Cuentan los sabios de todas las épocas, que el Universo está creado con el amor del Misericordioso Señor, ser atemporal, infinito, eterno y dichoso que sembró en todos los espacios de la vida, la semilla del AMOR.
Esta semilla requiere de muchos y delicados cuidados hasta llegar a florecer; pero en el transcurso del tiempo iria dando sus frutos, en todos los mundos habitados, frutos gratamente dignificantes que los seres humanos irian atesorando en la medida que fueran cuidando con esmero y paciencia dicha semilla.
Llegado el momento, y una vez, llegada a su madurez, despertaría la conciencia de aquellos que la cultivaron, sintiendo, una inmensa satisfacción. A traves de las edades el ser humano, pasaria por el instinto de supervivencia, un amor primario hacia uno mismo, el amor conyugal, el amor filial, el amor hacia su tierra, su país, su nación. Hasta llegar al AMOR FRATERNO, pasaron muchos siglos pero este, posee en su esencia misma, la capacidad de transformar, los espacios existentes y penetrar en los corazones, tocándolos y, despertándolos en el camino del verdadero amor.
Hablaban de las circunstancias y también del verdadero esfuerzo para poder llegar a comprender el significado del amor fraterno, entre los humanos. De las dificultades en su camino de progreso. En la lucha consigo mismo, para poder vencer las inferioridades del espíritu y alcanzar otros estados superiores de ese amor fraterno.
Más allá de los tiempos conocidos -seguían diciendo- los humanos llegaran a conquistar en sí mismos, esa semilla guardada durante milenios, y verán por fin, el final de las luchas y disputas. Y una nueva raza llena de luz y conocimiento, se alzará triunfante por todos los rincones de la orbe humana. Reinando la caridad, la ayuda mutua. Será el final de la individualidad, de la desesperanza, del horror y la desgracia. Los hombres se uniran en un abrazo fraterno y lleno de esperanza, porque por fin! habrán conquistado la tan deseada semilla del amor. No más disturbios, hambre y violencia, desorden y angustia, desesperanza y crueldad. Sólo el verdadero amor. Con su excelsa delicadeza y finura, con su fuente inagotable de virtudes. De un merecido descanso y final de las luchas.
Y así, dieron por acabada la conversación los sabios de todas las épocas, enseñándonos que el único camino verdadero, redentor e importante, y que nos libera de la tristeza y la miseria humana, es el amor fraterno entre todos los humanos.
No se sabe los milenios que pasaron, antes de poder comprender los humanos el significado de lo que los sabios dijeron. Se ha necesitado verdadero trabajo y constancia; fe y esperanza; voluntad y compromiso; comprensión y entendimiento; unidad entre las personas que aman el camino del amor fraterno. Dejando la individualidad, la disputa, el orgullo, egoísmo, vanidad, ira y rencor y tantas otras formas de ser en los humanos, que los atan al sufrimiento y al desgaste de sus propias energías que lo llevan hasta la desesperación misma.
J.F.D.V.