ARREPENTIMIENTO

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Arrepentimiento

¿Es el arrepentimiento un valor humano? Yo creo que sí lo es, es la puerta que nos lleva a la redención, y todos como seres humanos que somos necesitamos esa oportunidad que nos brinde la ocasión de poder recomenzar, hacer marcha atrás y enmendar los errores.

No tiene nada de malo el decir he hecho esto, y lo hice mal, ahora me doy cuenta, estoy arrepentido y quiero rectificar, eso nos ennoblece, nos eleva un peldaño más acercándonos a esa virtud tan sublime como es la humildad. Pocos son los capaces de descubrirse ante los demás mostrando sus faltas o debilidades. El orgullo, el amor propio, la soberbia, todas esas imperfecciones son como gusanos que roen nuestra parte interior y no nos permiten admitir los errores, menos aún reconocerlos públicamente y adoptar la buena predisposición para corregirlos.

En la vida espiritual es distinto, porque en donde se conocen la leyes universales y se convive con un número de personas, eso son satisfacciones que dan a entender la buena voluntad por parte de todos, la ausencia de malicia, el desear que se nos conozca auténticamente, para que se nos pueda ayudar, y lo más importante, significa que de veras adoptamos los principios espirituales que vamos aprendiendo, llevándolos a la práctica y por tanto transformando nuestro ser interno paulatinamente a mejor.

De humanos es errar y de necios perseverar, según reza el refranero español, y es cierto, siendo en muchas ocasiones el arrepentimiento sincero el primer paso para la rectificación. Cuando nuestros errores no implican haber hecho daño a terceras personas ese arrepentimiento se hace en la intimidad, si se quiere, pero cuando se causa daño a terceras personas, a veces es necesario mostrar la cara del arrepentimiento, solicitar el perdón y ponernos en marcha para reparar los daños causados.

Esa es sin duda una actitud que dice mucho en favor de nosotros, es ausencia de miedo al qué nos puedan decir, ausencia de maldad, confianza en los demás y una demostración de que hemos visto el error, que lo aceptamos y reconociéndolo estamos dispuestos a rectificar. Es de las acciones más nobles que podemos efectuar en plan espiritual y que denotan nuestro estado interior. Sólo las personas de carácter sencillo, honestas, y con una verdadera y sana inquietud de progreso espiritual son capaces de pedir perdón y mostrarse arrepentidas con ganas de rectificar lo antes posible, mientras que gustan pasar desapercibidas cuando en sus actuaciones diarias suelen tener aciertos y obras muy positivas.

Todo lo contrario que las personas de evolución vulgar, las cuales sí saben ponerse medallas cuando hacen algo bien y ocultan todo lo que pueden sus fallos y errores, negando hasta con la mentira que ellos puedan haber cometido una equivocación, por miedo a que se les conozca tal como son, por miedo a perder su autoridad o estima, que tanto les costó edificar sobre una base de barro, porque no pueden soportar lo que para su orgullo y vanidad heridos sería una catástrofe de cara a su posición social.

Como vemos son los defectos lo que hace que veamos las cosas de forma muy diferente, mientras que para uno no supone ninguna vergüenza el reconocer sus errores, sino que se siente en la obligación de declararlos y confesar sus culpas, estando presto a rectificar, para otro supondría un dolor moral grandísimo sintiéndose deshonrado, por lo que intentará ir siempre tapando con parches todos sus fallos y dando una imagen que no es la suya.

Dos posturas totalmente opuestas, una la de la persona con verdadero interés de progreso que estudia las leyes universales y las entiende, y otra la de aquél que, posea o no conocimientos espirituales, no está dispuesto a cambiar, ni a progresar cuando esto suponga un trabajo y esfuerzo.

Sin trabajo y esfuerzo no se puede progresar, por eso el arrepentimiento es un primer paso para corregir nuestros errores, ya que éste se traduce en un compromiso espiritual sincero de cambio y de devolver los platos rotos.

El arrepentimiento lleva directamente a la acción, no vale sólo con pedir disculpas, solicitar el perdón, no, este es el preámbulo, la verdadera obra consiste en reparar los daños causados. Si hemos tirado la piedra y roto el cristal después de solicitar el perdón, es preciso reponer un cristal nuevo, entonces es cuando el espíritu se siente satisfecho y ha demostrado que cuando dijo estar arrepentido comprendía el alcance de sus palabras y todo lo que ello trae consigo.

Este es el verdadero arrepentimiento, cuando se pasa a la acción, cuando no sólo nos arrepentimos de palabra sino que rectificamos con todas las consecuencias. Las palabras son fáciles de pronunciar pero el trabajo que más redime al ser humano es el de llevar a la práctica todo cuanto sale por su boca, sino de poco sirve.

Entonces es cuando poco a poco nos vamos transformando, vamos eliminando las diversas facetas que tienen nuestros defectos, perdiendo estos fuerza y floreciendo por otro lado las virtudes. Las cualidades nos irán capacitando para ir cometiendo cada día el menor número de errores, para hacernos más agradables en el trato con los demás, para poder captar las necesidades de nuestros semejantes y no tener ninguna cortapisa en dirigirnos a ellos a fin de ayudarles, y de hacerles su vida mejor y más llevadera.

El arrepentimiento y en consecuencia la reparación del daño causado hace que las personas que pudieran tener cualquier tipo de enemistad se venga abajo, se reencuentren y traben una amistad antes inimaginable, hagamos todo cuanto haga falta para no tener ningún tipo de enemigos y venzamos nuestros defectos de una vez, el único enemigo que en realidad tenemos.

Fermín Hernández Hernández

1997 © Amor, paz y caridad

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