Cada existencia en la Tierra
es grande oportunidad
de lograr la perfección
del espíritu inmortal.
No debemos olvidar
que este mundo es de aflicción:
aflicción por nuestras culpas,
que el dolor no lo da Dios.
Somos tan solo nosotros
que, viviendo en el error,
vamos enfermando el alma
propiciando ese dolor.
Sanear nuestra conciencia
tiene la finalidad
de extirpar de sí el orgullo,
prepotencia y vanidad.
Aunque la palabra “orgullo”
ha mala reputación.
Hoy yo me siento orgullosa
de llamarme hija de Dios.
El orgullo es un defecto,
mas se puede valorar
conjugando bien los verbos:
no es lo mismo ser que estar.
Luchemos contra el orgullo
en su concepto de ser;
será una dura batalla
muy difícil de vencer.
Y llegaremos a Dios
si hemos sabido luchar
y sentirnos orgullosos
de haber logrado ganar.
Ser y estar por: Mª Luisa Escrich
Guardamar, abril de 2018