REENCARNACIÓN

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INMORTALIDAD DEL ALMA

La certidumbre de vivir mas alla de la tumba, en plenitud de conciencia y facultades, y de que volvemos a vivir nuevas ideas en el plano físico, hace perder a la muerte todo su horror.

Seguimos existiendo, aunque en otra dimensión no perceptible a nuestros sentidos físicos, para volver de nuevo a la vida física, a adquirir nuevas experiencias a saldar deudas viejas con una vida de dolor, por los errores y transgresiones a la Ley Universal del Amor, en el pasado; a desarrollar en el plano físico las facultades latentes, heredadas de la Divinidad Creadora.

El espíritu, que es donde residen las facultades: intelectiva, volitiva, raciocinativa y creadora;con el Alma, facultad sensitiva, forman un todo espiritual que no muere jamás. Sigue viviendo y progresando eternamente en los mundos y en el espacio, hasta llegar al grado de perfección que le libere de las encarnaciones en los mundos físicos, para continuar colaborando con la Obra divina del progreso de los mundos y las humanidades.

Pitágoras ya enseñaba que el Alma tenía un cuerpo con naturaleza buena o mala, al que denominaba: “Carro sutil del Alma”. Sostenía que ese cuerpo se hace luminoso practicando la virtud y abrazando la verdad. Los pitagóricos denominaban “espíritu o inteligencia” a la parte activa e inmortal del se humano. El Alma era, para ellos, el Espíritu envuelto en su cuerpo fluídico. Y ese concepto es sostenido hoy por la ciencia espiritual moderna.

El destino del Alma, en su descendimiento y su cautividad en la carne, sus sufrimientos y sus luchas, su ascensión gradual, su triunfo sobre las pasiones y su retorno a la Luz; todo ello constituía el drama de la vida, representado en los misterios de Eleusis (en antigua Atica) como la enseñanza por excelencia.

Aristóteles afirmaba la existencia de seres invisibles, que tienen también cuerpos pero muy sutiles y etéreos.

San Irenio sostenía: “El alma es un soplo de la vida. No es corpórea, sino comparación con el cuerpo mortal. Conserva la figura del hombre, a fin de que se le reconozca”.

Antes de beber la cicuta, Sócrates recomendó a sus amigos y discípulos que, cuando falleciese, no dijeran:“Enterramos a Sócrates”; sino: “Enterramos el cuerpo de Sócrates.

A quien desee penetrar en el aspecto filosófico del Alma, recomendamos el estudio de las obras de Platón, especialmente el Fedón, donde describe el alma y explica su inmortalidad y sus progresivos renacimientos. Citaremos tan solo: “El alma es mas vieja que el cuerpo. Las almas renacen sin cesar, del Hado, para volver a la vida actual” (Fedón). En otra parte: “Es cierto que los vivos nacen de los muertos renacen otra vez” (Fedón). Y por último esta otra: “Por consiguiente, Sinmias (dice Sócrates en Fedón), nuestras almas existían antes de este tiempo, antes de aparecer bajo esta forma humana; y mientras estaban así sin cuerpos, sabían (refiriéndose a que ya tenían conocimiento).

Y como complemento, hagamos algunas reflexiones dirigidas hacia aquellas personas que, por los motivos que hayan sido, hayan caído en un positivismo que les induce a negar toda supervivencia después de la muerte física. Y, apartándonos de toda creencia religiosa y aun de todo concepto de divinidad, consideremos tan solo la existencia de una Inteligencia y Fuerza Universal poderosa y creadora (Y esto no podemos negarlo, ya que de la nada no puede crearse algo); colocándonos en una posición pragmática, pero lógica; la mente rechaza la idea de que una máxima inteligencia pueda crear seres inteligentes y sensibles, para reducirlos a la nada después de una vida de penalidades y dolor.

Así como ilógico y desacertado resulta sostener la existencia de un Dios sabio y justo que condene eternamente a aquellos seres creados por El “al nacer” (sin su consentimiento en este caso) y colocado en ambientes de corrupción que les impediría toda salvación” ofrecida, pero sin darle la posibilidad de alcanzarla; así mismo, partiendo de una base pragmática, pero lógica, es inadmisible a la razón que una inteligencia y sabiduría cósmica pueda crear inteligencias para, después de unos años de vida, reducirlos a la nada.

Continuará…

SEBASTIAN DE ARAUCO

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