Sueños y experiencias
Cuando estamos en estado de vigilia, ¿realmente estamos despiertos, o por el contrario somos personajes inmersos en un sueño de múltiples acontecimientos, emociones y experiencias? Aquello que vivimos durante el descanso nocturno, y que al despertar, decimos «he tenido un hermoso, o terrible, sueño, ¿ha sido en verdad solo un sueño?».
¿O quizá nuestra ánima aprovecha esas horas de reposo para revivir viejas o vivir nuevas experiencias? ¿Es posible una realidad extra corporal en la que nosotros podamos entrar, aprovechando esa puerta llamada ‘sueño’? responder con un sí o un no sería, cuando menos, aventurado; desconocemos muchísimas de las leyes de la Naturaleza que rigen todo el sistema planetario y que afectan a todos los seres que habitamos en él. Cierro los ojos y pienso en ello… y ¡sí!, todos somos Naturaleza: Seres humanos, flora y fauna, y todos estamos insertos en ella…
Yo he tenido un sueño… ¿o tal vez he vivido una realidad dentro de él? Todo se manifiesta como en un cuadro en el que nada falta; pero nada hay estático, en todo hay movimiento, vida; es como si la mano de un hábil realizador de efectos especiales fuera configurando cada elemento de la naturaleza en escenas que se suceden unas a otras, ante mis ojos… Atónita contemplo cómo ante ellos se eleva majestuosa una agreste montaña, abrupta, descarnada, y casi al instante se reviste de hermosas y variadas especies de árboles y helechos… Pero en la alta montaña nieva, y los árboles dejan su espacio a la nieve que, en su momento, se transforma en agua… Y el hábil realizador la rompe en torrentera que cae; y en el cuadro pinta un río de aguas claras que se deslizan apacibles y a trechos se remansan, donde pequeños pececillos parecen jugar al orí, escondiéndose entre los cantos rodados que revisten el lecho del río…
Debo cruzar a la otra orilla y busco un puente… allí está, tal y como lo podemos contemplar en un cuento de hadas y de gnomos; y al otro lado, mis pasos me conducen por una verde pradera, y a medida que avanzo, todo va cambiando y todo mi entorno se convierte en un paraje arbóreo, denso, profundo, húmedo… es el bosque, la selva…
Pero el realizador, sin abandonar los verdes, toma los azules, y en una extraordinaria mezcla de tonalidades recrea un nuevo elemento: es el mar. Me acerco a la orilla y dejo que sus aguas refresquen mis pies, ya un tanto cansados… Pero debo seguir caminando; es como si alguien invisible me advirtiera que aún tengo algo más que experimentar. Pero mis pasos van siendo menos ágiles; la húmeda y compacta arena de la playa se va tornando cada vez más seca, blanda y caliente; me cuesta caminar; mis pies se hunden más y más a cada paso que doy; a veces me hundo hasta las rodillas. Miro al frente y, ante mis ojos, otro mar; un inmenso mar de arena que el asfixiante aire remueve, formando médanos aquí y allá, en incesante cambio: Es el árido desierto…
Mas el cuadro de la Naturaleza no está completo. De pronto, todo desaparece en las sombras; ha llegado la noche, aunque no cesa la vida: Ruidos, murmullos, ecos, susurros dan testimonio de ella… es toda su fauna. Y en lo alto, las estrellas.
Una dama llamada Alba rasga la cortina de las sombras y, de nuevo, la luz; y en un nuevo amanecer, el realizador muestra a mis ojos un paraje blanco, muy blanco; un vasto territorio de nieve y hielo que ciega la vista; un territorio donde no es aconsejable dormirse; es tan dulce el sueño que provoca, que es fácil no despertar… Debo abandonar tan hermoso y, a la vez, terrible paraje. Empiezo a tener sueño.
Al fin puedo abrir los ojos. ¡Dios mío, qué sueño! Me siento entumecida y algo aturdida, y muy cansada. Con trabajo me pongo en pie y me dirijo al baño; me daré una buena ducha y me sentiré mucho mejor. Estoy molesta, aún tengo arena entre los dedos de mis pies…
Sueños y experiencias por: Mª Luisa Escrich
2023 © Amor, paz y caridad