Mis versos son hojas sueltas
del árbol del corazón,
que el alma va recogiendo
para ofrecerlos a Dios.
Para hacerlos de mi vida
ornato sentimental,
sedantes de mi dolor
y ensueños de amor y paz.
Son la esencia de mi vida
en formas de luz y amor,
de belleza espiritual
y moral de superación.
Son el Alfa y el Omega
de mi acervo intelectual,
de mi hacer de autodidacta
y mentor del Más Allá.
Pues mi escuela fue la Vida,
y el dolor mi preceptor;
mi cátedra la Verdad
y el Amor mi inspiración.
Por eso mis pobres versos
se apartan de lo banal,
de lo frívolo y mundano,
de lo corriente y vulgar.
No consuelan al que sufre
sin la esperanza de Dios,
ni le dan luz al ateo
que vive en la negación.
Sólo consuelan al hombre
con ansias de progresar,
sediento de luz y amor,
de conocer la Verdad.
De hacerse fuerte en la vida
para sufrir resignado
los zarpazos del dolor
y hacia Dios ir caminando.
Ayudar a los que sufren
con la esperanza de Dios,
es el lema de mi alma,
de mis versos la razón.
Si lo consigo, Dios mío,
bendito seas mil veces
por brindarme la ocasión
de ser útil al creyente.
Por darle de mi experiencia
el ejemplo y la lección
para que siga a tu encuentro
sembrando el Bien y el Amor.
Pues quien de Ti nada espera,
nada puede apetecer
de los valores del alma,
de la Esperanza y la Fe.
José Martínez Fernández