PALINGENESIA III

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  En todo destino hay un determinismo de causas anteriores. Cosechamos de acuerdo con lo que hemos sembrado, y cosechamos también, de acuerdo con lo que actualmente sembremos en nuestro diario vivir.
 
 
  Nuestros actos de cada día, son cual semillas que darán su fruto de la misma naturaleza: dulce o amargo. Dicho de otro modo, somos los herederos forzosos de nuestros hechos -buenos o malos- realizados en el pasado y en el presente. 
 
  Si bien hay destinos que fatalmente han de cumplirse por haberse agotado el plazo que la Ley, que está basada en el amor, concede para el pago voluntario de los débitos del pasado, todo destino puede ser modificado. 
 
  Necesario es que sepamos que, destino no es fatalismo ciego, sino un determinismo de causas creadas por el afectado mismo, en el uso de su libertad o libre albedrío. 
 
  Si bien hay una predestinación en la vida de todo individuo, que compone su destino, éste puede modificarse. Todo individuo puede modificar su destino, en grado mayor o menor, según sea el esfuerzo que ponga en ello. 
 
  Por ejemplo. Supongamos a dos seres que encarnan con un mismo destino difícil. El uno se deja arrastrar por las circunstancias que componen ese destino adverso. El otro, por el contrario, se opone tenazmente a esas circunstancias y lucha poniendo todo su esfuerzo en superarlas. Tengamos por cierto que éste último modificará su destino. Y esto no es contrario a la Ley, antes bien, se fortalece y aprende a superar los aspectos adversos de la vida en el plano físico. 
 
  Si al menos nos acordásemos del compromiso hecho antes de encarnar… podemos pensar. Y hemos de respondernos que de acordarnos de ese detalle, habríamos de acordarnos también de otros aspectos de esa vida en el astral y de otras vidas, lo cual sería un verdadero tormento, dado el atraso evolutivo en que se halla la humanidad de nuestro mundo. 
 
  La ley que rige la vida en sus diversos aspectos, lo prevé todo. Y olvidados del destino aceptado antes de encarnar, como humanos nos rebelamos las más de las veces, por considerarlo injusto. 
 
  Por difícil que sea nuestra vida humana, aceptémosla con valentía; pues, es ley de vida que nadie tenga mayores sufrimientos que los que le correspondan y pueda soportar, ni mayores dificultades que las que pueda superar. 
 
  Si así no lo vemos, es debido a nuestra ignorancia o comodismo. 
 
(continuará) 
SEBASTIAN DE ARAUCO

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