Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca
Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza en 1910. Tras estudiar en las Escuelas Pías de niño, se decantó por la carrera de Derecho, acabada la cual ingresó en la Escuela Diplomática. Luego de un primer destino en la embajada de Egipto en 1942, recibió la orden del Gobierno Español de hacerse cargo de la legación diplomática en Budapest, capital de Hungría, país aliado al Eje. De momento, en Hungría no se habían establecido las prácticas de exterminio de judíos que ya estaban llevándose a cabo en los demás países europeos ocupados por los nazis, con lo que la comunidad hebrea vivía más o menos tranquila. Pero las cosas cambiaron en 1944 cuando Alemania invadió Hungría y el nuevo gobierno títere comenzó a aplicar la «solución final». Resultado de ello, en Hungría fueron exterminados durante el holocausto más de medio millón de judíos.
Ángel Sanz Briz decidió tomar cartas en el asunto. No podía entender las barbaridades que unos seres humanos estaban cometiendo contra otros, y decidió, con conocimiento del Gobierno español, salvar a todos los ciudadanos judíos que pudiera. Negoció con las autoridades húngaras poder trasladar a lugares seguros, en principio a los judíos sefardíes, proporcionándoles documentos españoles. Para ello encontró base legal en un antiguo Real Decreto de 1924, promulgado por Primo de Rivera, según el cual los judíos con origen sefardí tenían derecho a la nacionalidad española, y por lo tanto, a disponer de pasaporte. Con esto, Sanz Briz empezó a buscar judíos con ascendencia sefardita. Solo pudo encontrar 70 familias con estas características.
Pero esto no lo desanimó. Ángel utilizó su influencia y sus contactos para alquilar edificios donde alojar a los perseguidos, edificios que rotuló como «Anejo a la legación española». También empleó su propio dinero para sobornar al líder nazi de zona, y que hiciera la vista gorda. El mismo Sanz Briz relata el episodio de propia mano en su libro Los judíos en España. Transcribo literalmente uno de sus párrafos, a mi juicio muy interesante:
«Conseguí que el Gobierno Húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (…). Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias, y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior a 200». Muy inteligente.
Con este sistema, Sanz Briz salvó la vida de unos 2500 judíos, de los cuales solo los 200 eran realmente descendientes de sefardíes.
Siguiendo en el mismo año de 1944, los embajadores en Hungría de Suecia, de la Santa Sede y de España (con Briz a la cabeza) crearon la carta de protección, que era un documento acreditativo de que su titular se encontraba bajo la protección de los países neutrales.
En resumen, la actividad de nuestro ángel español se saldó con la entrega a judíos perseguidos de 232 pasaportes provisionales, 1898 cartas de protección y 15 pasaportes ordinarios a 45 auténticos sefarditas. Por toda esta labor, a Ángel Sanz Briz le otorgaron el sobrenombre de «el ángel de Budapest».
Y aquí me voy a permitir incluir a otro personaje que colaboró con nuestro protagonista y que merece ser igualmente recordado. Se trata de un italiano llamado Giorgio Perlasca. Era un veterano de la Guerra Civil Española al que habían otorgado el título de ciudadano español honorario. Cuando a finales de 1944 el Ejército Rojo estaba próximo a tomar Budapest, el gobierno español ordenó a Sanz Briz que abandonase Hungría y se trasladara a Suiza. En esos momentos de incertidumbre, las autoridades húngaras pronazis consideraron que, ante la ausencia del embajador español, tampoco había ya embajada española, por lo que no había razones para mantener la protección de los judíos bajo amparo español, y comenzaron a sacarlos de las casas «diplomáticas». Aquí intervino Perlasca diciendo que la embajada española seguía activa; que su titular había marchado temporalmente a España, pero que retornaría, y que durante esa ausencia el propio Perlasca asumía el cargo de embajador en funciones. Cosa falsa, pues Perlasca no era diplomático, ni siquiera español de pleno derecho. Pero las autoridades húngaras se tragaron la mentira, y el italiano siguió ayudando a judíos proporcionándoles documentos de identidad españoles falsificados por él mismo. Poco después, en enero de 1945, los soviéticos entraron en Budapest y terminó la persecución de los judíos.
Honor, pues, a ambos personajes.
Ángel Sanz Briz, el ángel de Budapest, siguió en su carrera diplomática en diversas ciudades de América y Europa hasta su fallecimiento en 1980.
En 1989 tuvo lugar un homenaje a Sanz Briz en la embajada de Israel en España, cuyo titular entregó a la viuda, doña Adela Quijano, la Medalla de los Justos entre las Naciones concedida en 1966. También se autorizó la plantación de un árbol en el Monte del Recuerdo de Jerusalén, y después se inscribiría su nombre en el Memorial del Holocausto.
Ángel Sanz Briz fue un hombre que tuvo una posición de privilegio y supo aprovecharse de ella para ayudar a su prójimo, nada menos que una ayuda para salvar la vida. Por eso no son de extrañar los reconocimientos recibidos; enumeraré algunos:
Una calle y un monumento en Budapest; una placa con su nombre en la Gran Sinagoga de Budapest; Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara a título póstumo; una plaza y un instituto de enseñanza en su ciudad natal; Medalla de Oro de Madrid; etcétera.
Sanz Briz y Perlasca han protagonizado el artículo de la sección Reformadores de este mes; del segundo voy a indicar unos breves datos.
Siendo en un principio seguidor del fascismo y habiendo luchado en la Guerra Civil española junto a las tropas franquistas en el cuerpo de voluntarios, Perlasca acabaría desilusionándose de esta ideología a causa, sobre todo, del antisemitismo fanático que solo pretendía el exterminio de otros seres humanos que pensaban de modo distinto. Tras las actividades ya comentadas junto a Sanz Briz, el italiano huyó de Hungría al llegar los soviéticos, llegando hasta su país natal tras un azaroso viaje. En Italia guardó en secreto sus actividades durante más de treinta años, hasta que un grupo de mujeres de una comunidad judía en Hungría rescataron su historia. Perlasca recibió también varias condecoraciones en vida por parte de de los gobiernos de España, Hungría e Italia, y también fue considerado por Israel como Justo entre las Naciones.
Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca, tanto monta, monta tanto en la gran lista de benefactores de la Humanidad.
Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca por: Jesús Fernández Escrich
Fuente: Wikipedia.