiones fotográficas, Katie envolvía con un chal la cabeza de su médium, para impedir que la luz diese en su rostro. A menudo he levantado una punta de la cortina cuando Katie estaba de pie junto a ella, y no era raro entonces que las siete u ocho personas que se encontraban en el laboratorio pudiesen ver a un mismo tiempo a madame Cook y a Katie, bajo el vivo resplandor de la luz eléctrica. Entonces no podíamos ver la cara de la médium por impedirlo el chal, pero divisábamos sus manos y sus pies; la veíamos moverse penosamente bajo la influencia de aquella luz intensa, y por momentos oíamos sus quejas. Tengo una prueba de Katie y su médium fotografiadas juntas, pero Katie está colocada delante de la cabeza de Mlle. Cook.

Katie king, William Crookes
y Florence Cook

 

Mientras yo tomaba una parte activa en estas sesiones, la confianza que Katie tenía en mí crecía gradualmente, hasta el punto de que no quería dar ya sesión si no me encargaba yo de disponerlo todo, diciendo que quería tenerme siempre cerca de ella y cerca del gabinete. En cuanto se hubo establecido esta confianza, y cuando ella estuvo segura de que yo cumpliría las promesas que le podía hacer, los fenómenos aumentaron mucho en poder, y se me dieron pruebas que me habría sido imposible obtener si me hubiese aproximado al objeto de una manera diferente.

Ella me interrogaba a menudo sobre las personas presentes a las sesiones, y sobre la manera como estarían colocadas, porque en los últimos tiempos se había  vuelto muy nerviosa a consecuencia de ciertas sugestiones aviesas que aconsejaban el empleo de la fuerza para ayudar a unos modos de investigación más científicos.

 

Una de la fotografías más interesante es en la que yo estoy de pie al lado de Katie; ella tiene su pie desnudo sobre un punto especial del pavimento. Luego después vestí a Mlle. Cook como Katie; ella y yo nos colocamos exactamente en la misma posición y fuimos fotografiados por los mismos objetivos situados absolutamente como en el otro experimento, iluminados por  la misma luz. Cuando estos dos dibujos están uno encima de otro, las dos fotografías mías coinciden perfectamente en la estatura y demás, pero Katie es media cabeza más alta que Mlle. Cook, y junto a ella parece toda una mujer. En muchas pruebas la amplitud de su cara y el grueso de su cuerpo difieren escandalosamente de su médium, y las fotografías ofrecen otros muchos puntos de semejanza.

Pero es tan importante la fotografía para pintar la perfecta belleza del rostro de Katie como las palabras lo son para describir el encanto de sus maneras. La fotografía puede, es cierto, dar un diseño de su postura, pero nunca podría reproducir la brillante pureza de su cutis o la expresión sin cesar mudable de sus tan movibles facciones, ora veladas de tristeza, cuando refería algún amargo acontecimiento de su vida, ora sonriente con toda la inocencia de una jovencita, cuando había reunido a mis niños en torno de ella, y les divertía contándoles episodios de sus aventuras en la India.

Recientemente he visto tan bien a Katie, cuando estaba iluminada por la luz eléctrica, que puedo agregar algunos rasgos a la diferencias que en el artículo precedente he anotado entre ella y su médium. Tengo la certeza más absoluta de que Mlle. Cook y Katie son dos individualidades distintas, a lo menos en lo concerniente a sus cuerpos. Varias pequeñas señales que hay en la cara de Mlle. Cook , faltan en la de Katie. La cabeza de Mlle. Cook es de un color oscuro que parece casi negra; un bucle de la de Katie, que tengo a la vista, y que ella me había permitido cortar de entre sus incitantes trenzas, después de haberlo recorrido hasta su fin y haberme asegurado de que realmente había brotado de su cabeza, es de un rico color castaño dorado.

  Una noche conté las pulsaciones de Katie: su pulso latía  con regularidad 75 veces, mientras que el de Mlle. Cook pocos instantes después alcanzaba 90 pulsaciones, que era su cifra habitual. Apoyando mi oído sobre el pecho de Katie, podía oír latir un corazón en su interior, y sus pulsaciones eran todavía más regulares que las del corazón de Mlle. Cook, cuando ella, después de la sesión, me permitía el mismo experimento. Probados de igual manera los pulmones de Katie, mostráronse más sanos que los de su médium, porque en el momento en que hice el experimento Mlle. Cook seguía un tratamiento médico para un fuerte reuma. 

Vuestros lectores encontrarán sin duda interesante que, a vuestros relatos y a los de Mr. Ross-Church, referentes a la última aparición de Katie, vengan a agregarse los míos, a lo menos los que puedo publicar. Cuando llegó para Katie el momento de despedirnos, le pedí el favor de ser el último que la viera. En su consecuencia, cuando hubo llamado a sí a todos los de la sociedad y les hubo dicho algo en particular, dio instrucciones generales sobre el modo como en adelante debíamos dirigirnos y sobre la protección que había que dar a Mlle. Cook. De estas instrucciones, que fueron estenografiadas, mencionó la siguiente: “Mr. Crookes ha obrado constantemente muy bien, y con la mayor confianza dejo a Florencia en sus manos, porque estoy perfectamente segura de que no me faltará la fe que tengo en él. En todas las circunstancias imprevistas podrá obrar mejor que yo misma, porque tiene más fuerza”.

Una vez terminadas las instrucciones, Katie me invitó a entrar con ella en el gabinete, y me permitió que estuviera allí hasta el fin. Después de haber cerrado la cortina habló algunos instantes conmigo, luego cruzó el aposento para acercarse a Mlle. Cook que yacía inanimada en el suelo. Inclinándose sobre ella Katie la tocó y le dijo: “¡Despertaos, Florencia despertaos! Ahora es preciso que os deje”.

Mlle Cook se despertó, y anegada en llanto suplicó a Katie que se quedase todavía algún tiempo más. “Querida, no puedo: mi misión está cumplida. ¡Que Dios os bendiga!”, contestó Katie y siguió hablando a Mlle. Cook. Durante algunos minutos conversaron juntas, hasta que al fin a Mlle. Cook las lágrimas la privaron de hablar. Siguiendo las instrucciones de Katie, me lancé a sostener a Mlle. Cook que iba a caerse al suelo y que sollozaba convulsivamente. Miré a mi alrededor, pero Katie y su vestido blanco habían desaparecido. En cuanto a Mlle. Cook se hubo tranquilizado lo suficiente, trájose una luz y la conduje fuera del gabinete.

Las sesiones casi diarias con que Mlle. Cook me ha favorecido últimamente han probado mucho sus fuerzas, y deseo dar a conocer todo lo posible las atenciones que le debo por su prisa en asistirme en mis experimentos. Sea cual sea la prueba que le haya pedido, ella ha consentido en someterse a ella con las más buena voluntad del mundo; su palabra es franca y va derecha al objeto, y jamás he visto cosa que ni remotamente pudiera parecerse a la más ligera apariencia de ganas de engañar. Verdaderamente, no creo que pudiese llevar un fraude a buen fin, si llegase a intentarlo, y si lo intentase, se le descubriría en seguida, porque tal manera de obrar es completamente ajena a su naturaleza. Y en cuanto a imaginar que una inocente colegiala de quince años haya sido capaz de concebir y sostener durante tres años con éxito completo una impostura tan colosal como ésta, y que durante este tiempo se haya sometido a todas la condiciones que se le han exigido, que haya soportado las más minuciosas investigaciones, que haya consentido en que se la inspeccionase a cualquier momento, ya antes, ya después de las sesiones; que haya obtenido todavía más éxito en mi propia casa que en la de sus padres, sabiendo que venía a ella expresamente para someterse a rigurosos ensayos científicos; en cuanto a imaginar, digo, que la Katie King de los tres últimos años sea el resultado de una impostura, esto violenta más a la razón y al buen sentido que el creer que es los que ella misma afirma.

No estaría bien en mí el cerrar este artículo sin dar también las gracias a Mr. y Mlle. Cook, por las grandes facilidades que me han dado para la prosecución de mis observaciones y experimentos.

Mi agradecimiento y el de todos los espiritistas deben hacerse extensivos a Mr. Charles Blanckburn por su generosidad que ha permitido a Mlle. Cook consagrar todo su tiempo al desarrollo de estas manifestaciones, y en último lugar a su examen científico.

WILLIAM CROOKES
 
 
Extraído del libro «Nuevos experimentos sobre la Fuerza Psíquica» de William Crookes.
 
 
 
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