“La Escala Espírita”
En numerosas ocasiones tenemos la oportunidad de leer, estudiar y aprender sobre el proceso evolutivo del alma humana, desde “el átomo al ángel”, desde la “etapa pre-humana a la etapa hominal”, desde “la conquista de la razón partiendo del instinto hasta llegar a la intuición”. Sea cual sea el enfoque que adoptemos para llegar al final, el espíritu creado por Dios tiene como destino el único fatalismo que existe en su conciencia: la plenitud y felicidad a la que está destinado.
Dios, en su inmenso amor, creó el universo y colocó en él a los espíritus como seres inmortales, infinitos y destinados a ser en su momento los herederos de su obra, los únicos seres de su creación destinados a conocerlo, amarlo y comprenderlo. En ese proceso evolutivo estableció unas leyes espirituales que, al igual que las leyes físicas que rigen el cosmos y la vida en la materia, son inmutables, eternas e iguales para todas las criaturas.
Entre estas leyes destacan el impulso de progreso que la ley de evolución procura realizar a través de la reencarnación en las primeras etapas evolutivas del ser. Estas etapas se corresponden con determinados estadios de progreso del espíritu, que van paralelos a las características peculiares del proceso reencarnatorio. La reencarnación se convierte así en una herramienta de progreso que permite al hombre salir del primitivismo con dirección a la plenitud de conciencia y el perfecto equilibrio con el pensamiento cósmico que gobierna, mantiene y crea todo el universo.
En cada etapa de progreso del alma, la reencarnación juega un papel preponderante hasta que deja de ser necesaria en base al progreso del espíritu que ya superó todas las pruebas y vicisitudes que pueden darse en los mundos físicos, prosiguiendo su camino de manera espiritual. Las peculiaridades de las etapas en que la reencarnación ya no es necesaria para el progreso del espíritu las trataremos en un futuro artículo; baste ahora mencionarlo para dejar claro que la reencarnación tiene sus límites para el progreso del alma cuando esta alcanza determinados niveles de progreso.
Más allá de eso se vuelve innecesaria y tan solo en misiones sacrificiales: espíritus angélicos de elevada condición que ya quedaron exentos de las reencarnaciones hace siglos, pueden volver a reencarnar para llevar adelante una misión encomendada por Dios que solamente espíritus de ese nivel pueden realizar. Este es el caso del Maestro de Galilea, ser angélico por excelencia, maestro del amor y de la verdad, que sublimó su misión en la Tierra a través de su propio sacrificio para enseñarnos el valor de la vida espiritual y las bendiciones del perdón y del amor al prójimo.
Este es un ejemplo de cómo la reencarnación sirve a los propios fines de las misiones de los espíritus adelantados; o, en el caso de la inmensa mayoría de los espíritus que poblamos la Tierra, todavía imperfectos y deudores ante la Ley de Dios, la reencarnación es completa y absolutamente distinta y diferente en función de dos aspectos: el primero, el grado de adelanto del espíritu que va a reencarnar, y el segundo, las necesidades de progreso que tiene el espíritu, sea cual sea su grado de adelanto.
Por ello, analizar los diferentes tipos de reencarnación que se producen en el proceso de evolución del alma es imposible, pues no existen dos reencarnaciones iguales, ya que no hay dos espíritus iguales. Sin embargo, sí podemos establecer generalidades en base a la escala espírita que explicaron los espíritus a Allán Kardec en el Libro de los Espíritus, cap. I Lib. 2 En esta clasificación, que ni es única ni cerrada, pues como explica el propio Kardec podrían elaborarse otro tipo de definiciones tan válidas como las que se mencionan, sin embargo sí podemos entender aspectos generales que condicionan la reencarnación de los espíritus en base a dónde estén ubicados dentro de esa escala, que no es otra cosa que una clasificación generalizada en base al adelanto moral y de progreso de los espíritus (encarnados o desencarnados).
Así pues, brevemente, detallaremos algunos aspectos comunes y generales que diferencian las reencarnaciones de los distintos tipos de espíritus con arreglo a su nivel de progreso, para que podamos establecer las diferencias, las ventajas y los inconvenientes en función de si se pertenece a uno u otro tipo de espíritus con mayor o menor grado de adelanto. No podemos olvidar que el tiempo y el progreso hacen progresar al espíritu y subir peldaños en esa escala, por lo que las experiencias reencarnatorias van variando y cambiando a medida que vamos progresando.
Veamos la escala que menciona Kardec, desglosada en tres tipos de orden acerca de los grados de progreso del alma, y algunas características en relación a la reencarnación de los espíritus que forman cada una de ellas.
Primer Orden: Espíritus Puros
La primera y más importante característica de este tipo de espíritus en relación con la reencarnación es que ya no se hallan sujetos a ella, porque no necesitan sufrir más pruebas y expiaciones en la materia al haberlas superado y despojado de las impurezas que ello supone (AK., L.E. ít. 113).
Su adelanto y progreso les permite encontrarse en un estado de dicha permanente pero en plena actividad, colaborando intensamente con la obra divina, siendo mensajeros y portavoces del pensamiento divino, ejecutores de muchas de sus disposiciones en el universo y colaboradores incesantes en el progreso y evolución de las humanidades que pueblan el universo.
Segundo Orden: Espíritus Buenos
Son espíritus todavía necesitados de la reencarnación para su progreso y adelanto, y aunque en ellos reside fuertemente consolidado el deseo del bien, todavía las imperfecciones y atavismos les condicionan para reencarnar a fin de alcanzar en próximas existencias la liberación de la que gozan los espíritus puros. Todos ellos tienen todavía pruebas que soportar y superar. En este estadio evolutivo, los espíritus buenos intentan ser ejemplares neutralizando el mal.
Sus reencarnaciones son más fáciles y menos traumáticas que las de los espíritus imperfectos, y en la vuelta a la vida gozan de mucha ayuda espiritual por sus propios méritos, a la vez que planifican con anterioridad los objetivos de cada reencarnación, y ellos mismos colaboran junto a sus protectores espirituales en su propio proceso reencarnatorio, siendo conscientes del mismo, a fin de establecer desde el primer momento el rumbo adecuado que les permita triunfar en el compromiso y las pruebas elegidas antes de encarnar.
Debido a las distintas características que predominan en ellos, suelen elegir como pruebas en las reencarnaciones aquellas deficiencias más notables que precisan corregir para avanzar más rápidamente en su adelanto ético-moral.
Tercer Orden: Espíritus Imperfectos
Son aquellos que por su escasa evolución, ignorancia o maldad, tienen como característica principal el predominio de la materia sobre el espíritu. En nuestro mundo imperfecto de expiación y prueba, la gran mayoría de los seres reencarnados pertenecemos a este grupo de espíritus imperfectos.
Y debido a las pasiones, las imperfecciones y los vicios que todavía dominan nuestras actitudes, las reencarnaciones obedecen a necesidades evolutivas imperiosas de reparación de las faltas cometidas. Es decir, tenemos más expiaciones que pruebas; aunque estas últimas también aparecen cuando el deseo de cambiar y modificar nuestra conducta hacia las leyes de Dios se manifiesta en nosotros.
En este estadio evolutivo en el que nos encontramos, nuestro libre albedrío es limitado proporcionalmente al grado de adelanto moral de nuestro espíritu. Y esta circunstancia se traduce en el grado de desmaterialización y apego que tenemos por las cosas materiales y que influye notablemente en el proceso reencarnatorio que tenemos que experimentar una y otra vez. No existe una reencarnación igual a otra. Y para los espíritus que nos encontramos en esta etapa, existe multitud de formas de reencarnar en función de las expiaciones, pruebas y necesidades evolutivas que precisamos.
De tal manera esto es así que, dentro de este amplio grupo, podemos encontrar espíritus que, por su bajeza moral, maldad o entorpecimiento, apenas reencarnan automáticamente; sin darse cuenta, son obligados por los mentores espirituales a reencarnar de nuevo en vidas programadas de sufrimiento y dolor para que, dejando de hacer el mal, comiencen a reparar el daño cometido que vienen realizando.
Y puede ocurrir también, al contrario, cuando nos damos cuenta de la necesidad de progresar para evitar el sufrimiento que nuestros actos equivocados producen, y la necesidad de abrazar el perdón y el amor como pauta de conducta, se nos ofrece la oportunidad de elaborar junto a nuestros protectores y guías la planificación de la próxima reencarnación.
Y aunque no seamos plenamente conscientes, estudiamos y nos preparamos adecuadamente para intentar salir de las vidas de dolor y expiación y equilibrarnos en nuevas reencarnaciones de pruebas y fortalecimiento espiritual, a fin de recorrer definitivamente la senda del progreso y el adelanto por nosotros mismos que nos conduce a etapas superiores donde las vidas son más fáciles y los objetivos a superar no presentan el sufrimiento agudo de la reparación, sino de la prueba. Son tantas las casuísticas que se producen en la reencarnación de los espíritus encuadrados en este estadio evolutivo como espíritus hay.
Para finalizar, podemos valorar el hecho de que la reencarnación se adapta a las necesidades evolutivas del alma humana en función del grado de adelanto alcanzado y del impulso que la ley del progreso imprime en el universo a todos los espíritus, creados para la plenitud y la felicidad a la que estamos destinados.
Grados de progreso y reencarnación por: Antonio Lledó Flor
©2022, Amor, Paz y Caridad
P: “Los espíritus, ¿son buenos o malos por naturaleza, o ellos mismos van mejorando? R: Van mejorando por sí mismos. Al progresar, pasan de un orden inferior a otro superior”. Allan Kardec, L.E., ít. 114