NO JUZGUEIS Y NO SEREIS JUZGADOS

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  Una de las costumbres que tenemos más arraigadas los humanos es, sin duda, la de juzgar a los demás. Este hecho, comporta varias situaciones que observadas desde un punto de vista estrictamente material apenas tienen importancia; ahora bien, lo mismo,
analizado desde una perspectiva espiritual puede tener hondas repercusiones para el que juzga y para el juzgado. 
 
  Cuando vamos comprendiendo un poco la grandeza del Universo, nos percatamos del hecho de que apenas somos algo muy pequeño dentro del contexto espiritual universal. Esta circunstancia nos tiene que facultar, en primer lugar, para adquirir un mayor grado de humildad, y en segundo término, para darnos cuenta de que por no ser casi nada, no podemos tampoco juzgar a la ligera las actuaciones de los demás. Sin embargo, esto no debe privarnos del análisis y el comentario de ciertas situaciones que a veces es preciso aclarar con alguna persona en cuestión. Pero cuando nos veamos obligados a comentar algo de esta forma, sepamos hacerlo de la manera más delicada posible, siempre intentando corregir y nunca tratando de humillar. De esa manera, habremos conseguido echar una mano a esa persona, que sin duda, no ve donde se está equivocando, pero que gracias a nuestra actuación comprensiva, se le pueden aclarar ciertas ideas a fin de que se percate de su error. 
 
  Al juzgar a otra persona, corremos el riesgo de que nuestro juicio sea equivocado, lo que daría o podría dar lugar a falsas interpretaciones sobre el estado real de esa persona. Este hecho no sólo dañaría su imagen, sino que podría ser un obstáculo en su relación normal con los demás. 
 
  Comprendiendo un poco más las leyes espirituales, nos vamos dando cuenta de que nuestras actuaciones, tanto positivas como negativas, recaen tarde o temprano sobre nosotros, lo cual debe darnos pie a no juzgar ni criticar a nadie si no queremos que hagan lo mismo con nosotros. 
 
  Al mismo tiempo que juzgamos, estamos en la mayoría de los casos, exigiendo de esa persona más de lo que realmente nosotros estamos dispuestos a dar; esto nos debe hacer reflexionar y actuar con cautela siempre que oigamos algún comentario o crítica destructiva, a la vez que debemos tener siempre presente que cada persona somos un mundo y que si alguien hace esto o aquello, antes de admitir un juicio tenemos que estar totalmente informados acerca de lo que ella ha hecho verdaderamente, porqué lo ha hecho y cómo lo ha hecho. 
 
  Y por último, no debemos de olvidar que al hablar de una tercera persona es mucho mejor emplear palabras de comprensión y cariño hacia ella, que no tolerar o participar de comentarios destructivos acerca de la misma; de esta manera, volveremos a estar de nuevo en concordancia con la suprema ley universal, la ley de la tolerancia y de la comprensión, la ley del Amor. 
 
A.LL.F. 
 
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Se identifica al verdadero buscador de la Verdad, no por la acumulación de conocimientos que posee, ni tampoco por su alta comprensión intelectual y filosófica, sino más bien se caracteriza por el conocimiento profundo que tiene de sí mismo y por su comprensión moral hacia las necesidades y problemas ajenos.
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