“El encuentro con la espiritualidad es la búsqueda saludable de uno mismo, del desarrollo de una percepción e inteligencia que sirve no sólo al individuo sino a su búsqueda de realización en la vida”
Claudio Sinoti – Psicólogo y Terapeuta Junguiano
Los estudios de los neurocientíficos norteamericanos Michael Persinguer y Vilayanur Ramachandran presentaron en los años 90 las evidencias científicas de los análisis del psiquiatra Carl Gustav Jung, cuando observaron la existencia de un punto divino en el cerebro humano al que denominaron conciencia espiritual.
Estos estudios sirvieron como base para establecer el hecho de que, además de la inteligencia cognitiva, emocional, sensorial y otras, existe una inteligencia espiritual. Esto ya venía siendo confirmado por otros importantes científicos e investigadores en otras áreas o disciplinas de la ciencia.
El gran psiquiatra de finales del siglo XX, Victor Frankl, en su obra “El hombre en busca del sentido último”, aborda con maestría singular el análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano, íntimamente relacionada con la inteligencia espiritual (hasta el punto de identificarse plenamente una con otra), dedicando con amplitud, precisión y lucidez un estudio sobre “el inconsciente espiritual” del ser humano.
Este inconsciente espiritual no es otro que el archivo milenario del espíritu; donde se guardan celosamente las experiencias vividas en otras épocas y reencarnaciones previas. Y sobre todo constituye el carácter personal de cada uno, pues es el sumatorio de las vivencias personales y emocionales que quedaron grabadas con tal fuerza que, en cada vida, pueden aflorar sin que sepamos su origen, que se pierde muchas veces en la noche de los tiempos al haber adquirido los hábitos y tendencias que nos acompañan de continuo formando nuestra idiosincrasia y temperamento personal que nos diferencia de los demás.
Y aunque los análisis realizados competen en cada área (neurología, psiquiatría, logoterapia, etc.) al propósito de la disciplina particular de la que se trate, todos ellos no hacen sino confirmar que la realidad espiritual del ser humano trasciende la cuestión meramente material o biológica, alcanzado una dimensión diferente que corresponde a la parte inmortal del ser humano: su alma o espíritu.
“La inteligencia espiritual es la inteligencia del alma”
Danna Zohar
Es por ello que, desde el punto de vista trascendente de la filosofía de Kardec, se elabora una psicología que tiene como agente principal y preponderante la trascendencia del espíritu inmortal que es definido como “el principio inteligente del universo”, lo que caracteriza sin duda su esencia principal (la inteligencia) que lo diferencia de otros seres vivos y le dota de una doble condición única: es al mismo tiempo inteligente y espiritual por naturaleza. Y es así como podemos entender la importancia de la espiritualidad en el ser humano, de su creencia en Dios, al ser este la causa primera que crea, impulsa y organiza todo lo que existe. Somos el efecto inteligente de una Mente Inteligente que nos ha creado. Continuando la saga de la psicología transpersonal y Junguiana, la mentora Joanna de Ángelis aborda esta psicología profunda bajo las bases de la doctrina kardeciana y explica así el origen:
“Un sol trascendente que es el arquetipo primordial (divinidad) que irradia como fuente de vida y de energía; eje central del Universo y Generador del Cosmos que atrae en su dirección todas las expresiones que Lo manifiestan en la creación”
Lo que comienza con el arquetipo primordial citado arriba es reflejado en el alma humana como la búsqueda de uno mismo para llegar a una autorrealización personal, y eso lleva indefectiblemente al encuentro con el ser inmortal que somos y al camino que debemos recorrer para encontrarnos con la divinidad que nos ha creado, desenvolviendo esa parte de inteligencia espiritual que pasa por aprender a conocernos y que es la que expresa el nivel de adelanto intelecto-moral que poseemos.
Bajo las premisas de la psicología espiritual que estamos abordando, la inteligencia espiritual presenta unas bases que se desarrollan en el individuo en función de su aprendizaje y crecimiento a través de las experiencias que su alma va experimentando. Este aprendizaje se fija en varias etapas, la primera la acabamos de mencionar: aprender a conocernos, y como bien sabemos por la filosofía, la frase del templo de Delfos “Conócete a ti mismo”, es uno de los axiomas más poderosos del descubrimiento interior del ser.
Una segunda etapa que deriva de la primera es aprender a vivir; de la meditación e introspección que son necesarias para conocerse a uno mismo surge la capacidad de discernir nuestro comportamiento, evaluando la propia conducta que se nos presenta con claridad, pues comenzamos a ver con profundidad nuestra propia alma. Esto es muy importante, pues nos permite aceptarnos como somos y no depender en nuestras vidas de los aspectos externos, enfocándonos en las potencialidades de nuestra alma.
De esta segunda etapa de aprendizaje pasamos a una tercera, en la cual somos capaces de aprender a ser, reflejando realmente nuestra propia esencia, en la que nos percatamos de que debemos aprender a convivir consigo mismo, con su propia soledad. Esto no significa aislarse, sino interactuar con nosotros mismos, con nuestra intimidad, para salir mejor a convivir con los demás, ya que la auténtica convivencia y fraternidad se debe basar en la conciencia de ser y no de tener. Esta conciencia nos libera de aparentar lo que no somos, nos ayuda a aceptarnos como somos y nos despierta en la realización personal iluminando y liberándonos para la última de las etapas.
La última etapa de aprendizaje en el desarrollo de la inteligencia espiritual y la conciencia espiritual es aprender a amar. El amor también se aprende y pasa por diferentes etapas (infantil, juvenil, maduro, pleno, etc.). El amor libera, pero el primer escalón a superar es el del «auto-amor» (autoestima) que madura y permite a posteriori amar a los demás.
El ser humano vive en función de su capacidad de amar y debe canalizarlo de forma saludable en beneficio propio, del prójimo, de lo colectivo y de Dios, inteligencia suprema, arquetipo primordial y causa primera de todas las cosas.
Inteligencia y conciencia espiritual por: Redacción
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