esfuerzo ajeno ni extrañas ingerencias; con el ansia de conquista espiritual, de acercamiento al bien, a Dios y a los demás, que aliente en nuestros pechos y anide en nuestras almas. Por lo tanto, no dejes que otros piensen y actúen por ti mismo; rechaza los milagros por dinero y aprende a caminar sin ataduras, libre de toda traba y prejuicio, con alas en los pies, con la mirada alerta y el corazón en Dios.
En todos los aspectos de la vida, actúa por ti mismo en todo instante, sin presiones externas e inmorales, de acuerdo con la Ley y no dejes que nadie te suplante en el cumplimiento del deber, en tus obligaciones personales de valor y relieve espiritual; porque nadie podrá ser como tú, ni jamás suplantarte en cosa alguna. Eres una entidad insuplantable, un ente intransferible y has de actuar y vivir según tu idiosincrasia, al rítmico compás de tu forma de ser, de sentir y pensar. Nadie podrá, por ti, vencer al enemigo ni conquistar la gloria; ponerte en posesión de la Verdad, ni hacerte más hermano de los hombres, más justo y eficiente, más equilibrado en el deber; si tú no te propones hacerlo por ti mismo, siendo el protagonista de tu propio ser, prescindiendo de todos los demás en lo fundamental y decisivo, en lo no secundario y personal.
En el orden moral y progresivo, como es obvio y justo, natural, todos nos debemos a nosotros mismos; somos los artífices de nuestro porvenir y los forjadores de nuestra libertad. Sólo seremos libres si nos lo proponemos firmemente, si arrancamos del alma los yugos milenarios del mal y la ignorancia, de la superstición y la inmoralidad; de las bajas pasiones e insanos apetitos que pretenden sumirnos en la animalidad, en los charcos inmundos de la perversidad y la degradación y damos nuestros pasos hacia el bien, hacia la apetecida, mil veces deseada perfección.
En nuestro caminar hacia la luz Divina, en nuestro aprendizaje de amor y redención, de superación espiritual, hemos de procurar ser justos y veraces, siempre consecuentes con nosotros mismos y nuestros ideales superiores, marchar siempre de acuerdo con la Ley. Por ello, colabora con todos aquellos que se esfuerzan por alcanzar más luz y más progreso, más evolución; por darse a sus hermanos en el bien y hacerse mensajeros del Amor y la Caridad, de la Fraternidad Universal. Más, nunca tomes parte ni actúes, inconsciente, en lo que no comprendas ni conozcas, sin antes cerciorarte a fondo y sin pasión, del terreno que pisas y a donde te conduzcan tus pasos vacilantes, tus íntimos afanes de luz y comprensión, de más conocimiento y más verdad, de más aquilatada perfección.
En el vaivén humano, en el mar de la vida, no dejes que tu barca se deslice por corrientes opuestas a tu modo de ser, de sentir y pensar. Intenta navegar por tu interior con mesura y templanza, sin precipitaciones, equilibradamente, con moderación y serenidad; sin darte a la inquietud y la desesperanza, al frío de la duda y la desilusión; sin desequilibrarte ante la adversidad ni cosa alguna y atento al cumplimiento del deber. Siguiendo la corriente que más te lleve a Dios y acerque a los demás, al fin espiritual que te propongas, combatirás tus propias inquietudes, tus males interiores y arribarás, triunfante y victorioso, feliz y satisfecho de ti mismo, al puerto del Amor y la Esperanza, de la seguridad espiritual.
Todo lo alcanzarás con férrea voluntad y firme decisión, si haces por no afirmarte en nada transitorio, efímero y fugaz, carente de relieve constructivo y de valor moral, buscando en todo lo eterno, trascendente, evolutivo, consistencia y plenitud, equilibrio y fortaleza, firme seguridad y convicción; condiciones de vida más hermosa y asiento espiritual, feliz arribo al bien.
Jamás te desanimes porque el mal quiera herirte y la traición te hostigue, porque la cobardía quiera estorbarte el paso y hacerte claudicar, abdicar del deber; porque el mal no es eterno, ni vencerte podrá la adversidad, si llevas en tu mente Luz Divina y fe en el corazón. Si alumbras tus tinieblas interiores con luz del Más Allá; sí en tu pecho hay un nido de esperanza y de fe, de firme convicción; si te sientes con Dios en todo instante y anhelas tu progreso espiritual, tu bienestar moral y el bien de los demás, jamás serás vencido por la desesperanza, por el desaliento y la desilusión; te harás inmune al mal, al desfallecimiento, al odio y la traición, a cuanto se presente en tu camino de lucha y progreso, de superación, con signo negativo y opresor, desmoralizador y deprimente, opuesto a toda luz de realidad, de bien y de verdad, de ansiada perfección.
AGRUPACION DE ESTUDIOS PSICOLOGICOS Y ESPIRITUALES
VIGO