Todo cuanto ignoramos, parece siempre inverosímil. No obstante, las inverosimilitudes de hoy, serán verdades elementales del mañana.
A medida que las ciencias van haciendo nuevos descubrimientos, que son nuevos aspectos de la Verdad Una, la humanidad avanza en su progreso; progreso más rápido en los últimos
tiempos, en que las fuerzas retrógradas han perdido su predominio. Ya no se excomulga a los investigadores como aconteció en el pasado a Benjamín Franklin, por citar uno, por el hecho de haber descubierto el’ pararrayos, y muchísimos otros; ya que, según los teólogos de entonces, desafiaba la ira de Dios.
Los tiempos son llegados para el conocimiento de nuevos conceptos de la Verdad. Vivimos una nueva era de progreso en las ideas. Ya ciertos sectores de nuestra humanidad ansían ver más allá de la cortina que impide el acceso a los llamados misterios de la vida.
Siendo Dios la máxima sabiduría y amor, es lógico pensar que sus leyes son para el progreso y felicidad de todas sus criaturas, y por ende no para vedar el conocimiento de esas leyes, tan necesario, a fin de actuar acorde con ellas y no trasgredirlas. Somos los humanos que, en nuestro afán monopolizante, de dominio, pretendemos poner vallas; entre las cuales se ha establecido en el pasado, la valla de los misterios. Pero. estos van cayendo uno a uno, a medida que la ciencia, en su investigación, avanza en el descubrimiento de las leyes que rigen los múltiples aspectos y fenómenos de la Vida. Ya lo dijo el sublime Nazareno: «Porque nada hoy oculto. que no haya de ser descubierto; ni escondido que no haya de ser conocido y publicado»
(S. Lucas Vlll-17).
Y la investigación no está circunscrita a la ciencia de la física, de la química y otros campos de la ciencia oficial, solamente: si no que se extiende a los diversos campos del conocimiento humano. Asi, existen ya múltiples núcleos de investigación en una ciencia nueva, y en los diversos países: la ciencia del Espíritu; porque ha llegado la hora de ser conocidas y publicadas las verdades acerca de la vida espiritual.
Hecho este preámbulo, vamos a exponer, brevemente, el proceso reencarnatorio. Aunque tenemos el conocimiento de que las mentalidades dogmáticas y las que todavía creen en los misterios y los milagros se opondrán, y algunos hasta llegarán a tildar de … lo que sea. No importa. Lo que importa es dar el conocimiento, pues algunos sabrán aprovecharlo; y los otros, ya lo conocerán y comprenderán cuando les llegue su hora, cuando haya caídoles la «venda de los ojos» de su mente. Todos aquellos que han presentado conceptos nuevos o ideas renovadoras, han encontrado la incomprensión de los rutinarios y la oposición
de los convencionalistas.
En el curso de la lectura de esta obra, algún lector habrá pensado… ¿Y cómo se efectúa esa nueva encarnación? Esa pregunta fue hecha al Mesías por Nicodemo de Necópolis, doctor de la ley y miembro del Sanedrín a lo que Jesús le dijo: “ Eres maestro de Israel y no sabes esto”. «Pues en verdad, en verdad te digo, que quien no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios» (S. Juan cap. lII)
El proceso de reencarnación, al igual que el proceso de desencarnación o abandono del cuerpo físico por el Espíritu, NO ES IGUAL EN TODOS LOS CASOS, variando mucho según sea el grado de evolución del Espíritu encarnante. A fin de que sea fácilmente comprensible, hagamos una síntesis de tan sólo cuatro de los diversos aspectos:
1. Espíritus primarios.
2. Espíritus secundarios.
3. Espíritus libres.
4.Espíritus superiores.
1 . ESPIRITUS PRIMARIOS.-Podemos incluir en este grupo, aquellos seres espirituales muy poco evolucionados (salvajes y semisalvajes) que reencarnan en ambientes concordante y de su vida anterior. Pertenecen a este grupo, los salvajes de las tribus, los individuos brutos y atrasados ya incorporados a la actual civilización, a fin de acelerar su evolución.
Dado su necesidad evolutiva, su vida en el plano extrafísico es generalmente corta. En estos seres, el proceso de reencarnación es casi imperceptible. Coma deambulan por los mismos ambientes en que han vivido, cuando llega la hora de su reencarnación, comienzan a percibir una turbación y se sienten llevados, impulsados por una fuerza irresistible que desconocen, hacia donde van a encarnar, y casi siempre, sin conciencia de ello (no así los más evolucionados); entrando en simbiosis magnética con la persona que va a ser su madre. La turbación aumenta, sus facultades se velan unas tras otras y su memoria se desvanece, como consecuencia de la contracción de sus vibraciones, para adaptarlas a las de la materia o cuerpo físico; efectuándose también la reducción del psicasoma o cuerpo astral, para adaptarlo al vaso uterino.
En esta sublime operación magnética de reducción, intervienen (en el plano extrafísico) especialistas, espíritus bienhechores encargados de estas misiones, trabajadores en la obra divina de progreso de la humanidad, incluyendo al que será el protector invisible que, ya desde el seno materno, defenderá al reencarnante contra el asedio de las fuerzas del mal, y en su infancia; es el ángel guardián de que hablan las iglesias del cristianismo.
Las facultades se adormecen y todo el recuerdo del pasado va desvaneciéndose de la mente consciente hasta su totalidad, quedando en el fondo del subconsciente, y cuyas facultades irán despertando en la nueva personalidad, a medida de su desarrollo.
Efectuada la reeducación del psicosoma o alma, ésta penetraen el Útero de la que va a ser su madre. Y una vez efectuada la concepción biológica comienza la unión celular por atracción del psicosoma reducido que actúa como molde, o modelo organizador biológico, para la formación del feto, hasta su completo desarrollo. Este molde es el que refiere el científico brasileño Ingeniero Hernani Guimáraes Andrade, director del Instituto Brasileiro de Investigaciones Psicobiofisicas (Sao Paulo, Brasil}, en su obra «La Teoría Corpuscular del Espíritu”) como el “modelo dínamo-espiritual”.