Antonio B… escritor de mérito, estimado por sus conciudadanos; habiendo ejercido con distinción e integridad funciones públicas, en Lombardía cayó, hacia 1.850, a consecuencia de un ataque de apoplejía, en un estado de muerte aparente que se tomó, por desgracia, como acontece algunas veces, por muerte real, El error era tanto más fácil cuanto que se habían creído percibir en el cuerpo señales de descomposición.Quince días después del entierro, una circunstancia fortuita determinó a la familia a pedir la exhumación; se trataba de un medallón olvidado por descuido en el ataúd. Se reconoció que el cuerpo había cambiado de posición, que se había vuelto y, ¡cosa horrible! que una de sus manos estaba en parte comida por el difunto: entonces se manifestó que el desgraciado Antonio B… había sido enterrado vivo, debiendo sucumbir ante las angustias de la asfixia y el hambre. Habiendo sido evocado Antonio B. . . en la Sociedad de París en agosto de 1.861, a petición de uno de sus parientes, dio las siguientes explicaciones:
– Evocación: ¿Qué me queréis?
– Uno de vuestros parientes nos ha suplicado que os evocásemos; lo hacemos con gusto y tendremos el mayor placer, si tenéis la bondad de respondernos.-
R.- Sí quiero responderos y lo hago con gusto.
– ¿Os acordáis de las circunstancias de vuestra muerte?
R.- ¡Ah!, ciertamente, las recuerdo: ¿por qué me traéis a la memoria la idea del castigo?
-¿Es cierto que habéis sido enterrado vivo por equivocación?
R.- Debía suceder así; porque la muerte aparente ha tenido todos los caracteres de una muerte real: estaba exangüe (privado de sangre, descolorida la piel por la privación de la sangre). No se debe imputar a nadie un hecho previsto desde antes de mi nacimiento.
– Si estas preguntas sirven para causaros molestia, será preciso que no las hagamos.
R.- No, continuad.
– Desearíamos saberos feliz, porque habéis dejado la reputación de un hombre honrado.
R.- Os doy las gracias; sé que rogaréis por mí. Procuraré contestaros; pero si lo hago mal, uno de vuestros guías espirituales suplirá mi falta.
– ¿Podéis describirnos las sensaciones que habéis experimentado en aquel terrible momento?
R.- ¡Oh!, ¡qué dolorosa prueba! ¡Sentirse encerrado entre cuatro tablas y no poder moverse! No poder llamar; sin voz en un centro privado de aire. ¡Oh!, ¡qué tormento el del desgraciado que se esfuerza en vano por aspirar en una atmósfera insuficiente y desprovista de lo necesario para poder respirar! ¡Ah!, estaba como un condenado en la boca de un horno, salvo el calor. ¡Oh! ¡No deseo a nadie semejantes tormentos! ¡No, no deseo a nadie un fin como el mío! ¡Ah! ¡Cruel castigo de una terrible y feroz existencia! No me preguntéis en qué pensaba, pero me sumergía en el pasado y entreveía vagamente mi porvenir.
– Vos decís que aquel fue el castigo de una feroz existencia; sin embargo, vuestra reputación, intachable hasta hoy, no hacía suponerlo. ¿Podéis explicarnos esto?
R.- ¡Qué es la duración de una existencia en la eternidad! Ciertamente, he procurado obrar bien en mi última encarnación; pero este fin había sido aceptado por mí antes de volver a entrar en la humanidad. ¡Ah! ¿Por qué me interrogáis sobre este pasado doloroso que sólo yo conocía y los Espíritus, ministros del Omnipotente? Sabed, pues, puesto que es preciso decíroslo, que en una existencia anterior había emparedado a mi mujer ¡enteramente viva!, en una cueva. ¡Es la pena del talión la que he debido aplicarme! Diente por diente y ojo por ojo.
-Os damos las gracias por haber tenido la bondad de responder a nuestras preguntas, y rogamos a Dios os perdone lo pasado en favor del mérito de vuestra última existencia.
R.- Volveré más tarde. Por lo demás, el Espíritu de Erasto completará con gusto esta comunicación.
INSTRUCCIÓN DEL GUÍA MEDIUMNICO.
Lo que debéis recoger de esta enseñanza es que todas vuestras existencias se corresponden y que ninguna es independiente de las otras; las inquietudes, las desazones,como los grandes dolores que afectan a los hombres, son siempre consecuencias de una vida anterior criminal o mal empleada. Sin embargo, debo deciros que un final semejante al de Antonio B… es raro: y si este hombre, cuya última existencia ha estado exenta de censura, ha concluido de este modo, es porque el mismo había solicitado una muerte semejante a fin de abreviar el tiempo de su erraticidad y alcanzar más rápidamente las esferas celestes. En efecto, después de un período de turbación y de sufrimiento moral para expiar todavía su crimen espantoso le será perdonado y se elevará hacia un mundo mejor, donde encontrará a su víctima que le espera y que le ha perdonado ya hace mucho tiempo. Sabed, pues, aprovecharos de este ejemplo cruel para soportar con paciencia, queridos espíritas, los sufrimientos corporales, los sufrimientos morales y todas las miserias de la vida.
P.- ¿Qué provecho puede recoger la humanidad de semejantes castigos?
R.- Los castigos no son para hacer progresar a la humanidad, sino para castigar al individuo culpable. Efectivamente, la humanidad no tiene ningún interés en ver sufrir a uno de los suyos. Aquí el castigo fue apropiado a la falta. ¿Por qué hay locos? ¿Por qué hay imbéciles? ¿Por qué hay personas paralíticas? ¿Por qué mueren algunos en el fuego? ¿Por qué otros viven muchos años en los tormentos de una larga agonía, no pudiendo vivir ni morir? ¡Ah!, creedme; respetad la voluntad soberana y no tratéis de sondear la razón de los decretos providenciales. Sabedlo: Dios es justo y hace bien todo lo que hace.-
ERASTO.
Extraído de la obra «El Cielo y el Infierno» de Allan Kardec.