CONGRESO NACIONAL DE ESPIRITISMO 1981

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ANÁLISIS DE LA VIDA COMO MANIFESTACIÓN
DE LA REENCARNACIÓN

INTRODUCCION

Al acometer la difícil tarea de presentarles un tema como el de la Reencarnación, fue para nosotros adquirir un serio com­promiso, que se tradujo ya en su momento en una gran respon­sabilidad.

Pues no nos pasó desapercibido un hecho, y es que sobre lo que pretendíamos escribir, existe una amplia y veraz documen­tación y más extensa bibliografía de toda una serie de autores, inclusive médicos y científicos,
cuya experiencia está avalada por largos años de dedicación y serio estudio del tema que nos ocupa.

Esto, dicho así de repente, puede no significar mucho, pero al reflexionar sobre ello, vemos que hacemos mención a una realidad, y es que la reencarnación ha sido, desde mucho, objeto de un profundo análisis por parte de la misma Ciencia. Esta, ha investigado hasta el punto de ofrecernos hoy revela­doras y esclarecedoras respuestas sobre un tema que tanto preocupa al ser humano, como es la continuidad de la vida después de la muerte.

No obstante, con todo lo que de trascendente tiene que el Espiritismo vea hoy confirmadas y apoyadas sus bases en la reencarnación, por los resultados y logros científicos, no nos podemos olvidar y será bajo este aspecto que vamos a desa­rrollar la ponencia, el valor incalculable de conocimientos y experiencia que la Codificación de Kardec aporta al respecto de la reencarnación o sobrevivencia del alma.

OBJETO DE LA REENCARNACIÓN

¿Qué hay más allá de la muerte? ¿Existe la reencarna­ción? ¿Por qué sufre el ser?

El hombre se ha hecho infinidad de veces, durante si­glos, estas y otras preguntas, pero quizás nunca como ahora determinó tanto esfuerzo e interés en investigar las cosas del Más Allá.

«Con su Sabiduría Divina quiso Dios que la Reencar­nación sirviera con el propósito de hacer alcanzar la perfección»

«Para unos constituye una misión, para otros una expia­ción, pero para llegar a esta perfección deben sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal, ya que la materia es el mejor instrumento para ello».

«La encarnación tiene asimismo otra finalidad, con­sistente en poner al espíritu en condiciones de afrontar la parte que le cabe en la Obra de la Creación».

Siendo solidarias entre sí las diversas encarnaciones de los espíritus, éstos llevan en sí mismos en cada existen­cia terrena, el germen de los actos de sus vidas anteriores.

Por ello, debido a los compromisos y responsabilidades que se adquieren unos con otros se constituye la Ley de CAU­SA y EFECTO, por lo que es preciso que los espíritus realicen muchas existencias en común, participando del mismo cáliz de dolores y en las mismas alegrías terrestres.

La reencarnación ofrece además como medio más eficaz, la más consoladora alternativa para el ser humano de que más allá de las puertas del túmulo se dilata la existencia, a modo que ésta, no sólo no interrumpe la vida, sino que la prolonga con todas las consecuencias de las facultades del alma.

Despiertos sus sentimientos, despierta la propiedad del pensamiento, con el libre albedrío de ir y de venir, con la cualidad esencial de seguir procurando por el bien y la feli­cidad de cuanto ama, de proseguir ensanchando el campo de sus conocimientos, de profundizar en el estudio de cuan­to desee dedicarse en el vasto Laboratorio del Universo, incli­nando cada cual su atención y sus deseos de investigar a las razones de sus predilecciones.
Este, en el campo de las Ciencias; aquél, en el campo del Arte; el otro, en el conocimiento de las Leyes Divinas; el otro aún, en el interés de darse a los demás con abnegación, con el solo propósito de provocar el despertar a este otro mundo de sus hermanos más rezagados en el progreso.

Y así, prolongándose en la escala infinita a modo de ser imposible de enumerar aquí, todas las cualidades esenciales a que le es dado llegar a todos los seres en la Creación.
Cabría preguntarse aquí, qué sucede con aquellos que abandonan el plano físico inconscientes del acto a que se enfrentan. Solamente las almas preparadas tienen compren­sión real de la verdadera situación que confrontan en el acto de la muerte del cuerpo.
Cuando no es así, que el espíritu no tiene clara concien­cia, se enfrenta a un mundo de turbación, desasosiego y desa­liento, quedando a merced en el ámbito espiritual de sus propias creaciones mentales.

Es en esta breve exposición, que encontramos ya para nosotros la apremiante necesidad que le supone al ser humano, huir de la ignorancia en que se encuentra, para adquirir los debidos conocimientos que le supondrán mejor preparado para recibir, aún con alegría el tránsito de la muerte.

(CONTINUARA)

SANTIAGO GENE
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