La nueva aurora que asoma para la humanidad terrestre viene resplandeciente de gloria, en la que los humanos contemplarán Lo que no han contemplado nunca. Esa nueva aurora trae la esperanza de un porvenir risueño de paz, de fraternidad y de bienandanza.
Esa aurora nos anuncia un día de gloria en que nuestra humanidad descansará de sus fatigas y congojas. Un día en que cambiará la faz de las cosas, se harán grandes reformas en todos los órdenes de la vida de la humanidad, desaparecerán para siempre los antagonismos que aún imperan y la hipocresía, que es la plaga más perniciosa que aún reina entre las familias y las sociedades.
Los que adolecen de esa enfermedad moral siempre están dispuestos a levantar el cisma doquiera tengan probabilidad para ello, y los que quieran liberarse de los efectos nocivos de esa maléfica semilla, que traten de evadirse de la emboscada que siempre los hipócritas están preparando para coger de sorpresa a los amantes del orden y la paz.
En fin, nuestra humanidad se halla en vísperas de contemplar un día venturoso en que reinará la paz y la fraternidad. Ese día glorioso será en el que aparecerán los grandes misioneros que anunciaran la nueva venida del Mesías, a fin de que la humanidad se prepare para recibirlo.
¡Ay de los que hagan caso omiso a la predicación de aquellos seres que desde las regiones celestiales vendrán a traer esa nueva gloriosa!
Un día que se pierda en la tarea representa un gran peso en la balanza de la justicia, en contra del progreso de su espíritu. A prepararse, pues; a trabajar cada uno para el porvenir de su alma, Hay que perseverar en el cumplimiento del deber; hay que extirpar del corazón las malas tendencias, para seguir por el camino del bien; hay que despejar la conciencia, para poder penetrar en la luz de la verdad.