REENCARNACIÓN

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DESTINOS

Siguiendo los dictados de la razón, en el análisis de los dos capítulos .anteriores, vislumbramos una continuidad causal y consecuencial en el devenir de nuestras vidas. Dicho de otro modo, somos los forjadores de nuestro propio destino; pues, en las actuaciones de cada día, con nuestros pensamientos y sentimientos, estamos creando fuerzas mentales y anímicas que actuarán en nuestro favor o contra nosotros,
para un futuro de dicha o desdicha.

Basados en la lógica de los fundamentos expuestos y en la diversidad de aspectos y condiciones humanas, podemos afirmar que, todos los humanos venimos al mundo ya con nuestro destino. No obstante, el destino por adverso que sea, puede ser modificado mediante el propio esfuerzo; pues, DESTINO NO ES FATALISMO CIEGO, SINO UN DETERMINISMO DE LAS CAUSAS. Sin embargo, hay ciertos aspectos del determinismo de la Ley de Consecuencias, que fatalmente han de suceder, siempre y cuando el individuo no restablezca voluntariamente el equilibrio violado o alterado con sus acciones contrarias a la Ley, conscientemente en el pasado.

La Ley ofrece al ser espiritual, el tiempo necesario para su reajuste voluntario: pero, llegado al límite marcado por la Ley, ésta actúa, produciendo el reajuste indispensable para mantener el equilibrio psicocósmico (del propio ser), lo cual se efectúa
por medio del dolor purificador.

Así vemos en los tiempos actuales esos cambios bruscos de fortuna, como el caso de Cuba y otros; personas, familias a quienes todo les sonreía, viéndose desposeídos de sus bienes con los cuales contaban para su vejez. Muchos otros aspectos de desmoronamiento económico-social, así como enfermedades incurables y hasta accidentes fatales; que nos llevan a la conclusión de que los afectados llegaron al límite marcado por la Ley.

Cada uno de nosotros es el heredero forzoso de sus propias conquistas en el pasado, así como de sus errores. Con nuestra actuación en el pasado, hemos creado las vicisitudes que componen nuestro actual destino. Y con nuestra actuación presente, crearemos nuestro destino o predestinación futura. Los que ahora se encuentran ocupando altas posiciones, pueden descender a bajas condiciones sociales en su próxima vida o vidas futuras. Así, el déspota renacerá esclavo o para ser un inválido u otras modalidades dolorosas; la mujer altanera y envanecida por su belleza, renacerá en un cuerpo feo, y hasta deforme y achacoso (según las causas), a fin de superar su vanidad y soberbia; el ocioso, renacerá en los ambientes de vida dura y difícil, a fin de despertar su Espíritu y sacudir la molicie, que es un impedimento de progreso. Quien haya hecho padecer, vendrá a una vida de dolor, consecuencial con sus propias acciones en el pasado; porque, el porvenir es la consecuencia del presente y del pasado.

La riqueza ociosa conducirá a una vida futura de pobreza; mientras que el trabajador industrioso y esforzado en la vida presente, está creando las bases para una vida futura de grandeza. El estudio y el trabajo desarrollan las facultades mentales y capacitan para mayores realizaciones en el futuro, y aún en la vida humana actual.

Las vidas difíciles que no encuentran calma y de las que parece huir toda felicidad, son reajustes, son las que van pagando las maldades cometidas en ésta o en otras existencias; porque las diversas vidas humanas de cada ser espiritual, son solidariamente responsables entre sí. Pues, si bien las personalidades pasadas o cuerpos carnales fueron diferentes, el Espíritu es el mismo y por ende responsable. ¡Cuántos de los ricos inescrupulosos, insensibles al sufrimiento y a las miserias humanas en sus pasadas vidas, les vemos hoy en cuerpos lastimosos mendigando la caridad pública! Y, ¡ay, de los grandes de hoy que abusen de su autoridad o superioridad circunstancial, porque renacerán pequeños!; cerca de los mismos con quienes han abusado, engañado o despojado, renacerán para reparar sus errores.

Tenemos, por ejemplo, el caso de antiguos burgueses egoístas que, condenados a renacer en la misma condición de aquellos a quienes antaño. explotaban, les vemos hoy convertidos en esos obreros inconformistas, factores de huelgas, subversiones y desórdenes, porque un vago instinto les hace insoportable su nueva situación.

Los ociosos y maleantes; los embaucadores; los abogados que, por medio de triquiñuelas de procedimiento jurídico despojan a otros; aquellos médicos que, mirando tan sólo su conveniencia, desatienden y hasta abandonan a pobres criaturas porque no pueden pagar; aquellos médicos funcionarios, que insensibles al dolor humano descuidan al enfermo por no molestarse; profesores, que no cumplen con la responsabilidad asumida al aceptar la alta misión del magisterio, en cualesquier de sus grados; etc. etc. ¡Qué dolorosas expiaciones están generando!

SEBASTIAN DE ARAUCO

Nota: Publicado en Amor paz y caridad Nº 22 febrero 1984 del libro «3 enfoques sobre la reencarnación»

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