(A mi madre)
Quiero decirte una cosa,
amiga del alma mía,
decirte en clave de glosa
la desbordante alegría
con la que mi ser se embarga
desde que te conocí;
ojalá una vida larga
pueda disfrutar de ti.
Quiero decirte una cosa
sobre el mundo en que vivimos,
a veces de color rosa,
en otras lleno de limos;
y el limo que al mundo ensucia
parece volverse miel
y hacerse el rosa más fucsia,
porque tú vives en él.
Quiero decirte una cosa
sobre el agua del torrente,
la que a la masa boscosa
da frescura permanente;
y al igual que esa frescura
a la Natura da esencia,
tu natural hermosura
da frescor a mi existencia.
Quiero decirte una cosa
sobre las aves que vuelan
con la actitud amorosa
de parejas que se encelan;
y el celo de hacer un nido
es el pretexto adecuado
en base al cual yo te pido
que siempre estés a mi lado.
Quiero decirte una cosa
sobre los siete colores,
los que el arcoíris posa
en los pétalos de flores,
esas flores hechas arte
ikebana en el florero
que sirven para expresarte
lo mucho que yo te quiero.
Quiero decirte una cosa,
aun repetida muy cierta:
que la vida es jubilosa
si la llevas bien cubierta
de alegría y buen humor,
pues aquella, ya sabemos,
que depende del color
del cristal con que la vemos.
Quiero decirte una cosa:
en mi oscuridad, querida,
fuiste llama luminosa.
Y al apagarse tu vida,
cuando ya debas partir
a la eternidad gloriosa,
aun no sepa qué decir…
querré decirte una cosa.
Jesús Fernández (Guardamar, agosto de 2017)