EL SENTIMIENTO

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Sentimientos, pensamientos y deseos son las tres fuerzas que mueven al ser humano para llevar a cabo sus actuaciones en el transcurso de su vida. Según la característica predominante en cada cual así será el carácter que imprima a sus realizaciones y su vida navegará más o menos consciente en una dirección u otra. Hay personas en las cuales el predominante es el aspecto mental, son calculadoras, frías, todo lo pasan por el tamiz de sus pensamientos, y en la gran mayoría de estas personas ese pensamiento está regido además por sus preferencias, por su grado de egoísmo que es quien en el fondo está dirigiendo todos los pasos que esa persona da.

Esta condición, a la larga, limita a la persona a mirar sólo para sí y los suyos, que se va acostumbrando a ese comportamiento sin darse apenas cuenta, cree que lo que hace está bien y sigue haciéndolo uno y otro día sin percatarse que su comportamiento no es el más adecuado y que poco a poco van creándose distancias entre él y los demás, sin saber a qué achacar esta circunstancia, cuando a su juicio él todo lo hace bien, pensado cabalmente.

Hay otras personas que su predominante estriba en sus deseos momentáneos, no piensan las cosas dos veces, no saben en muchas ocasiones porqué hacen esto o aquello, no son conscientes de lo que pasa a su alrededor porque ellos sólo viven el presente y no son capaces de dominar sus tendencias y deseos. Estas personas no suelen tener malas inclinaciones, porque no son capaces de querer el mal para los demás conscientemente pero al no dirigir sus vidas con conciencia de sus actos cometen muchos errores de los que más tarde se van dando cuenta y es entonces cuando comienzan a poner remedio y a sacar la fuerza de voluntad para saber qué es lo que más les conviene.

Hay por último otro tipo de personas que es el más equilibrado, que ha comenzado a desarrollar el plano de los sentimientos y que es capaz de ponerse en el lugar de los demás para no infringir ningún género de daño a sus semejantes. Piensa las cosas, pero no en beneficio suyo, sino en aquello que en justicia es lo más adecuado y conveniente para todos en general, es capaz de sacrificarse y de renunciar, sabiendo que esa es la forma más corta y correcta para crecer interiormente y para superar las imperfecciones que le hacen ver las cosas de un color distinto al que en realidad son.

En este tipo de personas los sentimientos, el corazón, se convierte en una herramienta de trabajo valiosísima, pues aporta con su sensibilidad una guía y una orientación muy importante que le ayuda a olvidarse de sí mismo en favor de los demás y a ser consciente de las necesidades espirituales que como ser en proceso de depuración de defectos necesita.

Esta es la diferencia que podemos advertir entre estos tres tipos de conducta tan diferenciados, cada uno de ellos lleva a la persona a regirse por unos derroteros muy distintos y es necesario saber en qué grado de los mismos nos encontramos nosotros, si de verdad queremos avanzar en nuestro sendero de progreso positivamente, dando pasos acertados y sin necesidad de engañarnos a nosotros mismos.

Llevar un equilibrio entre los pensamientos y sentimientos es fundamental para el progreso espiritual que pretendemos conseguir día a día, si estos no están en concordancia significa que algo estamos haciendo mal, los sentimientos y la forma de llevar a la práctica nuestros ideales es el aval que confirma que vamos por buen camino, de otro modo llegará un día en que se desmoronará todo aquel trabajo que no hayamos realizado correctamente y tendremos que empezarlo de nuevo, haciendo borrón y cuenta nueva, teniendo entonces que luchar con las costumbres y tendencias que hemos hecho nuestras durante tanto tiempo, con lo que si no nos disponemos a ese trabajo en serio, puede que nos cueste más de lo que pensamos y que incluso nos veamos en verdaderas dificultades para ponernos a la altura de las circunstancias en que deberíamos estar.

De aquí que para la vida espiritual sea tan necesario aportar el plano de los sentimientos. Hay que razonar las cosas, analizarlas y llegar a ver con claridad las metas y objetivos que tenemos, pero hay también que poner el corazoncito, si no dejamos que el corazón y los sentimientos aporten su lado bueno, entonces nuestro pensamiento con mucha facilidad se deja envolver por el orgullo, el egoísmo y hasta la hipocresía, se hacen las cosas sin sentirlas, se engaña a los demás con muy buenos argumentos, se da una imagen exterior pero en el interior no hemos cambiado siendo éste uno de los errores más grandes que podemos cometer.

¿Cómo podemos desarrollar los sentimientos? Es esta una pregunta clave y muy transcendente dada la necesidad que tenemos de progresar espiritualmente con limpieza y de alcanzar un equilibrio entre nuestros valores, lo cual es esencial para llevar una pauta de comportamiento ecuánime y justa. Yo creo que para poder desarrollar el plano de los sentimientos y dejar que nuestro corazón aporte su valiosa parte positiva es necesario ponerse en el lugar de los demás, estudiar de qué manera podemos ayudar y ser sinceros en todo momento, esto nos lleva ineludiblemente a olvidarnos un poco de uno mismo y a aprender a renunciar a nuestros gustos y tendencias que es un gran escollo para el progreso espiritual.

Si no somos capaces de ponernos en el lugar de los demás, y no hacemos un esfuerzo por ayudar a quien lo necesite es difícil que los sentimientos se pongan a trabajar, es difícil dejar a un lado nuestra parte egoísta, fría y calculadora que por inercia piensa primero y después en uno mismo sin importarle lo que acontece a su alrededor.

La caridad, la solidaridad, el amor en suma, son valores que parten del sentimiento, más que del pensamiento y que para llevarlos a la práctica no hace falta darle muchas vueltas a la cabeza, porque ésta es más fácil que entorpezca a que ayude, ya que es notorio que con mucha facilidad surgen excusas y justificaciones para dejar a cada cual con la situación que esté atravesando, y eso a su vez es lo más cómodo, lo cual indica que no es el camino que nos han enseñado los grandes maestros que han encarnado en la Tierra dándonos un ejemplo de conducta, que sin duda es el camino que hemos de imitar.

Fermín Hernández Hernández

© Amor, paz y caridad

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