Acerca del dinero
¡Oh, cuánta confianza tendrá en la muerte aquel que no tiene afición a cosa alguna en este mundo!
Pero tener así el corazón, desprendido de todo, no lo alcanza todavía el alma enferma… Así nos habla Tomás de Kempis en su libro “Imitación de Cristo”.
Así es, en verdad, la situación del hombre en el mundo: muy apegado a las cosas materiales, no presta la debida atención a esas enfermedades del alma que son el orgullo, la vanidad, la ambición, y tantas otras más.
El temor a la muerte tampoco le frena para atajar la enfermedad porque, sencillamente, no piensa nunca en ella; el ser humano vive y actúa como si nunca fuera a morir, y su objetivo es conseguir y atesorar; como tampoco piensa que todo cuanto le sobre de lo necesario, aquí se va a quedar.
Para ir paliando la enfermedad del alma es necesario mantener un equilibrio entre lo necesario y lo superfluo, como nos enseña el Evangelio según el Espiritismo.
Debemos entender que procurar el bienestar de nuestros seres queridos durante el curso de nuestra permanencia en la Tierra no es condenable, aunque tenga que ser a través del dinero, que es el único medio aquí, sin el cual nada es posible en tanto no cambie el destino de nuestro planeta. Se debe, pues, procurarlo y hacerlo servir para los fines establecidos por la moral y la caridad: hacerlo servir para actos nobles, sin sobrepasar lo que, como ya se ha dicho, es necesario y no superfluo; y así, bien adquirido y utilizado, pagaremos las bendiciones que Dios nos envía para nuestras necesidades materiales, y cuando ya no nos sea necesario en el plano terrenal, seguirá siendo un bono adquirido para nuestro futuro espiritual (recuerdo los bonus-hora de que nos habla el hermano André Luiz en su obra “Nuestro Hogar”).
Así, pues, aprendamos a vivir tal y como tenemos que hacerlo en calidad de encarnados, pero sin arriesgar nuestro futuro.
El dinero es necesario. ¿Y qué significa «bien adquirido»? A través de un trabajo honesto y, en la mayoría de los casos, sacrificado; y utilizado para cubrir nuestras necesidades y, si fuera posible, acudir en auxilio de nuestro hermano más necesitado, sin pensar que das una limosna porque, en estos casos, ese acto de “ayudar” es una de las expresiones más hermosas de la Caridad, aunque sabemos que el concepto de caridad es mucho más amplio y hermoso.
Acerca del dinero por: Mª Luisa Escrich
© 2021, Amor, Paz y Caridad.