Yo no quiero ser un globo
vacío de contenido,
ni una burbuja de espuma
en un remanso del río.
Yo prefiero ser un árbol
a la orilla del camino,
y al caminante que pasa
prestarle sombra y cobijo.
No quiero ser una joya
de falso esplendor y brillo,
sino moneda corriente
en las manos del mendigo.
Yo no quiero engalanarme,
cual ave del paraíso,
con plumaje de colores,
sino con versos sencillos.
Yo quiero ser natural,
sin ribetes de artificio,
como las flores del campo
y la sonrisa del niño.
Ser libre como las aves
y hacerme del Bien amigo,
para llenar de mis horas
la soledad y el vacío.
Quejarme cuando me sienta
traicionado y malherido,
y darle gracias a Dios
por los bienes que recibo.
Yo quiero ser como soy,
más humano que divino,
con el corazón abierto,
de los demás al servicio.
Yo quiero ser para el Hombre
lo que Jesús fue conmigo:
camino de redención
y fuente de amor divino.
Encaminarle hacia el credo
del glorioso Espiritismo,
para que pueda alcanzar
las cumbres del Infinito.
Porque sin él, en la vida
el hombre vaga indeciso,
camina desorientado,
de amor y luz desprovisto.
Si alguna vez me rechaza
otras veces le haré mío,
y juntos caminaremos
del progreso en el camino.
Porque la Ley del Amor
puede con el egoísmo
y hace a los hombres hermanos
del bien y el progreso amigos.
Estas son mis apetencias,
y algunas otras omito
para no ser ambicioso
ni pecar de triunfalismo.
Pues con amor y paciencia
“Al andar se hace camino”
y vamos dejando atrás
del pasado los resíduos.
José Martínez Fernández