Su manifestación en los planos físicos y espirituales.
El hombre como ser humano y como ser espiritual.
Comenzaré esta exposición con los siguientes interrogantes: ¿Qué es la vida? ¿De dónde emana la Vida? ¿Hacia dónde va esa Vida?
¡Cuántas veces habremos hecho éstas y otras preguntas sin respuesta!
Frente a ciertos fenómenos físicos y psíquicos que suelen denominar “misterios de la vida”, ¿cuántas veces habréis divagado, sentido estas inquietantes interrogantes y otras más?
Aun cuando difícil resulta definir lo que es la Vida en su aspecto transcendente, podemos decir que, Vida es y está en todo cuanto existe en los múltiples aspectos, y es indestructible en sí misma, aún cuando lo sea en la forma o formas en que la Vida se manifiesta. Me refiero aquí a la Vida como esencia, como energía animadora de las formas.
En las modalidades que conocemos, la Vida es energía, Más, la energía es manifestación de la Vida, es efecto no causa. Y donde hay Vida hay energía y viceversa. O sea que, donde hay energía existe Vida. Siendo que, como humanos sólo percibimos la Vida por su manifestación física en sus aspectos visibles.
La Vida en su origen, emana de Dios, de esa Energía Cósmica Creadora, que crea Vida de su propia esencia, para poblar el inconmesurable espacio cósmico, infinito en su extensión. Por ello, la Vida es una manifestación de Dios.
Y siendo que, todo lo que existe es una manifestación de Vida en sus diversos grados evolutivos y en un constante desarrollo, toda Vida manifestada en los planos físicos va hacia el objeto para el cual ha sido creada, llevando en su propia esencia la fuerza orientadora de su propio desarrollo y evolución, que va efectuando en el tiempo a través de las múltiples manifestaciones y mutaciones en constante desarrollo y transformismo, siempre ascendente; aunque no siempre perceptible a nuestros sentidos físicos.
Y ya en su manifestación humana, la energía emanada de la Vida misma del propio Ser espiritual, que contiene en sí y es en sí mismo la Vida, impele a la personalidad (a nosotros mismos como personas) a una constante acción y a un constante ejercicio, para el desarrollo de las facultades recibidas de la Divinidad Creadora, a fin de capacitarnos para cada vez más amplias y mejores realizaciones. Y ese constante ejercicio de las facultades espirituales y psíquicas, es indispensable para continuar ascendiendo, ascendiendo en ese ilimitado camino que conduce a la felicidad, felicidad que, en nuestra miopía psíquica no identificamos. De aquí, la necesidad de desarrollar esas facultades que en nosotros existen en estado potencial, mediante el ejercicio constante cuya oportunidad nos proporcionan las vicisitudes diversas en las vidas humanas. Por ello, necesario es no rebelarse contra las vicisitudes adversas que la vida humana nos presenta, a fin de superarlas, porque, las dificultades de la vida humana, son oportunidades para desarrollar las facultades de la mente, especialmente la facultad intelectiva y volitiva (inteligencia y voluntad); y cuyas dificultades son al Espíritu lo que la gimnasia es al atleta. Porque, si nos rebelamos, no las superamos; y se repetirán hasta tanto no hayamos aprendido a superarlas. Y una vez aprendido a superarlas, dejarán de ser dificultades.
En los planos etéreos del espacio o dimensiones espirituales más allá de lo planetario, existe la Vida en sus aspectos superiores de una mayor energía y capacidad de manifestación, de mayor sabiduría y amor, mayor poder y abarcamiento; habitadas esas dimensiones por seres ya más evolucionados en los diversos aspectos, que están ya liberados de los planos físicos, actuando activamente en el progreso de las humanidades.
El hombre como ser material.-
Aquellas personas que creen que al morir todo se termina, una gran sorpresa les espera. Ignorantes de su propia realidad existencial e imperecedera, la mayoría de los humanos limitan su vida a lo tangible, y buscando el placer van creando necesidades artificiales, terminando por convertirse imperceptiblemente en esclavos de las mismas. Alejados del verdadero camino de la Vida (la vida humana como realización), no disfrutan de las maravillas que ésta les ofrece. El amor sentido y realizado, que es fuente inagotable de armonía y felicidad, es desalojado por el egoísmo y la ambición, que crean rivalidades y estados afectivos perturbadores de enconos y malquerencias, que envenenan las almas; y el hombre se vuelve contra el hombre, transformando su vida en un tormento.
Según un mensaje recibido del espíritu de San Juan Crisóstomo, somos los más atrasados de nuestro sistema solar. Oigámosle: … “Sois de todas las humanidades de vuestro sistema solar, la más criminal. De las humanidades alumbradas por el mismo sol, sois la única que se ataca como fieras, que se matan unos a otros por la ambición y el orgullo. Todos los mundos que gravitan en vuestro sistema, han adquirido ya la noción de su papel en el concierto universal, donde nadie duda de la existencia de Dios y su infinita misericordia manifestada a través de las vidas sucesivas”.
De ser esto cierto…. Y hay quienes, en su inferioridad mental se consideran como los únicos seres superiores del Universo.
Una de las causas que llevan al ateísmo y al materialismo perturbador, es la pérdida de la fe en las religiones. Y esta pérdida de fe, se debe a que, en los tiempos en que vivimos, ya no se pueden admitir conceptos carentes de lógica.
El materialismo embrutece al ser humano. Y ese materialismo lo podemos ver en todas partes. Una gran parte de la humanidad piensa tan sólo en enriquecerse, y en el poder generalmente deseado para satisfacción de dominio. Otra parte busca la felicidad en los goces momentáneos, quiere olvidarlo todo y vivir nada más que el presente, avanzando a ciegas hacia el abismo, inconscientes de su responsabilidad. Y así, en su ceguera psíquica van creando causas de dolor futuro, por hacer oídos sordos a esas llamadas de su conciencia superior, que son la manifestación de su espíritu, que es la realidad existencial, y que sigue siendo en el tiempo y en el espacio.
El hombre como ser espiritual.-
Y ahora, analicemos el hombre como ser espiritual.
En un universo donde todo expresa orden, causalidad, indestructibilidad; en el que todo es justicia perfecta; donde todo está ligado por una red de reacciones en un funcionamiento matemático del vasto organismo cósmico; en el que todo tiene una razón y una consecuencia lógica; resulta inaceptable la existencia del hombre como accidente, cual es el que todo termina con la muerte; como algunas seudoideologías sostienen.
Argumentos teológicos de milenios, por otro lado, obstruyeron y obstruyen todavía los canales de la inteligencia humana en cuanto a las realidades divinas. Pero, por ventura, ha llegado ya el momento de que la verdad sea conocida, de lo que dan prueba los descubrimientos y acontecimientos de los últimos tiempos, a través de los cuales vemos que la humanidad se encamina hacia la búsqueda de la Verdad, hacia la unidad espiritual y política. Pero, tanto en uno como en otro campo, el orgullo y el egoísmo humano, hacen todo el esfuerzo posible para detener ese avance.
Debemos elevarnos sobre el materialismo asfixiante que nos rodea, y lograr que nuestro espíritu vibre a una tónica más sutil. Y aun cuando las necesidades de nuestra vida humana presente, absorben la mayor parte de nuestro tiempo, llevemos a un segundo plano el aspecto material de nuestra vida (sin desatender nuestras obligaciones), si queremos avanzar, si queremos cumplir el verdadero objeto de la Vida, que es avance, progreso, evolución espiritual hacia estados de conciencia de una mayor felicidad. Los bienes materiales jamás satisfarán las ansias de nuestro espíritu.
Objeto de la vida humana.-
¿A qué hemos venido a este mundo?
El verdadero objeto de la vida humana, es el progreso espiritual en sus diversos aspectos, según la necesidad evolutiva de cada cual. Y hemos venido a este mundo porque es el que nos corresponde por ley. Y estamos en este mundo, no para comer, dormir y divertirnos, como a algunos poco evolucionados les parece; sino para perfeccionarnos; no para continuar siendo lo que éramos o lo que somos, sino para ir acercándonos hacia lo que debemos ser.
La ciencia espiritual sostiene que, el objeto de las vidas humanas es progresar, evolucionar, para seguir ascendiendo en la escala de los mundos, hacia la meta, que es la perfección. Adquirir experiencias, conocimientos y desarrollar la inteligencia, fortalecer el Espíritu y sutilizar el alma, eliminando las imperfecciones; a fin de que, al final de esa jornada humana, volvamos al mundo espiritual, que es a donde pertenecemos, enriquecidos con un mayor progreso.
Y todo esto, ¿acaso se adquiere llevando una vida de vicios, comodismo o aislamiento? NO. Es en la lucha de la vida humana, venciendo tentaciones y dificultades; es por medio de la acción realizada, por medio del esfuerzo constante como desarrollamos las facultades contenidas en la esencia de Vida recibida de la Divinidad Creadora y nos hacemos fuertes y grandes.
Cierto es que toda ascensión requiere esfuerzo; pero, cierto es también que, en cada uno de nosotros existen recursos y fuerzas internas que desconocemos, y que puestas en acción, pueden llevarnos a las grandes realizaciones. NO LO OLVIDEMOS.
Y por último, necesario es conocer que, grandes acontecimientos están al llegar a nuestro mundo antes de la llegada del tercer milenio, para lo cual debemos prepararnos.