Fray Bartolomé de las Casas nació en Sevilla, no se sabe exactamente la parroquia ni el año, aunque sí que fue bautizado en la catedral.
Su familia estuvo vinculada con el continente americano desde los inicios, por lo que bebió desde bien joven el aroma del nuevo continente. Por ejemplo, su tío Juan de la Peña participó en el primer viaje de Colón, el del descubrimiento, mientras que su padre, Pedro de las Casas, viajó con el almirante en su segundo viaje, a la vuelta del cual la expedición trajo a España 600 indios, y el padre le regaló uno a su hijo para que le sirviera. Sin embargo, el joven De las Casas lo utilizó más como objeto de estudio humanístico, interrogando al indígena sobre su idioma, sus costumbres e incluso su religión, para ver si tenía semejanzas con el cristianismo. Ya apuntaba maneras.
En 1502, con sus estudios terminados en la Universidad de Salamanca, Bartolomé partió hacia las Indias como doctrinero; se duda si el motivo principal fue el de lograr méritos para ser fraile, o para hacerse cargo de los negocios de terrateniente que su padre había dejado en el Caribe.
Durante la guerra en La Española, Bartolomé participó en la revuelta del cacicazgo de Higüey, merced a lo cual recibió una encomienda, que era una institución oficial del Reino en la América hispana por la que se atribuía a una persona autoridad sobre un grupo de indios.
En 1506 regresó a Sevilla, donde recibió las órdenes menores, y un año después viajó a Roma, donde fue ordenado como presbítero; regresó a La Española en 1508. En 1510 se produjo la llegada de los Dominicos a la isla, quienes comenzaron a preocuparse por los derechos de los aborígenes. Este fue un punto de inflexión en el trato degradante y esclavista que se les infligía.
De las Casas participó en diversas expediciones de colonización de nuevas tierras, siendo de especial relevancia las de Cuba. Aquí, el futuro dominico hacía gala de gran diplomacia, pues siempre enviaba a un indio amigo a parlamentar con las nuevas tribus que se encontraban, hostiles en principio. Fray Bartolomé les explicaba la doctrina cristiana, pero también escuchaba sus historias y leyendas, llegando a veces a asombrarse, pues, según cuenta el historiador Héctor Anabitarte, un anciano nativo le contó que en su religión había habido un diluvio universal, y que un hombre salvó a la humanidad metiendo en un arca a personas y animales. Y después (¡ojo a la coincidencia!), ese hombre se quedó dormido tras beber un vino que los cubanos hacían con unas parras de la zona. Como recompensa por sus contribuciones, tanto a la riqueza del Reino como a la paz en las colonias, fray Bartolomé recibió nuevas encomiendas en 1514; y aunque trataba bien a los indios, también les exigía duro trabajo, sobre todo en las minas de oro. Llegó por esto a tomar fama de codicioso.
Pero la llegada a Cuba de tres dominicos, que le dijeron sabían de sus esfuerzos por procurar el bienestar de los aborígenes, le marcó profundamente, replanteándose su misión en el Nuevo Mundo. Tomó conciencia del sistema injusto del que formaba parte y decidió renunciar a todas sus encomiendas. A partir de ahí, dedicó todos sus esfuerzos a trabajar por mejorar las condiciones de vida de los nativos americanos.
En abril de 1516, el Cardenal Cisneros envió tres frailes jerónimos para gobernar La Española, y De las Casas fue nombrado «Procurador o protector universal de todos los indios de las Indias», cargo similar al de Ombudsman de Suecia que sería instaurado mucho después, en el siglo XIX. Desde este momento, su actividad consistió principalmente en informar a los jerónimos y cualquier otra persona implicada en la salud e integridad de los aborígenes. Su poder era tal, que la desobediencia a sus informes por parte de las autoridades era castigada con multas de 10 000 maravedís.
Mucho más se me ha quedado en el tintero sobre la vida de este hombre, pero el artículo presente no da para más. Acabaré diciendo que en 1542 fue nombrado obispo de Chiapas, pero lo ostentó poco, pues al poco tiempo tuvo que venir a España debido a la resistencia de los encomenderos a aceptar las Nuevas Leyes que daban a los indígenas un trato más humano.
Nuestro protagonista pasó cincuenta años de su vida luchando activamente contra la esclavitud y el abuso colonial de los pueblos indígenas, promoviendo unas políticas más humanas, más cristianas, respetando su cultura, tradiciones e incluso sus libros autóctonos, que otros muchos sacerdotes anhelaban destruir por considerarlos claramente heréticos.
Fray Bartolomé de las Casas no logró cambiar del todo la opinión de los españoles sobre la colonización, pero sí consiguió que se mejorase el estatus legal de los nativos. Sus propuestas de una legislación más ética sobre el colonialismo son un claro precedente de lo que hoy conocemos como «derechos humanos».
Fray Bartolomé de las Casas por: Jesús Fernández Escrich.