Aceptada como verdad la eternidad del Espíritu y que su progreso es indefinido, la buena lógica nos llevará a la clara conclusión de que, los que hoy vivimos en la carne, hemos vivido ya esa misma vida innumerables veces: como amos y como siervos, ya nobles ya plebeyos, como ricos y como pobres, vidas de placeres y vidas de dolores; y seguiremos volviendo en diversas personalidades y ambientes, a fin de obtener las experiencias necesarias hasta alcanzar la sabiduría, que lo encierra todo. Porque, es en la lucha de la vida
donde adquirimos experiencias que van grabándose poco a poco en la memoria espiritual, y son las que producen esas sensaciones que denominamos «voz de la conciencia», que trata de impedir cometer nuevos errores.
El Espíritu necesita del cuerpo físico para evolucionar en los planos físicos, donde adquiere las experiencias y fortaleza en la lucha por la vida, en las primeras fases de la etapa humana; y en la lucha contra la bestialidad que arrastra y contra el mal, ya en las fases de superación y mayor progreso.
Cada una de nuestras existencias terrenas, sólo es un episodio de nuestra vida inmortal. NINGUN ALMA PODRIA, EN TAN BREVE ESPACIO DE TIEMPO QUE OFRECE UNA SOLA VIDA, DESPOJARSE DE SUS VICIOS, DE SUS ERRORES, DE TODOS LOS APETITOS ANIMALIZADOS, QUE SON VESTIGIOS DE SUS VIDAS PASADAS.
“El alma humana aparece muchas veces en el escenario de la vida física, en cuerpos difeentes. Es una de las grandes verdades de la Ley Eterna”-dijo el Profeta Nazareno, en una conversación con el príncipe Judá de Ithamar, hijo del príncipe Azbuc de Beth-Hur.
Necesitamos muchas vidas, revestirnos de múltiples cuerpos; nacer, morir y volver a nacer muchas veces,para llegar al final de la escala ascensional, a la perfección, que es la meta hacia la cual todos vamos avanzando lentamente: unos más adelante, otros más atrás; unos más despacio, otros más aprisa.
Concluiremos la exposición de este tema, con la inclusión de algunas referencias.
El poeta Amado Nervo, de exquisita sensibilidad y profundos sentimientos espirituales, era un convencido de la ley de los renacimientos, que expresó en numerosas poesías, entre las cuales figura la siguiente:
¡En esta vida no la supe amar!
Dame otra vida para reparar,
¡Oh Dios!, mis omisiones,
para amarla con tantos corazones,
como tuve en mis cuerpos anteriores.
El conocido poeta, novelista y dramaturgo francés -Victor Hugo- expresó sus profundas convicciones palingenésicas en las siguientes frases:
“Siento en mí toda una vida futura. Soy como un bosque podado que retoña en brotes más fuertes cada vez; subo hacia el infinito.”
“Y si la tierra me da su savia para sustentame en lo material. el Cielo me ilumina con el reflejo de los mundos entrevistos.”
“Hay quien dice que el alma es solamente la expresión de fuerzas corporales, y yo pregunto: ¿por qué la mía es mas luminosa ahora, cuando mi vida declina y esas fuerzas corporales me abandonan?”
“Sobre mi se cierne el invierno y en mi alma florece una primavera eterna: las lilas, las violetas y las rosas perfuman y se abren como cuando yo tenía veinte años. Cuanto más me aproximo a la meta, oigo mas claramente las sinfonías de los mundos que me llaman …”
“Viviré mil vidas futuras, continuaré mi obra. escalaré de siglo en siglo todas las rocas, todos los peligros, todos los arnores, todas las pasiones, todas las angustias; y después de miles de ascensiones, liberado, transformado. mi espíritu volverá a su fuente, fundiéndose en la Realidad Absoluta. como el rayo de luz vuelve al sol.”
Y Goethe, convencido también de la reencarnación, decía:
“El alma del hombre al agua se asemeja:
Del cielo llega, al cielo sube:
y otra vez baja a la tierra,
en eterno devenir.”
Y por último, referiremos el epitafio de Benjamín Franklin, esa celebridad del siglo XVIII, que sobresalió en la física (descubridor del pararrayos), en política, economía, literatura, etc., en su tiempo; y que profesó la doctrina de las vidas sucesivas. Dejó escrito el siguiente epitafio para ser colocado en su tumba, el cual refleja sus profundas convicciones palingenésicas:
El cuerpo de
Benjamín Franklin
impresor
parecido a la cubierta de un libro viejo
y despojado de su título y de su dorado,
descansa aquí, pasto de los gusanos;
pero, no se perderá la obra.
pues reaparecerá en una nueva y mejor edición
revisada y corregida por el autor.
METEMPSICOSIS
Algunas personas hay que, desconociendo la Ley Palingenésica, son prontas a exclamar: -iAh, sí; la metempsicosis de Pitágoras. O la creencia de reencarnar en un animal, como castigo a los seres malvados!
Nada tan incierto.
Pitágoras, jamás sostuvo tal concepto. Explicaba, sí. El renacimiento de las almas, en cuerpos concordantes con su naturaleza psíquica; y que, a medida que el alma se perfeccionaba en inteligencia y bondad, se manifestaba en cuerpos más perfectos. Explicaba a sus discípulos más adelantados, ya en el grado teogónico: «Una vida en la
carne, no es más que una anilla en la larga cadena de la evolución del alma».
Según la definición en el Diccionario de la Real Academia Española, metempsicosis es: Doctrina religiosa y filosófica de varias escuelas orientales y renovada por otras de Occidente, según la cual transmigran las almas, después de la muerte, a otros cuerpos más o menos perfectos, conforme a los merecimientos alcanzados en la existenciaanterior».
La creeencia de la retrogradación a las formas animales, es una superstición creada en el Asia por la casta sacerdotal de los brahamanes, como espantajo para amedrentar a los débiles y crear esos privilegios sacerdotales y aristocráticos, que han tenido al Asia en un letargo de siglos, del cual comienza a despertar.
Tanto Krishna, unos cinco mil años ha (aproximadamente), como Siddhartha Gautama -el Budha – quinientos años antes de nuestra era (se acepta que nació 563 años antes) y alrededor de cuyas enseñanzas se ha fundado el budhismo en toda Asia, enseñaron la ley del renacimiento de los seres.
Las formas inferiores de vida, son etapas del psiquismo, de la chispa divina o mónada, y una vez superadas estas etapas no vuelve a ellas. Una vez alcanzada por el Ego la etapa humana, no retrocede. Por ello, es desacertado suponer que la metempsicosis pueda ser la vuelta del alma humana a animar la vida de un animal. Y a este respecto, el Caballero Ramsay (Andrés Miguel 1685-1 743) escritor católico y biógrafo de Fenelón. refiere en su obra «Pr. Philisophiques »: «Nada hay en los Padres de la Iglesia ni en los concilios que contradiga la doctrina de la reencarnación. Si bien es verdad que el V Concilio General y todos los padres después del siglo VI han condenado la falsa idea de la preexistencia transmitida por los originalistas y los prescilianistas, la verdadera doctrina de la preexistencia no ha sido condenada por la Iglesia … Es solamente contra la degradación impía de la transmigración en cuerpos de animales que los padres se sublevaron…».