¿ES EL INCONSCIENTE UNA GUÍA MORAL?

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¿Es el inconsciente una guía moral?

“El inconsciente guarda y elabora los registros psíquicos, intelectuales y emocionales a lo largo de las experiencias milenarias del espíritu, permitiendo el avance moral-intelectual”

La estructura psicológica de la conciencia humana tiene sus partes bien definidas; por un lado encontramos “El consciente”, es la parte de la mente que alberga todo de lo que estamos conscientes en determinado momento. En segundo lugar aparece “El subconsciente” son aquellos contenidos (recuerdos, emociones, impulsos, etc.) que no están en el campo de la conciencia y por tanto se encuentran en el inconsciente, pero son fácilmente accesibles a nuestra conciencia (Ej.: Una persona que conocemos pero en un momento determinado no podemos recordar su nombre y un instante después aflora su nombre a nuestra mente fácilmente). 

Y en tercer lugar tenemos “el inconsciente”(*) auténtico baúl dinámico de la conciencia donde se archiva todo lo que no recordamos, así como muchas cosas que no están en el consciente, algunas reprimidas y otras no, pero que presentan resistencia a ser recordadas conscientemente. Aquí incluiremos las experiencias del pasado adquiridas a través de la reencarnación.

Es importante conocer esto, porque como bien explicábamos en el artículo del mes de marzo sobre la existencia de una ley moral en el interior del hombre, este código moral se halla en la conciencia de cada individuo. Y concretando un poco más al respecto afirmamos que, dentro de la conciencia, el lugar donde se almacenan las experiencias, las memorias extra-cerebrales, las tendencias y reflejos condicionados del ser a través de los milenios es el inconsciente profundo.

“El pasado no reconoce su lugar: está siempre presente”

Mario Quintana – Poeta

Todo aquello que conforma nuestra historia como espíritus inmortales, nuestra individualidad, nuestros impulsos, sentimientos, ideas, automatismos, etc. Se encuentran archivados y permanentemente vivos en nuestro interior. Tanto es así que muchos reflejos condicionados, emociones o instintos afloran muchas veces de nuestra personalidad sin saber muy bien de dónde proceden. Es la auténtica herencia espiritual que todos tenemos, unos más rica en vivencias porque comenzaron antes el camino de la evolución y otros menos porque llevan menos vidas o menos experiencias acumuladas.

No importa la cualidad de estas experiencias, si son buenas o malas, si tienen un recorrido perturbador o beneficioso para nuestro yo, pues esto se deriva de la naturaleza en cómo fueron vividas y la intensidad con las que se grabaron en la profundidad de nuestra alma. Lo que verdaderamente importa es que todos los seres humanos, dotados de alma inmortal, pueden acceder antes o después a su propio acervo, a su auténtica historia real y profunda de la que procede y que le condiciona. Si bien respecto a la experiencia la cualidad no tiene importancia, la acción derivada del libre albedrío y su correspondencia con la ley de Dios, que es la Ley Natural, condiciona el futuro del espíritu en las sucesivas reencarnaciones que le tocará vivir.

Por consiguiente, la importancia del bien y del mal en cuanto a nuestras actuaciones, pensamientos o sentimientos es relevante y al mismo tiempo imprescindible a la hora de forjar nuestro propio destino. El grado de La Ley Moral que cada uno tiene y se establece en nuestro inconsciente viene derivado del uso acertado o desacertado del libre albedrío. 

Cuando trabajamos en el bien y nuestros actos reflejan la concordancia con la Ley de Dios, nuestro inconsciente se llena de actitudes, reflejos, automatismos y experiencias dirigidas en ese sentido, forjando a fuego la directriz que nos acompañará siempre, vida tras vida. De aquí surgirán los sentimientos nobles y altruistas, las necesidades de encontrar un sentido positivo a la vida, la lucha por el progreso y la mejoría constante. Todo esfuerzo es recompensado y queda grabado para siempre en nuestro interior.

“Reflejos, automatismos, instintos y tendencias proceden de la repetición de estas experiencias a través de las vidas sucesivas”

Cuando en el uso de nuestro libre albedrío nos apartamos del bien, eligiendo el camino del mal, el inconsciente graba igualmente, almacena, registra y refuerza sus hábitos perniciosos, de forma que estos aflorarán antes o después para seguir reflejando nuestro carácter y autentica personalidad en futuras vidas. Traumas, complejos de culpa, fobias, desequilibrios, neurosis y disfunciones de la personalidad vendrán hasta nosotros siempre que no corrijamos estas tendencias arraigadas y reforzadas con nuestro mal proceder sobre las leyes de la vida.

Carl G. Jung, el padre de la psicología analítica calificaba a estas perturbaciones negativas del inconsciente como “la sombra”. Y decía más, es preciso combatirla reconociéndola y teniéndola presente, aceptándola como propia, sin intentar huir de ella, para que de esta manera podamos enfrentarla conscientemente y la vayamos debilitando con los hábitos contrarios a los que ella nos impulsa. 

En un lenguaje más sencillo podemos calificarlo como nuestros defectos o imperfecciones morales, nuestras debilidades que nos acompañan, queramos o no, porque las hemos insertado en nuestra conciencia a fuerza de perseverar en ellas una y otra vez. Egoísmo, orgullo, vicios, envidia, pasiones desenfrenadas, etc. por citar algunas de estas debilidades que forman parte de nuestro carácter y que no sólo nos debilitan como espíritus, sino que es el motivo de mayor sufrimiento que podamos sembrar en nuestro interior.

Así pues, el inconsciente puede ser una guía moral para detectar aquellas debilidades que tenemos, al mismo tiempo que marca el nivel de elevación espiritual que poseemos. Es bien sabido que actuamos muchísimas mas veces por causa de nuestro inconsciente que de forma consciente y atenta. Nuestro sistema circulatorio (sangre), digestivo, el sistema nervioso autónomo, y multitud de procesos que ocurren en nosotros y a nuestro alrededor, funcionan de forma inconsciente.

«Si en el Océano Pacífico colocamos una cáscara de nuez, sería similar al tamaño del inconsciente (Océano) y nuestro consciente (cáscara de nuez)»

Sigmund Freud

Con harta frecuencia nuestros hábitos afloran a la hora de tomar decisiones, y solemos reaccionar mediante impulsos o acciones que afloran de forma automática sin previa consciencia. Somos animales de costumbres, y si estas no son las adecuadas, nuestro poderoso inconsciente toma el mando y envía las señales automatizadas con las que siempre respondemos. Si estas son adecuadas y correctas respecto a las leyes morales, nuestra conciencia no efectúa reproche alguno, pero si son contrarias al bien, el remordimiento aflora como un mecanismo de advertencia.

Sea como fuere, no estamos aislados de lo que somos y lo que fuimos por el hecho de no ser conscientes de las experiencias concretas que vivimos y experimentamos, sino que todo está en nosotros. Por ello, el olvido del pasado que acontece en cada nueva reencarnación cuando tomamos un cuerpo físico con un nuevo cerebro incapaz de bucear en una memoria que no ha grabado, es una bendición de la Ley Divina, que intenta protegernos de aquellos episodios de los que fuimos protagonistas, en los que atentamos contra el bien y cuyo recuerdo podría suponernos graves disturbios mentales y emocionales, impidiéndonos un equilibrio sereno y necesario.

Es otro de los motivos que nos hacen comprender la elegancia, la perfección, la excelsa y amorosa mano del creador para procurar al hombre el olvido temporal de sus errores, a fin de poder corregirlos y avanzar mediante el  esfuerzo personal progresando espiritualmente. Y por ello, lejos de apartar de nosotros aquello que somos y nosotros mismos hemos sembrado, lo vela en el inconsciente, para que siempre tengamos a mano los recursos necesarios para corregir el mal sin que este nos condicione, optando por la experiencia de abrazar el bien.

Así pues, nuestro inconsciente puede convertirse en una guía moral cuando actúa siguiendo la Ley de Dios, la Ley Moral que el Creador puso en lo íntimo de nuestra conciencia y que nos impulsa hacia el bien, merced a nuestro esfuerzo por construir en nuestro interior los hábitos positivos que suplantan a los negativos y se convierten en una conducta recta y una conciencia limpia.

¿Es el inconsciente una guía moral? por: Antonio Lledó Flor

© 2019, Amor, Paz y Caridad

(*) “Lo que Freud  llamó inconsciente la Psicología Espírita lo llama Espíritu, y no es un archivo de experiencias depositadas en un baúl; es algo extremadamente dinámico que impulsa nuestras actitudes y nos domina hasta que no hagamos el viaje interior dentro de nosotros mismos.” 

Libro: Reflejando el Alma – Divaldo Franco – Cap. 5

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