EL PERDÓN

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Abordamos a continuación un tema muy delicado, hablar de una virtud tan excelsa como lo es el perdón, síntesis de otros muchos valores aliados del tronco común de todos ellos: el Amor, puede ser muy fácil y sencillo y al mismo tiempo muy profundo.


Para la comprensión de esto me remito a que según para qué es muy fácil perdonar, cuando se trata de algo trivial, sin importancia, pero sin embargo a veces resulta muy difícil hacerlo cuando se trata de algo muy íntimo y personal y creemos que se nos ha hecho una ofensa, se ha cometido una injusticia, o un daño irreparable, etc. Me remito también a la idea de que sí perdonar, tal como lo expresa el Maestro Jesús, fuera un principio aceptado de hecho y asumido por toda nuestra sociedad, ésta no hubiera llegado al limite de maldad de odio  y resentimientos al que  se  está llegando.

Por estar desgraciadamente de actualidad citaré la cruenta guerra que aún hoy después de tantos meses perdura en la antigua Yugoslavia, un enfrentamiento en el  que se han enzarzado diferentes comunidades, que hasta hace poco convivían en paz, sumidos ahora en una guerra que no respeta a los niños y ancianos, y que ha cometido graves delitos contra toda la población civil en general. Es una guerra sin causa en la que se han puesto de manifiesto la enorme carencia de valores humanos que existe en el fondo de las sociedades humanas, que ha sumido a este país en una locura colectiva, en la que se lucha y se agrede despiadadamente.

Perdonar, es en la práctica, y lleva implícito aceptar los errores ajenos, no tener en cuenta las ofensas, comprender que todos estamos en una escuela a la que hemos venido a enseñarnos a comportarnos, a quitamos el egoísmo, a comprender que ninguno somos perfectos -aunque debamos siempre exigimos el máximo, e intentarlo a nuestro nivel-. Perdonar es elevarnos por encima de todo aquello que pueda salpicar a nuestro espíritu de la más mínima mancha, de odio, rencor, deseos de venganza, resentimientos y no desear el bien hasta incluso a nuestros enemigos. Es una de las pruebas más difíciles con que topa el ser humano, una prueba por la que muchos no pasan, y por lo tanto, demuestran con ello, su escaso nivel de evolución, ya que no son capaces de poner en práctica la sublime enseñanza del Maestro: «perdona a tus enemigos», y esta otra: «haz a los demás lo que quisieres que hicieren contigo».

¿Quién de nosotros no querría que le perdonaran por haber causado daño a alguien? Si el daño cometido fue de forma involuntaria sería injusto no perdonar, y si el daño cometido fue voluntario y premeditado, es preciso perdonar también, no obstante, en lo sucesivo, deberemos tener cuidado y tomar las debidas precauciones para que esta acción no se repita y así esta persona comprenda que de nada le vale seguir con su actitud, se arrepienta y luche para vencer sus malas inclinaciones y no las cometa de nuevo, porque, si damos opción a que puedan faltar a nuestro respeto y dignidad, estamos facilitando el camino de la perversidad en el mundo, con lo cual podemos ser responsables en parte de su actitud.

Aunque debo insistir, perdonar se debe perdonar siempre, porque perdonar no es otra cosa que despojar a nuestra alma de todo resquicio de desamor y de rencor, y nuestro deber es ese precisamente, mantener nuestra alma limpia de toda maldad, de toda impureza. Por lo tanto, hemos de desterrar aquel dicho popular que dice: no tiene perdón de Dios; porque Dios lo perdona todo, y nosotros debemos intentar que así sea también en nuestro corazón.

Perdonar de verdad, perdonar de corazón, a corazón abierto, no perdonar a medias, no perdonar con reservas, perdonar y si es posible dar opción a la Vía de la reconciliación, sin tachar a la otra persona con una cruz al objeto de no saber nada de ella, porque según los casos perdonar implica también ayudarle a salir de la ignorancia en que se sumía al intentar dañamos de algún modo.

Si no nos vemos con la fuerza suficiente para perdonar puede ser porque nuestros sentimientos se hallan dolidos todavía y contrariados, nuestra mente puede estar turbada y confusa y se inclina por permanecer altiva y firme, es entonces, debido a la comprensión que ya tenemos, cuando debemos hacer un esfuerzo para que salgan del fondo de nuestra alma los buenos sentimientos y seamos capaces de doblegar los inferiores y dejar atrás el mal recuerdo y el resentimiento. Sólo perdonando podemos ir despojándonos de los defectos y transformamos así en verdaderos cristianos.

  Cuando somos incapaces de perdonar esto no es debido al mucho o poco daño que se nos haya hecho. A veces oímos «no puedo perdonarle porque lo que me ha hecho es demasiado fuerte». No, nos engañemos, al contrario, a mayor egoísmo que tengamos, creemos que el daño es mayor, a mayor orgullo creemos que la ofensa es más grande, cuanta más vanidad tengamos pensaremos que el menosprecio fue enorme, etc., etc. Esto demuestra que lo que nos impide perdonar es la medida de nuestros defectos morales, por eso, como el caudal de amor del Maestro era tan ancho y profundo, el pudo cuando su cuerpo estaba sometido a la tortura de la cruz, cuando se estremecía de dolor al límite, abandonado por casi todos, excepto por unas cuantas mujeres, cuando su dolor moral era muchísimo mayor que su dolor físico, por la incomprensión, por ver el estado de brutalidad en que estamos sumidos, entonces fue capaz de decir: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», y así era, era cierto que aquel pueblo, no sabía lo que hacía en aquel momento porque por su ignorancia desconocía el espíritu tan excelso que tenían delante y que se había sacrificado en una encarnación para mostrarnos los primeros pasos del amor espiritual.

Es pues la ignorancia en muchas ocasiones la causa por la que muchas personas, incluidos nosotros por supuesto, cometan acciones que puedan dañar a otros, porque si supieran y fueran conscientes del error, seguro que muchos no las cometerían. ¿Cuántas barreras se han opuesto al progreso de la humanidad precisamente por ignorancia! Muchas personas y grupos que por motivos de ideología sea esta política, religiosa, científica, etc., etc., cometen ciertos errores más por ignorancia que por expresa maldad, y si además entra también el fanatismo de las personas, entonces resulta una mezcla explosiva. Por ello los que tenemos luz y comenzamos a comprender que hemos de salir ya de esos estadios de intransigencia y falta de respeto que termina por manifestarse en violencia, generando sólo un karma absurdo que tarde o temprano tendremos que liquidar.

F.H.H.

 
Publicado en enero de 1994 en Amor Paz y Caridad.
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