Juan era un hombre bondadoso, pero como a todos le llego el día en tubo que abandonar su cuerpo. Recogido por los ángeles de Dios, fue acompañado al Cielo el lugar donde por justicia, acuden las almas de aquellos que, supieron vivir la vida cultivando las virtudes del espíritu.
En el transcurso del viaje, pidió a los enviados que antes de ascender al Cielo le permitiesen hacer una visita al infierno, ya que allí seguramente habría muchos conocidos a los que gustaría saludar por ultima vez, pues según su entendimiento el Cielo era algo eterno, y antes de acudir a dicho lugar quería despedirse de aquellos a los que ya no vería nunca mas. Los Angeles hablaron entre ellos, y determinaron que era una petición justa y merecida, por lo que accederían a ella.
Se acercaron a una gran puerta de donde emanaba un desagradable olor, dieron unos golpes, y a continuación se abrió la puerta apareciendo ante ellos uno de los funcionarios de dicha entidad, este quedo muy extrañado al ver de frente a servidores del Supremo. Uno de los Angeles le hizo saber la petición de aquel alma que acababa de dejar la tierra, el diablillo quedo perplejo, por tal deseo. Llamo a alguien que parecía ser un superior, comentando lo que aquellos extraños pedían, ambos después de unos minutos de discusión accedieron, con la única condición que solo les enseñarían el comedor donde en aquellos momentos, estaba la mesa puesta.
Después de caminar a través de unos oscuros pasadizos, llegaron frente a una puerta de considerable anchura, al abrirse esta, Juan observo una gran mesa con los manjares mas esquistos que nunca había visto, sin embargo los comensales se insultaban con todo tipo de improperios y parecían muy enfadados los unos con los otros. Observando detenidamente se dio cuenta de un detalle muy importante, los sentados a aquella mesa tenían una cuchara atada a un codo y un tenedor en el otro, por lo que les era imposible poder pegar bocado de aquellos manjares. Entonces comprendió el enfado de los comensales, después de ver aquello y no reconocer a ningún conocido pidió a los ángeles que continuaran el camino. Se preguntaba en su intimidad como seria el cielo.
Juan acompañado por los ángeles ya había atravesado las puertas del Cielo, y en aquellos momentos entraban en el comedor. Ante ellos aparecía una mesa, muy similar a la que había en el infierno, casi se podría decir que la misma, y ademas los sentados a ella también tenían los cubiertos atados a los codos, aparentemente era igual que el infierno, pero… Cuando los comensales empezaron a comer, en lugar de intentar comer, cada uno de ellos daba la comida a sus mas inmediatos compañeros y estos hacían lo mismo, por lo que todos saciaban su necesidad.
El Cielo y el Infierno esta en nosotros mismos en nuestras actitudes, en nuestra forma de enfrentar las dificultades, si somos capaces, de buscar la parte positiva de estas seremos capaces de dar pequeños pasos en el progreso de nuestro espíritu inmortal.
Este pequeña fábula esta basada en una que hace mucho tiempo oí de una gran persona, Manuel Robles y a su memoria quiero dedicar esta adaptación.