PALABRAS DE ALIENTO

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EL VALOR DE LA FE

En varios pasajes del Evangelio, Jesús destaca la importancia del valor de probarse en la fe.

Por ejemplo, en determinado punto de la narrativa evangélica, el Cristo afirma que nadie debe avergonzarse de Él y de Sus palabras.

De las exhortaciones del Maestro, se extrae que no basta creer en algo.

El hombre debe vivir en conformidad con sus creencias.

Adoptar un ideal es muy poco.

Es necesario ser fiel a ese ideal.

En un mundo corrompido, la fidelidad a una concepción de vida más pura normalmente no es fácil.

Los ejemplos que se reciben diariamente son bastante tristes.

La Humanidad vive un periodo de grave crisis moral.

Bajo el nombre de libertad, impera el libertinaje.

A título de diversidad de costumbres, las criaturas se permiten los más raros abusos.

Hay muchos deshonestos ocupando elevados cargos y viviendo en el lujo.

Seres viciosos posan de modelo para la sociedad.

Muchos artistas agraciados, pero livianos y desequilibrados, dictan modas y tendencias de comportamiento.

La promiscuidad y el cambio constante de novios o maridos nos parece algo normal.

En ese contexto, ser sobrio, trabajador, honesto y responsable parece casi exótico.

El hombre poco reflexivo puede sentirse tentado a seguir la ola de la modernidad.

Entretanto, es necesario meditar un poco.

Hábitos que destruyen la integridad física y psíquica, el hogar y la propia dignidad de quién los adopta no pueden ser sanos.

La corrupción dilacera la sociedad.

A ella se suma el desvío de dinero que podría salvar y mejorar innumeras vidas.

La promiscuidad sexual deja un rastro de desencanto y enfermedad en las vidas de quién se las adopta.

Delante de un Mundo conturbado y violento, el hombre necesita reflexionar a respeto de sus ideales.

¿Cuáles son los valores que se consideran necesarios para una vida armoniosa y sana?

Identificados esos valores, se nos hace necesaria la fidelidad.

Lo que no vale es vivir al sabor de las circunstancias, como un animal que se guía por el movimiento de la manada.

La inteligencia es un don demasiado precioso para ser desperdiciado.

Urge lanzar una mirada crítica sobre los hábitos de la sociedad y meditar sobre ellos.

¿Si todos adoptasen determinado patrón de comportamiento, será posible una convivencia pacífica y provechosa?

¿Sería agradable ver a los propios hijos o padres viviendo de manera disparatada?

¿O ver a un ser querido sufriendo las consecuencias de la conducta inconsecuente de otro?

Lo que no es bueno y honroso, lo que torna infelices los demás debe de ser combatido.

Ahí surge la necesidad de ser valeroso.

Vivir de acuerdo con patrones mundanos es fácil.

Difícil es adoptar ideales elevados y vivir con nobleza.

Ser fiel a un Ideal no implica hacerse un adoctrinador compulsorio de sus semejantes.

La libertad de consciencia es un imperativo de la vida en sociedad.

Entretanto, respetar la libertad de los demás no significa ser connivente con sus equívocos.

Para vivir en paz es necesario aprender a convivir con el diferente.

Pero vivir pacíficamente no es sinónimo de ser pasivo.

En ciertos momentos, la omisión es un escándalo.

Cuando se requiera tu opinión sobre una cuestión ética, es importante ser honesto, pero manteniendo la gentileza.

Si la opinión no agrada, ten paciencia.

Delante de conductas que perjudican inocentes o el patrimonio público, se debe actuar en la defensa del bien y de la ética.

En cualquier caso, actuar correctamente, aunque sea en perjuicio de los propios intereses inmediatos.

Una vida honrada es el mayor y más valeroso testimonio que un hombre puede dar de sus creencias.

Piense en eso.

Redacción del Momento Espírita.
En 22.04.2008

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