Por donde quiera que vayas,
hazte luz del corazón,
palabra del Evangelio,
testimonio del Señor.
Siembra del bien la semilla
sin orgullo ni altivez,
y a los sedientos de amor
deja en tu pecho beber.
Deja fluir de tu alma
el flujo de redención
que hace posible el encuentro
entre los hombres y Dios.
La Luz del conocimiento,
la mesura, la templanza,
la comprensión, la piedad…
Todo el acervo divino
que atesora el corazón
que sabe sufrir y amar
y se encamina hacia Dios.
No apagues de tu sonrisa
el luminoso fanal,
y alegra los corazones
que la Vida hace llorar.
No te arredren del dolor
la angustia y el sufrimiento,
y contra viento y marea
sigue de Dios al encuentro.
De Sus principios divinos
dale al mundo la Verdad,
sin dogmas y sin misterios,
de una forma racional.
Como Cristo nos la ha dado
y Kardec nos la revela:
cristalina, transparente,
plena de luz y belleza.
El mundo la necesita
para curarse del mal
y combatir del dolor
la angustia, la soledad…
Para avanzar hacia Dios
por los caminos del Bien,
del Amor y la Esperanza,
la Caridad y la Fe.
si eres un hombre cabal,
procura amar y servir,
ser útil a los demás.
Demuestra al mundo que sabes
disculpar y comprender,
que tu corazón palpita
al unísono del Bien.
Es así como se alcanza
del Amor la plenitud
y se camina al encuentro
del Bien Supremo y la Luz.
Es así como el camino
se hace más corto al andar
y el corazón se libera
de las tinieblas y el mal.