LEYES UNIVERSALES

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RIQUEZA Y POBREZA

Análisis psicológico de la riqueza y su responsabilidad.
La riqueza y la pobreza como pruebas a superar por el Espíritu.

Cada uno de nosotros es un ser espiritual en proceso de evolución, que necesita realizar determinadas superaciones, adquirir determinadas experiencias, por lo que tiene que pasar por los diversos aspectos que la vida en los planos físicos ofrece para el desarrollo de las facultades del Espíritu que, como ya conocéis, es la realidad que continúa existiendo en el tiempo. Y la riqueza y pobreza, en sus diversos modos, así como el
poder de la autoridad, en sus diversos grados; son aspectos variados, son pruebas a realizar por el Espíritu para continuar progresando en el camino ascendente de la evolución.

Porque, el objeto de las vidas humanas es progresar, por lo cual es necesario pasar por los diversos aspectos y pruebas; para las que el Espíritu escoge, pide o acepta, un destino determinado o programa a desarrollar de relaciones y pruebas a superar. Y cuando en una vida el Espíritu no realiza el programa aceptado, o no supera las pruebas que pidió o libremente aceptó, tiene que volver tantas veces como necesite, para lo cual la Ley de Evolución, que es manifestación divina, proporciona al Espíritu el tiempo necesario.

La pobreza y la miseria es uno de los mayores males de todos los tiempos, dice el común de las gentes. En términos generales es consecuencia del atraso evolutivo de los seres de nuestra humanidad. Cada ser humano está en el lugar que le corresponde. Pues, de corresponderle otro mejor, ya lo tendría o habría conquistado. Muchos sostienen que la riqueza está mal repartida, los que conocemos las Leyes de la Vida sabemos que nada existe por casualidad, sino que, en todo aspecto de la vida humana y espiritual, hay una causalidad previa.

Pretender una igualdad total, es utópico, porque siempre habrá dirigentes y dirigidos, según las capacidades, y porque la naturaleza de nuestro conglomerado humano es tan diversa en todos los aspectos que resulta inaplicable.

La diferencia de posiciones sociales no es sino división de trabajo por capacidades diversas, y esa diferencia es tanto más acentuada cuanto más evolucionado y complejo es el organismo social. Para una igualdad absoluta, como algunas ideologías predican, sería indispensable que todos los miembros de la sociedad fuesen iguales: intelectual, moral y volitivamente, lo cual no es así; pues, ni en la misma naturaleza hay dos cosas exactamente iguales.

La pobreza, aunque desagradable por actitud equivocada que el individuo adopta por falta de conocimientos, es la que ofrece más posibilidades de progreso espiritual; ya que, una vida laboriosa está libre de las tentaciones y perversidades de la vida holgada.

Y aun cuando la pobreza es el camino más fácil de la ascensión espiritual, no por ello la riqueza es una imposibilidad de ascensión. Resulta serlo, cuando se usa para satisfacción de capricho, lujos y placeres personales. Aquella frase del Mesías: “Reparte tus bienes entre los pobres y sígueme”, que era acertada en aquel caso y en aquel tiempo, no significa que en todos los casos hubiera dicho lo mismo, por lo que no es del todo aplicable en nuestro tiempo.

Supongamos que un rico decide repartir su fortuna entre los pobres. En primer lugar tendría que hacerlo entre un grupo limitado; y en segundo lugar tendría que escoger bien a quienes dar, pues de otro modo podría contribuir a alimentar el vicio y la ociosidad, haciendo un mal en vez de un bien. A los viciosos y a los perezosos no se les debe ayudar en lo material, pero si en lo moral. Repartir dinero a todo aquel que sea pobre, no es caridad. Es más meritorio buscar los casos de necesidad verdadera y auxiliarlos, levantarlos y ayudarles a valerse por sí mismos, etc.

La riqueza material a la que la mayoría de nuestra humanidad ansía, por su atraso evolutivo, conlleva una gran responsabilidad y muchos peligros para el espíritu. El primero y principal es que suele endurecer el alma humana, a más de las atracciones que el mundo de hoy ofrece, que hace olvidar y dificulta la realización del verdadero objeto de la vida y retrasa la evolución.

¿Es la riqueza creadora de felicidad? Si y no. Depende del uso que de ella se haga. Las riquezas materiales no hacen feliz al ser humano, a menos que las encauces hacia fines nobles. Me refiero al ser humano de mediana evolución. Solamente los seres elementales de escasa evolución y sensibilidad ansían la riqueza para sí, por desconocimiento de la responsabilidad y amarguras que la misma implica.

¿Por qué es difícil para el rico entrar en el llamado reino de los cielos? Porque no está dispuesto a humillar su amor a la riqueza, apegándose a ella; con lo cual aumenta su egoísmo que le impide ascender. Una de las mayores desilusiones de las personas ricas, es no poder comprar la felicidad con dinero. Sabido y demostrado está que, la riqueza por sí sola no genera felicidad, no proporciona una vida dichosa; antes al contrario, es motivo de múltiples inquietudes, angustias, ansiedad, preocupaciones y desdichas. Solamente cuando es orientada hacia un ideal noble o causa justa, o empleada en la práctica del bien en algunas de las múltiples modalidades. Hay quienes creen que, haciendo una fortuna, ésta les dará felicidad; pero, cuando algunos de éstos la alcanzan, ven con asombro y desencanto que la felicidad que buscaban se halla más lejos que antes. Pues, como acertadamente dijo alguien, “el hombre que puede satisfacer todos sus deseos ya no tiene goces”.

La sociedad moderna está siendo aplastada bajo el peso de los hábitos costosos y superfluos, en una carrera hacia la artificial multiplicación de necesidades creadas por organizaciones económicas a través de la publicidad, en su afán de lucro y no para el bienestar de la humanidad. Y de ahí nacen o surgen en la mente de las gentes necesidades no reales. Surge también la búsqueda de los placeres malsanos, ¡vana ilusión!, que arrastran al individuo desde el hastío al embrutecimiento y ruina física y espiritual; pasando por las fases intermedias de tensiones emocionales, decepciones, amarguras múltiples, desengaños, etc. etc.

La riqueza es una prueba difícil, prueba que habrá de pasar todo pobre de hoy, entre los cuales hay muchos ricos del ayer, de vidas anteriores, en cuyas vidas, han ido desarrollando en su psiquismo, el orgullo y la soberbia; orgullo y soberbia que la pobreza va diluyendo, ya que esas vidas oscuras y de dolor actúan como detersorios del orgullo y la soberbia. Para triunfar en la dura prueba de la riqueza, necesario es liberarse de la esclavitud del dinero, no haciendo de él un fin sino un medio; comenzando por liberarse de lo superfluo, optar por un ideal de servicio a una causa noble, etc.

Sin embargo, una pobreza económica puede ser muy bien compensada por una riqueza moral; así como existe una pobreza moral, que ninguna riqueza económica podrá compensar jamás.
Todos anhelamos la felicidad. Todos, en un modo u otro, tratamos de alcanzarla. Pero, por nuestra ignorancia tomamos caminos equivocados, y cual espejismo la “vemos” y la imaginamos en la riqueza material o en la ostentación, ya en los placeres de toda índole que llevan a la exacerbación de los sentidos, conduciendo a la amargura del desengaño, del fracaso y de dolor.

La vida debería ser una constante felicidad, ya que hacia ese fin están orientadas las Leyes divinas. En los designios de Dios está, que la vida sea dichosa y feliz y no de penas y desdichas, cual acontece a una inmensa mayoría de los seres humanos de nuestro mundo. Porque, las cosas que hacen la vida verdaderamente feliz son muy sencillas y están al alcance de cualquiera.

Muy a menudo oímos que el pobre murmura del rico a quien envidia y se queja de su mala suerte que le distancia de cuanto, a su juicio, vale la pena en este mundo. Y ese modo de pensar, esa actitud mental desacertada, crea inconformidad, desasosiego y desaliento, que debilita las facultades mentales y amargan la vida. No obstante, si nos detenemos a inventariar las cosas verdaderamente necesarias para la vida, las en realidad valiosas; veremos que, ricos y pobres están poco más o menos al mismo nivel.

Tanto la riqueza como la pobreza son aspectos de la vida humana que el ser espiritual tiene que experimentar para el desarrollo de sus facultades. Por ello, ese aspecto de la vida, debemos considerarlo como transitorio y no apegarnos a ellos. En los tiempos actuales, una buen parte de los casos de riqueza y pobreza material, se deben al esfuerzo y diligencia de unos, así como abandono y negligencia de otros. Y casos hay en que la riqueza y la pobreza son de origen causal, o como pruebas a superar por el espíritu en determinadas vidas. Y la prueba de la riqueza, es la que más temen los espíritus más evolucionados, prueba que posponen lo más que les es posible; pero que, por ella tienen que pasar.

Las pruebas y vicisitudes de la vida en sus diversos aspectos, son la gimnasia para el espíritu, para el desarrollo de sus facultades que facilitan su proceso evolutivo. Por ende, debemos sobreponernos a las pruebas y vicisitudes que la vida nos presente, con firme determinación de superarlas. Esto es importante. Toda vicisitud y prueba superada ya, dejará de afectarnos, por molesta o difícil que ella sea. Son como las lecciones que en la escuela presentan a los niños, y que, mientras no la aprendan les es difícil; pero, una vez aprendida, ya les es fácil. Así mismo nos acontece a los adultos en la escuela de la vida. Por ello, es necesario no dar cabida nunca al desanimo, porque éste incapacita para actuar acertadamente en todos los problemas de la vida.

Demostrado está que, hay ricos-pobres y pobres-ricos. El rico que sólo vive para sí y sus riquezas, que está enteramente envuelto en sí mismo, es un enfermo psíquico, un psicópata que ignora su condición; por lo que vive amargado por su misma condición egoísta que le mantiene en constante desarmonía, consecuencia de su pobreza mental egoística.

Mientras que el pobre de bienes materiales, que vive en paz consigo mismo, que no envidia la posición económica de los demás (esto no significa que no deba tener ambición de progreso), que ama a su trabajo y lo realiza con gusto, que no sea esclavo de vicios y que tenga buenos sentimientos y pensamientos; posee una riqueza que vale más que la fortuna material. Porque, con esa actitud se mantendrá en armonía mental-emocional, generadora de paz y felicidad.
La mejor riqueza que debemos ambicionar y que podemos conquistar, es la paz y la armonía de vivir, y para lo cual, la adquisición del conocimiento mucho puede ayudarnos. Y esa paz y armonía no se consiguen con dinero, sino con amor.

La pobreza honrada y bien llevada, no es obstáculo para la felicidad, antes al contrario. El obstáculo está en la actitud mental desacertada que se adopte, como queda explicado.

SEBASTIAN DE ARAUCO
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