Si eres espiritista,
de la escuela de Kardec,
permíteme el recordarte
cuál ha de ser tu deber.
Siempre tendrás en tu pecho
una flor de caridad,
para dejar en la mano
que se te tienda al pasar.
Siempre tendrás en tus labios
dulces palabras de amor,
para acallar del que sufre
el llanto del corazón.
Siempre tendrás en tu mente
luces de la Eternidad,
para alumbrar las tinieblas
de la ignorancia y del mal.
Siempre habrá paz en tu alma
y en tu corazón concordia,
benevolencia en tus actos,
superación en tus obras.
Que la mentira no manche
tus labios siempre procura,
siendo justo y verdadero
con las demás criaturas.
Demostrar que Dios existe
y que todo es Luz y Amor,
sin dogmas ni sectarismos,
con la luz de la Razón.
Que la Vida no termina
para el hombre con la muerte,
y que su alma es eterna,
que múltiples vidas tiene.
Asumirás de la Vida
el proceso evolutivo,
de la Ley de consecuencias
sometiéndote al juicio.
Sabrás servir sin doblez,
ser útil sin humillar;
compadecer sin herir
y actuar con sinceridad.
No juzgar sin comprender
ni criticar sin razón,
del que yerra o se desvía
siendo el faro orientador.
Tendrás paciencia con todos
los eventos del camino,
y para fortalecerte
lucharás contigo mismo.
Devolverás bien por mal
en todas las ocasiones
que la Vida te presente
o la ignorancia provoque.
Y, siempre fiel a ti mismo,
no te dejarás vencer
por las pruebas y el dolor
que quieran probar tu fe.
Es así como al deber
nos tenemos que ceñir,
siendo honestos y veraces
con el prójimo infeliz.
Es así como el camino
se hace más corto al andar
y del maestro Kardec
se propaga el ideal.
Sin esfuerzo y sin dolor
nada es posible en la Vida,
y luchar por la Verdad
ha de ser nuestra consigna.
No importarnos del qué dirán
o qué dejen de decir
y seguir siempre adelante,
del Bien procurando el fin.
JOSÉ MARTÍNEZ