LEYES UNIVERSALES

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IMPERFECCIONES COMO IMPEDIMENTO DE PROGRESO

El egoísmo.
Análisis breve de esta tara humana.
Su efecto en la personalidad y consecuencias espirituales.
Siendo el progreso del Espíritu el verdadero objetivo de la vida humana, analicemos algunos de los aspectos de la vida humana que son impedimento de ese progreso. Comencemos por uno de esos aspectos que es el
de mayor impedimento y transcendencia; que es la mayor tara de la humanidad actual y de cuya tara dimanan diversos otros aspectos o imperfecciones del carácter humano, que con causa de sufrimiento en la vida física humana y en la vida espiritual; y que es el mayor enemigo de la felicidad. Diré mejor, nuestro mayor enemigo, pero disfrazado de amigo, por lo que no es fácil identificar. Es un enemigo taimado que nos adula, que nos halaga con promesas de ventajas (que no son reales sino aparentes), creando en nosotros deseos y ambiciones que nos conducen a actuaciones discordantes con la Ley.

Y ¿cuál es ese enemigo? EL EGOÍSMO.
Sí, el egoísmo. Porque el egoísmo, en sus diversos grados y aspectos, tales como: egocentrismo, amor propio, codicia, afán de dominio, exclusivismo y ambición desmesurada; es generador de envidias, exigencias, celos y muchas veces crueldad.

Pues, del egoísmo nacen sentimientos y deseos que turban la razón, induciendo a la ejecución de actuaciones que son causa de desdicha y de dolor para los demás y para el individuo mismo, ya que el egoísta está psíquicamente en constante desarmonía, lo cual afecta a su salud psíquica y física. Con su forma de ver las cosas, el egoísta se aísla en su propia conveniencia humana (conveniencia que no es real sino aparente) insensible a la razón y al sufrimiento ajeno.

Entre los muchos aspectos que el egoísmo presenta citaremos: aquel que se dedica a vivir su vida para sí solamente, sin preocuparle el sufrimiento y miserias humanas, evadiendo toda oportunidad de hacer el bien; el jubilado prematuro que desperdicia las oportunidades de hacer el bien a la comunidad que le sostiene, con solamente dedicarle parte de su tiempo libre; el heredero de bienes de fortuna que las dedica a su exclusivo beneficio, porque, de acuerdo con las leyes humanas, le pertenecen sin pensar en los desheredados; el ocioso, cual sea su condición económica; el empleado remiso que escatima en dar de sí (como el avaro rico en bienes materiales en dar dinero); el profesional médico que no cumple con su juramento hipocrático y atiende mal a los enfermos o sólo atiende a los que pueden pagar; el abogado que no dedica algunas horas de su vida al caído en desgracia y perseguido por la justicia humana.

Si echamos una ojeada a nuestra sociedad, en sus reacciones, apreciaremos que cada cual interpreta y mide la justicia con la medida de sus intereses personales; y mira como justo lo que le favorece y como injusto lo que le perjudique sus intereses personales. Así es el egoísmo. No obstante, aquellos que ya han adquirido un mayor conocimiento de la realidad de la vida, se olvidan de sus conveniencias y sus intereses, para pensar en la conveniencia, en el bien y en la felicidad de sus semejantes, en cuya práctica encuentran su propia felicidad. Y esto lo practican aquellos que han descubierto que, es en el darse a los demás, el modo y manera de conquistar la paz y dicha eterna. ¿Lo dudas? Haz la prueba.

Hay una frase que refleja la pobreza del alma y sintetiza el sentimiento del egoísta: “Primero yo y después yo”. Este es el egoísmo que caracteriza al espíritu primitivo. Porque, el egoísta lo quiere todo para sí, con menosprecio de los demás. Es la doctrina del “yo” (ego en latín, del cual se derivan ego-ismo, ego-ista).

Como el egoísta no piensa más que en sí y para sí, concentrando en sí mismo todos sus afectos, encuentra en sus infortunios personales, en las decepciones de su vanidad, en su orgullo lastimado, en las vicisitudes de su fortuna, etc. fuentes de amargura que no puede remediar y sufre; sufre, porque ha encerrado en sí mismo toda fuente de felicidad. Porque solamente dándonos en las múltiples modalidades de servicio fraterno, podremos encontrar la felicidad. Su egoísmo le ciega y no le deja ver que, en el dar es precisamente donde puede encontrar la felicidad; sólo contribuyendo a la felicidad de los demás, estaremos creando nuestra propia felicidad. Y esto no es una ilusión, no es una quimera ni utopía, sino una realidad alcanzable; porque, la felicidad no está fuera de nosotros, sino dentro de nosotros mismos. No la busquemos en la riqueza de bienes materiales, ni en los placeres de los sentidos, porque ahí no la hallaremos. Busquémosla en la riqueza de los bienes espirituales.

Cuanto más atrasado se halla el individuo en la escala de la evolución, tanto mayor en su egoísmo. Todos los malvados y brutos son egoístas, y por ende, desdichados. El egoísmo, denota inferioridad, y por tanto ignorancia del verdadero objeto de la vida; que va más allá de la búsqueda de las riquezas materiales y ensalzamiento de la propia personalidad con menosprecio de los demás.

Y aquellas personas egoístas, que intelectualmente han superado el nivel del bruto, podríamos decir que, en ellas el egoísmo es una enfermedad psíquica (psicosis), si bien no percibida por el afectado; pero, muy dañina en los dos aspectos: humano y espiritual. Humano, porque en toda actitud egoísta, la psiquis del individuo genera vibraciones magnéticas negativas que inciden en su sistema nervioso y sistemas glandulares, afectando su funcionamiento y también su salud; y espiritual, porque su despertar en el Más Allá, al final de la vida humana, será muy penoso.

Y a este respecto, meditemos sobre el contenido de esta parte de un mensaje. Textualmente dice: …”Si egoísticamente pensáis en vuestras propias necesidades antes que en las necesidades de vuestros hermanos, vuestro egoísmo impedirá que llegue a vosotros la benéfica acción de las Fuerzas Superiores. Todo lo que se os dé, todo lo que recibáis, será siempre para que, a vuestra vez, lo deis a los demás. Pero si, egoísticamente, pensáis solamente en vosotros, en hallar remedio a vuestros males, en hallar consuelo a vuestros dolores, sin acordaros del dolor de los demás, nada podréis recibir, porque no estáis pensando ni deseando dar. El amor es dádiva constante. En los Planos Superiores, sólo se piensa en dar, constantemente se os está dando a los humanos todo aquello que necesitáis, espiritual y materialmente; y si algunos no recibís en la medida de vuestros deseos o en la medida de vuestras necesidades aparentes, es porque cada uno recibe hasta donde puede y hasta donde debe recibir. Desde lo Superior se derraman sobre vosotros los bienes que el amor del Cristo os prodiga; pero, cada uno llena y llenará siempre su “vaso” en la medida de “su propia capacidad”.

¿Sabéis adónde va, después de la muerte física, aquel que no haya superado el egoísmo? Diversas son las situaciones, según el grado de egoísmo. Pero, todos, después de una más o menos larga turbación que invade al egoísta al desencarnar, éste se siente atrapado en un abismo tenebroso, y en el cual permanecerá aislado, y sintiendo un frío más o menos intenso, según la intensidad del egoísmo; porque, psíquicamente, el egoísmo es gélido y aislante. y en esta condición permanece por un tiempo que varía en cada caso y en concordancia con el sufrimiento y daño que haya causado.

SEBASTIAN DE ARAUCO
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