ESPACIO CÓSMICO

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Comencemos este estudio del espacio cósmico considerándolo dentro de nuestra limitada capacidad conceptual humana. Pues, penetrar en lo infinito ilimitado, cual es el espacio cósmico, con una mente humana limitada, tan sólo es posible percibir algunos de sus grandiosos efectos.

El Cosmos podremos imaginarlo como el conjunto de aspectos conformando un todo coherente y armónico, dentro de un plan y un orden perfectos, pletórico de energía en constante acción y transformación, de acuerdo con el plan o programa contenido en la Mente Cósmica o Suprema Energía.

Y en ese espacio, infinito e ilimitado para nuestra comprensión humana, navegan los mundos pletoricos de vida en diversos grados en desarrollo y evolución. Cuerpos ciclópeos avanzando en el espacio, en un movimiento sincronizado y constante, en concordancia con las órbitas trazadas por los Ingenieros Siderales de gran poder, colaboradores en el plan divino de la creación y evolución.

Mundos creados por la Mente Divina, Eterna Energia Cósmica, para dar cabida a las «Chispas» divinas o semillas de futuros seres en sus comienzos, asi como para el desarrollo evolutivo de las diversas manifestaciones de Vida. Astros radiantes a nuestra vista, que son soles, focos gigantescos de luz, calor, magnetismo, energía vivificante para los planetas o mundos de sus sistemas, que giran incesantemente alrededor de cada sol, en concordancia con las órbitas trazadas y esa gran fuerza universal que conocemos como Ley de Gravitación.

Y los espacios que median entre esos mundos que componen los sistemas planetarios, constelaciones y galaxias; están pletoricos de energía para alimentar toda manifestación de vida física, psíquica y espiritual. Expondremos en este tema algunos aspectos de energía, a los cuales se les da el nombre de: Eter, Magnetismo y fluidos.

ETER. – Todo el espacio cósmico poblado de sistemas planetarios, está impregnado, saturado de éter, «sustancia» sutilísima imponderable, emanada de la Suprema Energía Cósmica, en la cual se mueven los mundos como los peces en el mar, y como nosotros en él nos movemos y respiramos sin notarlo.

El éter sirve de vehículo a las vibraciones mentales y de toda manifestación de vida, a las vibraciones de luz, sonoras, electricidad, etc., a la vez que actúa como «registro» o memoria universal, en la que quedan grabados los pensamientos, aconte-cimientos y diversos aspectos de la Vida.

Algunas escuelas denominan a esta parte del éter, como Eter Reflector. Y esto es conocido como registros akásicos, en el lenguaje esotérico.

Varias son las hipótesis al respecto, la última de las cuales -la de la relatividad- de Einstein, sostiene que el espacio no puede concebirse sin el éter. Einstein, descubridor de importantes leyes cósmicas, sostiene que no habría propagación de luz, energía, magnetismo, etc., sin este elemento primario.

Algunas escuelas definen el éter como la omnipresencia. Y para otras, la omnipresencia es la sustancia imponderable que, en forma de vibraciones envuelve todos tos cuerpos celestes y llena el espacio cósmico.

El éter es, a la vez, la sustancia prima de toda creación de materia en sus formas fluídicas primarias.

Y hasta donde llegan los conocimientos de la ciencia actual, es el elemento primordial que forma parte de toda materia existente.

En él, las formas-pensamiento encuentran la sustancia necesaria para imprimir y fijar de un modo perdurable las imágenes y formas que surgen de los pensamientos. De ahí que, a causa de su penetración sutil, el éter es considerado como el fluido cósmico por excelencia.

FLUIDOS. – Según definición general, dentro de la ciencia académica, en física, el fluido es: «Cada uno de los agentes invisibles y de naturaleza desconocida, imponderable, que se ha considerado como causa inmediata de los fenómenos eléctricos, luminosos y caloríferos». En zoología, se considera como: «Cada uno de ciertos agentes hipotéticos que admiten algunos fisiólogos, como el fluido nervioso y el magnetismo animal”.

Néwton, el físico y matemático inglés, definió este fluido como: «spiritus subtilisimus»; Mesmer, como: «fluido magnético»; Reinchenbach, como: «Emanación ódica».

En el campo del conocimiento esotérico, los fluidos se consideran como el resultado de la fuerza magnética del pensamiento, en acción sobre la sustancia cósmica primaria, cual es el éter; o sea el resultado de la fusión de esos dos aspectos: magnetismo- éter.

Hay una definición por el espíritu de André Luíz, en la obra psicografiada: «Liberación» (página 144 de la 3- edición original en portugués, de 1.945) que dice: «Energía plástica de la mente que la acumula, tomándola del fluido universal (éter), en el cual todas las corrientes de la Vida se bañan y se rehacen en los diversos reinos de la Naturaleza, dentro de Universo. Cada ser vivo es un transformador de fluidos según su potencial receptivo e irradiante. El hombre nace y renace centenares de veces -dice- para aprender a desarrollar esa energía, sublimarla y usarla».

Y de ese fluido, en diversos grados de densidad y sutileza están compuestos todos los cuerpos y formas de vida del mundo psíquico astral.

Y la densidad y sutileza difieren en cada plano o ambiente, así como en cada cuerpo psíquico o alma humana, compuesto de fluidos, y todas las formas existentes en los diversos planos del astral (superior e inferior), son reales y tangibles para los seres que en ellos habitan, ya que la sustancia básica es la misma.

Para quienes no les sea fácil comprender esto, hacemos notar que, todos los cuerpos o materia existente en nuestro plano físico, es de origen etérico, diremos, sustancia etérica condensada, por acción de la energía contenida en la «Chispa Divina», actuando sobre el éter.

Sabido es que nuestro cuerpo físico está compuesto de los mismos elementos, de los mismos átomos o sustancia del planeta Tierra, al igual que todo lo que vemos y tocamos, ya bien modelado por el hombre, ya por la Naturaleza. Así también siendo todos los fluidos astrales modelables (por su gran plasticidad) a la acción magnética del pensamiento; la fuerza mental, actuando sobre el éter del astral o fluido astralino, imprime en el mismo la forma emitida por el pensamiento.

Y es así, que hay ambientes maravillosos y tenebrosos, según la condición mental de sus habitantes; y que son tan reales y tangibles para ellos, como para nosotros son los objetos de nuestro mundo.

Y como ya sabemos, las almas sensibles y hermosas, las que vibran en amor fraterno, pasan a habitar los primeros, por sintonía vibratoria; y las almas egoístas, orgullosas y ruines, pasan a los segundos.

Cada persona, animal o planta, contiene y emite fluidos propios, en consonancia con su sintonía vibratoria. En los humanos, esos fluidos pueden ser positivos-benéficos o negativos-maléficos; ambos en el grado de la energía magnética de la persona, e influir en bien o en mal. De aquí que todo aquél que vibre en amor fraterno, que es el que predicó y practicó el sublime Nazareno, toda persona bondadosa está emitiendo fluidos benéficos doquiera se halle.

Pero los fluidos emanados de las personas rencorosas y ruines, pueden dañar a otras con quienes estén en relación y contacto frecuente. Esto debemos tenerlo en cuenta en nuestras relaciones humanas.

Más aún, entre los seres desencarnados, muchos hay que, por sus pasiones y bajas tendencias, pululan por los ambientes humanos, así como entidades maléficas que, al acercarse (por sintonía o deseo de venganza) a las personas que vibran en una tónica negativa, pueden impregnar su aura con malos fluidos, con lo cual, causa es muchas veces de dolencias y hasta de enfermedades indefinidas o desarmonías, y aún desequilibrios psíquicos y nerviosos, como los que con frecuencia podemos apreciar. Por ello, importantísimo es mantenernos siempre en una tónica vibratoria positiva, vibrando en bondad y actuando con amor que, como conocéis ya, crea un campo magnético en derredor de esa persona, que le protejerá de toda influencia maléfica.

SEBASTIÁN DE ARAUCO

 

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