Soneto caudato (a mi madre, Mª Luisa Escrich).
Qué dulce, madre, es tu nombre santo;
qué dulce la expresión de tu semblante;
cuán grande tu función dulcificante
del alma, cuando un hijo cae en llanto.
Qué grande es el amor que de tu manto
asoma como el astro más brillante;
es el amor, de hecho, más constante,
pues propio de una madre es querer tanto.
Es el tu amor de madre un sentimiento
tan bello, que no cabe en mi cabeza
que se pueda extinguir tanta belleza
el día que tu alma vuele al viento.
Me niego a admitir que Dios permita
que todo acabe cual rosa marchita.
En tu postrera cita,
no habré de padecer, mamá, tu muerte,
pues sé que en el edén volveré a verte.
Amor de madre por: Jesús Fernández Escrich
(Guardamar, mañana del 17-X-2018)