Combinar ilusión por conseguir unos objetivos concretos pero sin alejarse del realismo cotidiano, es una de las tareas, entre otras muchas, que nos trae el mundo espiritual cuando trabaja con los encarnados. A esto lo llamamos pedagogía espiritual.
Aunque es cierto que la codificación espírita es todo un tratado espiritual que apela al buen juicio, al raciocinio y al análisis; atributos imprescindibles para comprender la doctrina codificada por Allan Kardec y conducirse por un camino recto, también es verdad que en las manifestaciones mediúmnicas se producen, sobre todo al principio, fenómenos anímicos, y algunas comunicaciones de hermanos engañosos o mixtificadores, necesarios para ejercitarse en un análisis desprovisto de fanatismos, fantasías y todo aquello que pueda estimular la vanidad y el orgullo.
Siempre se ha dicho que la mediumnidad es una simple herramienta, muy útil cuando se utiliza adecuadamente, empero, no es un privilegio de nadie ni un síntoma de superioridad de unos sobre otros. Tampoco es un “atajo” para resolver por la vía rápida aquellos problemas comunes al resto de mortales. La única ventaja, si es que se puede considerar como tal, es la concienciación espiritual que nos aporta sobre el papel que juega la justicia divina en las vicisitudes de la vida, inevitables para todos.
El secreto del éxito en esto como en cualquier empresa reside en el trabajo, el esfuerzo y si es necesario, el sacrificio para superar las dificultades del camino. Por lo tanto, hemos de incidir en que nadie es superior a nadie.
No obstante, aquellos que se deciden a trabajar en la senda del bien, que conocen los mecanismos de intercambio con el mundo espiritual, viven un sinfín de experiencias. Incluso algunas pueden parecer extrañas y más propias, a simple vista, de hermanos engañosos que de seres espirituales de los planos superiores.
Pongamos algún ejemplo. Existe la experiencia de una gran espírita del pasado, en contacto formal y serio con el mundo espiritual a través de la mediumnidad, que en un momento determinado de su vida, de gran tribulación, preguntó a los “hermanos superiores”, a sus “guías” que cuándo iban a terminar los dolores, sus sufrimientos de la vida. La contestación fue más o menos la siguiente: “En el plazo de un año se resolverán todos sus problemas y será definitivamente feliz”.
Como se pueden imaginar la satisfacción para ella fue grande, porque era capaz, así se lo habían dicho, de saber con exactitud cuándo finalizarían sus penas. Fueron pasando los meses, ella continuó con su trabajo material y espiritual, avanzando siempre, pero con una esperanza añadida, una ilusión que cada día se le acercaba para cumplir un deseo, una esperanza, como era el fin de sus problemas. Fue pasando el tiempo hasta llegar a la fecha que ella había calculado para tal fin….
Desgraciadamente ese día no pasó nada, la vida transcurría igual. Dejó pasar algún tiempo más, pero no cambiaron las cosas. Hasta que un día se le ocurrió preguntar sobre el hecho esperado. El hermano que se manifestó le contestó más o menos lo siguiente: “Hermana, hay que confiar siempre en la bondad y misericordia de Dios. Tómalo como una prueba para desarrollar la paciencia, la resignación, aceptando las vicisitudes de la vida con ánimo y entereza. Piensa que durante todo este tiempo, esa ilusión por alcanzar este objetivo imposible, te ha ayudado mucho durante este último año que ha sido para ti especialmente difícil. El pensar en un final próximo, en una esperanza cercana te aliviaba y te daba coraje para seguir luchando. Este fue el sentido real y no otro de nuestras palabras. Reflexiona y comprenderás.”
Pudo haber sido un hermano engañoso, sin embargo con la explicación precedente todo adquiere un sentido lógico y positivo. El hermano espiritual relativizó el presente con una propuesta ilusionante para que ella pensara en un futuro mejor. Además, le sirvió también como experiencia para comprender que no existen plazos fijos, exactos, salvo rarísimas excepciones, que puedan marcar el devenir de determinados acontecimientos particulares o generales.
Tenemos otro caso mucho más famoso. El médium Francisco Cándido Xavier, cuando comenzó a trabajar con su guía espiritual Emmanuel. Francisco le preguntó cuál era su compromiso y este le comunicó que serían unos veinte libros a psicografíar. Cuando alcanzó el objetivo oró dando gracias a Dios y a su mentor por el trabajo realizado. Emmanuel se le volvió a hacer visible y le comunicó que serían treinta. Al completar el trabajo el médium se sintió muy feliz, nuevamente se le apareció su guía y le comunicó que el trabajo había que prolongarlo hasta los cuarenta o sesenta. Francisco afirmó: “Me asusté, ¿pero qué podía hacer?”
Una vez concluido el trabajo que se prolongó en el tiempo, el notable médium brasileño pensó que ya era suficiente, había concluido su compromiso espiritual y quedaba libre de responsabilidades. Una vez más el noble espíritu de Emmanuel se le presentó diciéndole con austeridad y severidad que ya no se pertenecía. Es decir, que a partir de ese momento no debía pensar en marcarse unos límites, puesto que esos límites sólo se los podía marcar Dios, concretamente a través de su compromiso con el Maestro Jesús. Debía pues de entregarse en cuerpo y alma a un trabajo con una finalidad superior. Siendo dócil y siempre dispuesto para las tareas encomendadas.
Seguramente, y a la vista de los hechos, de la experiencia de Cándido Xavier, si le hubiesen comunicado desde un principio que debía psicografíar indefinidamente gran cantidad de libros, quizás hubiera sido una carga psicológica muy grande para él. Fue una manera de aliviarlo, de dosificarlo, de dejar pasar el tiempo, los acontecimientos para que pudiera asimilar su trabajo. También como una prueba, puesto que a veces, los médiums, que al fin y al cabo son personas como las demás, pueden sufrir altibajos y caer en entorpecimientos que pueden condicionar el devenir de una facultad y su trabajo futuro.
El mundo espiritual superior conoce perfectamente las fragilidades humanas. Saben de las enormes limitaciones que supone el venir con una materia física, además de los entorpecimientos propios de las imperfecciones y debilidades que todos, en mayor o menor medida poseemos. Es por ello que dentro de la gran prudencia que les caracteriza, además de aconsejarnos y de orientarnos nos pueden hacer indicaciones que, a simple vista, parezcan engañosas.
Aunque no por ello, debemos de olvidar siempre la necesidad de estudiar, analizar y escrutar todo sin apasionamiento, sin fanatismos. Hay que tener presente que todos los médiums son vulnerables y que los espíritus no lo saben todo; como nos explica muy bien Allan Kardec en las obras de la codificación, especialmente en el Libro de los Médiums.
Por otro lado, dicha pedagogía espiritual también ha podido ser aplicable a ciertos mensajes que se han recibido en distintos puntos de nuestro globo en los que se marcan unos plazos respecto al Cambio de Ciclo en el que estamos inmersos, incluso, hablando de la “inminencia” de los acontecimientos. Seguramente con la finalidad de concienciar sobre la urgente necesidad de un cambio moral en nuestras vidas.
Los acontecimientos mundiales en gran parte, dependen del libre albedrío de los países, de sus gobiernos y sociedades. De hecho, ya se están produciendo cambios desde hace bastantes décadas. Cada uno de nosotros estamos en un nivel evolutivo que el mundo espiritual superior conoce perfectamente y saben lo que nos falta para estar en condiciones de poder formar parte de esa nueva sociedad, que supondrá el cambio definitivo a un mundo de regeneración. Aun así, pese a las advertencias: “Para algunos, mañana será tarde”.
También hemos de ser conscientes de que para ellos, inmateriales de otra dimensión, tienen otra percepción muy distinta del tiempo a como la tenemos nosotros. Observan lo que está ocurriendo en el astral, como preludio de lo que acontecerá más tarde en la materia.
En resumen: Para conseguir hechos concretos hace falta muchas veces propuestas cercanas, casi palpables y más concretas. Algo que forma parte del trabajo pedagógico del mundo espiritual, consciente de las necesidades más urgentes y de nuestra fragilidad moral y material. Sepamos por tanto, darle el valor que merecen.
Pedagogía espiritual por: José M. Meseguer
©2016, Amor Paz y caridad