Crónica de una pandemia
Quién pudiera pasear
por el jardín primoroso;
quién pudiera sestear
bajo el álamo frondoso;
quién se pudiera sentar
en algún banco del parque;
quién pudiera navegar
con su tarjeta de embarque.
Quién se pudiera tomar
un refresco o un café
en la terraza de un bar
o en una sala de té;
quién se pudiera bañar
en las aguas cristalinas
de los ríos; o en el mar,
entre las olas salinas.
Y quién pudiera abrazar
al vecino, al compañero,
al amigo, al familiar…
a todo el mundo al que quiero.
Quién pudiera haber pensado
que nuestro modo de vida
se vería trastocado
de forma tan extensiva;
ha sido un microorganismo
el responsable fatal
de que ya no sea el mismo
nuestro modelo vital;
por esa razón tenemos
que permanecer en casa.
Pero no desesperemos,
pues toda tormenta pasa;
ningún mal resulta eterno,
las crisis son pasajeras,
y después de cada invierno
regresan las primaveras.
No perdamos la esperanza
en que todo pasará;
la Ciencia, que tanto avanza,
el remedio encontrará
y podremos abrazar
otra vez a nuestra gente;
y salir a pasear,
como se hacía reciente;
y volver a respirar
el aire del campo agreste;
solo habremos de esperar
a que termine esta peste.
Es tiempo de meditar
en cómo hicimos las cosas;
es tiempo de perfumar
el mundo con nuevas rosas.
Crónica de una pandemia por: Jesús Fernández Escrich
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